4.

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Mis ojos se posaron en los suyos y luego en los molestos ojos de su padre que no disimulaban el enojo que sentía en ese momento.

Lo aparté por los hombros y lo miré con una mezcla de miedo y enojo; quería gritarle o quizá insultarle por su reciente acción, pero ver su inocente sonrisa angelical me hizo sentirme extraño.

Sentí que de alguna manera no podía culparlo de nada y que lo que había hecho no tenía nada de malo.

Aún no me explico por qué pensé de esa manera, pero hablando de cosas que todavía no sé explicar, también puedo mencionar mi comportamiento.

Verlo sonreír de esa manera me obligó a soltar un suspiro, que pese a tener la molesta mirada de su padre encima y los mil juramentos que había hecho, delataba que no sería capaz de cumplir aquel juramento; no con él.

— Hyungwon... —gruñó su padre tirando de tu brazo con molestia— ¿Qué demonios haces?

Sus bellos ojos se posaron en él y se cristalizaron seguramente de enojo.

Yo no entendía esa situación, sin embargo ya era parte de ella y mi corazón dolió cuando me sentí impotente, así que me dispuse a hacer la tontería más grande que se me había ocurrido a mis cortos 16 años.

Lo giré para que me viera directo a los ojos y comprendiera en milésimas de segundos lo que pasaba por mi cabeza, entonces en cuanto supe que había comprendido mi mirada, nuestras manos se unieron sin discreción y corrimos.

Corrimos sintiendo nuestros corazones latir con tanta fuerza que podíamos escucharlos, nuestras sonrisas se ensancharon y la adrenalina de una travesura adolescente nos recorría enteros.

Y en cuanto llegamos afuera, reímos como tontos y en medio de nuestra temporal y pequeña victoria nos abrazamos con fuerza en forma de celebración y antes de que pudiera darme cuenta lo besé.

De nuevo lo besé sin saber por qué.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora