[ XXV ]

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La castaña estaba sentada frente a la ventana de una habitación vacía, llevaba al rededor de tres días observando el ajetreado día a día de los habitantes de la gran manzana.

Estos iban y venían como si tuvieran mucha prisa en todo, mientras ellos vivían en la velocidad de la luz, ella sentía que comenzaba a vivir en cámara lenta.

Algo estaba ocurriendo con ella, algo que nunca había sentido en su vida, algo que no le gustaba, pero de lo que no podía salir.

Era un vampiro, y ahora que se había alimentado nuevamente de sangre era de los inmortales más fuertes, su aspecto físico se lo decía a gritos.

Pero ella no se sentía así, temía porque tenía una imagen de ella misma como si estuviera echa del más fino cristal.

Se sentía cansada, —lo cual era imposible—, abatida, sin fuerza, parecía que quería dormir aquellos doscientos años que no ha podido hacerlo.

La vampiresa llevo otro cigarrillo a su boca, aspirando el humo y manteniendo en su garganta aquel sabor a tabaco qué tanto le desagradaba.

Pero estaba ansiosa, sus manos temblaban aunque sabía que eso no debería ser así, ¿Por qué tendría que temblar un vampiro?

No lo sabía.

Entonces saco el humo expulsandolo por su nariz, dejando que aquel humo se mezclarla con el frío aire de Nueva York.

Entonces tomo su copa y le dio un sorbo a su coñac el cual para ella no tenía sabor en absoluto, simplemente le provocaba un escozor en su garganta, aquello era lo único que le indicaba qué seguía viviendo.

¿Un vampiro podría deprimirse?

Tal vez sí, porque esa es la única explicación qué tenía para esa situación, era la única explicación para que su cuerpo siendo tan fuerte se sintiera derrotado.

—No me lo tomes a mal, cariño. - Hablo Lucifer quien llevaba ya un rato recargado en la pared al fondo de la habitación. —Pero ya me sé la discografía completa de José José y la de Javier Soliz, y te juro que si pones a Vicente Fernández me suicidó.

Alexandra parpadeo con parsimonia en repetidas ocasiones, la voz del contrario se escucho lejana y queda, tanto así que le costó comprender lo dicho.

Le tomo algo de trabajo poder concentrarse, despegó su vista del panorama qué aparecía tras la ventana para después girar.

Lo primero que vio fue el semblante preocupado de un vampiro qué normalmente era risueño y juguetón.

«Basta.»
«¡Despierta ahora, Alexandra!»

Parpadeo nuevamente, observando el tabaco y el licor, los dejo sobre la ventana para después ponerse de pie.

Midnigth ✓ → [Edward Cullen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora