[ XI ]

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—Ok, vamos a ver si entendí. -Hablo Romina, quién estaba sentada en la sala del lugar, estaba en bata baño, ya no escurría agua por su cuerpo ya que se había secado a causa del tiempo que llevababan hablando, tenía sus piernas cruzadas, una toalla sujetando su cabello y su cría de lince se encontraba en sus brazos. —Tú, pequeño duende, tienes "visiones" y gracias a ellas están aquí ¿cierto?

—Efectivamente. -Soltó la risueña pelinegro del lugar.

—¿Y su plan es...? -Cuestiono Esme.

—Qué con nosotros dos seríamos cinco hijos Cullen. ¿Verdad que es genial?

—Cuatro. -Rectificó Emmett. —Mi mamá es Fabela.

—Bebote ya habíamos hablado sobre esto. -Comento con un suspiro la castaña.

—¡Me desplazas por ese gato! -Chillo dolido.

—Es un lince, Emmett. -Lo corrigió Carlisle. —Romina es muy joven para poder adoptarte legalmente, ella fue convertida a los 17 y tu a los 20.

—Casi 18. -Refunfuño la vampiresa para después girarse y ver al intruso de su habitación. —Entiendo su punto muchachos, pero, ¿por qué aparecerse en mi habitación cuando me estoy bañando? ¿por qué no entrar normalmente por la puerta?

—Alice dijo que sería una buena idea. -Titubeo el vampiro quien era capaz de sentir la leve incomodidad del ambiente.

La joven sintió como su enojo se disipaba rápidamente, y eso era extraño.

Según las palabras de Lucifer, ella era una bestia agresiva e impulsiva que explotaba cuando se enfurecía.

Y tenía que concederle la razón en cierto punto, solamente en cierto punto.

Su mirada rápidamente se fue hacia los dos nuevos, observándoles a detalle, eran muy diferentes en todos los sentidos posibles, eran extraños, raros, pero se veían bien.

Tenían cierto toque.

Pero si Alice el duende diabólico,  tenia su especie de don de predecir el futuro, entonces no podía ser la encargada de cambiar sus emociones, así que su única opción era su compañero.

Y esto lo confirmo cuando la mirada de Edward estaba fija sobre él, ambos se habían dado cuenta.

—Pues... Bienvenidos a la familia. -Dijo Carlisle

Eran ya ocho integrantes, un grupo bastante considerable.

Las cosas eran extrañas y cómodas a las vez.

Alice era como un panecillo dulce con una obsesión por la moda y buen estilo, era muy parlanchina y siempre pero siempre estaba de buen humor.

En cierto punto, eso hacia que la castaña se estresará un poco, bueno, demasiado, pese a que las dos eran activas para ella Alice era demasiado.

Midnigth ✓ → [Edward Cullen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora