Midnigth ✓ → [Edward Cullen]

[ IV ]

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Los ojos semi ocres de la vampiro observaban con detalle cada una de las especies que había sobre la mesa.

Su nariz tenía claro el olor de cada una, sin embargo a falta de un gusto táctico para la comida, no sabía cual sería su mejor opción.

—Llevas media hora frente al estofado Romina, deberías decidir ya.

—No tengo un conejillo de indias para utilizarlo y que me diga que tal esta el sabor. -La joven resoplo para después tomar el de sabor más suave y agregarlo.

—Siento que ser chef es más difícil que ser doctor, al menos yo si sé lo que hago no como tú que no tienes ni la menor idea del sabor.

—Pero esto es divertido me siento bien haciendo esto aunque realmente es frustrante no poder probarlo.

Tras decir aquello tapó el estofado y lo dejo a fuego lento en la estufa.

—Romina hay algo que ha estado rondando en mi cabeza últimamente... -La nombrada no pudo evitar levantar una ceja ante el tono vacilante de Carlisle.

—¿Qué ocurre...?

—Sobre la transformación que tuviste. -Hablo con lentitud. —Estabas a punto de morir, ¿cierto?

—Así es. -Prácticamente al instante de confirmar aquello su mente la llevó a su último recuerdo como mortal, cuando estaba cayendo del caballo a causa de las balas en su espalda. —¿A qué se debe la pregunta?

—Estoy interesado en saber cuanta probabilidad hay de convertir a alguien en su lecho de muerte.

—No es tanto en el lecho de muerte, Carlisle.

—¿Cómo?

—El veneno o ponzoña que desprendemos tarda tres días en recorrer todo el cuerpo, por lo tanto debes de estar seguro de que la persona que convertirás podrá sobrevivir tres o dos días más, no en el último minuto de su vida.

Los ojos dorados del rubio se achicaron levemente para luego dejar el libro que tenía en sus manos y prestar total atención a la mujer.

—Tú me comentaste qué antes de ser una inmortal habías recibido seis balazos.

—Así fue...

—Disculpa Romina, pero nadie puede sobrevivir con seis balas en el cuerpo, menos estar tres días convaleciente.

Cuando la pequeña mujer captó el punto de referencia de su acompañante no dudó en sonreír. —¡Ah! Eso, bueno tienes razón yo estaba a nada de morir de no ser por Maia.

—Quien te transformo...

—No. -A esas alturas del partido Carlisle no podía estar más que confundido. —Maia lleva mucho tiempo siendo como nosotros, antes de que las tierra lejanas descubrieran que había más allá, muchísimo antes de que los españoles tomaran Tenochtitlan. Maia corresponde a la época en donde se vivía perfectamente bien sobre el agua, donde eras uno mismo con la naturaleza, donde hacías sacrificios para honrar a los múltiples dioses existentes.