[ XXVIII ]

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O C T U B R E

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- Sería más fácil limpiar el candelabro si ustedes se convirtieran en murciélagos.

-¡Qué no podemos hacer eso! - Gritaron los dos a la vez.

-¿De que les sirve ser vampiros si no se vuelven murciélagos?

-Lucifer tenía razón, debimos quedarnos solo con el perro.

-¡Oye!

Alexandra río por lo bajo antes de desaparecer para total sorpresa del niño y aparecer arriba del candelabro, para poder comenzar a limpiarlo con facilidad.

-Creo qué eso es mejor que ser murciélagos. - Admitió con asombro el muchacho, quien no pudo evitar verse maravillado ante dicha acción. -¿También puedes hacer eso Rigoberto?

-¡Por favor! Ya sabes que me llamo Lucifer.

-Rigo te queda mejor. - Se burló el muchacho, el vampiro solo resoplo antes de tomar una manzana y aventarla al aire, pero está se quedó paralizada a mitad de la caída, flotando como si nada.

-Yo puedo hacer esto. - Explico con arrogancia, para después dejar que la manzana siguiera el curso normal de su caída.

Elián iba a decir algo, cuando el sonido del elevador los distrajo a ambos, Lucifer se vio sorprendido al ver al cachorro con sus hoyuelos bien marcados en su rostro, y aquel ángel rubio mostrándose impactada por el mini humano a su lado.

-¡Bebote! ¡Rose! Creí que los había atropellado un burro en el camino porque se tardaron años.

-¡Mamá! - Grito con emoción el colosal vampiro antes de correr a la vampiresa y levantarla del suelo en un fuerte abrazo.

-¿Mamá? - Pregunto impactado el infante.

-¿Eso es un humano? - Cuestionó Rose.

-Un mini humano. - Admitió Lucifer.

Cuando Emmett bajo a Romina y reparó en el chico por primera vez, no pudo evitar dibujar una sonrisa aún más grande en su rostro.

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