30.

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Desperté de esa manera en la que pocas veces nos despertamos. Tranquilo, sin sueño, sin preocupaciones, sin miedos, sin malhumor. Simplemente desperté y vaya que tuve un lindo despertar al descubrirme a mí mismo abrazando un delgado cuerpo por la cintura.

Me perdí en su sedoso cabello negro y en lo pálida que lucía su piel bajo los leves rayos del sol que ingresaban por la ventana de mi apartamento. Me quedé en silencio por mucho tiempo y me dediqué a acariciar su piel.

No era una fantasía. Estaba ahí, conmigo.

Mío.

— ¿Estas despierto? —pregunté al notar una leve respuesta de cosquillas a mis besos sobre la piel de su cuello.

Él asintió sacándome una sonrisa.

— Hace un tiempo... —confesó— un par de horas diría.

Me sorprendió su confesión.

— ¿Por qué no te has levantado? —cuestioné pensando que quiza necesitaba hacer sus necesidades y no lo había hecho por mi culpa.

No respondió inmediatamente, en cambio comenzó a girar su cuerpo con mucho cuidado de no romper el agarre que yo aún tenía sobre su cintura.

— Estaba pensando —me susurró mirándome con aquel brillo en sus ojos que tanto amaba—, tengo mucho en qué pensar, así que por eso estaba en silencio.

Le sonreí embriagado por su belleza.

— ¿En qué piensas? ¿En mí? —bromeé.

Él pintó una leve sonrisa en sus labios y asintió rodeandome con sus brazos con el mismo amor que yo le profesaba, haciendome sentir más afortunado de lo que ya me sentía.

— Pienso en que... —hizo una breve pausa en la cual se dedicó a mirar mis ojos— podría acostumbrarme a esto. Estoy feliz, Hoseok.

Suspiré al escucharlo.
Me dolía el pecho de la emoción.

— Yo también estoy feliz... —admití tocando la punta de su nariz con mi dedo.

En ese momento algo dentro de su cabeza pareció activarse y se levantó de la cama con rapidez, rompiendo el contacto y dejando frente a mis ojos una muy bonita imagen de su cuerpo siendo cubierto únicamente por una de mis camisas.

Lo miré buscar algo con la mirada y aunque me daba curiosidad saber lo que buscaba, no pude evitar echar un vistazo a sus largas piernas blancas. Hyungwon era enteramente hermoso, no tenía dudas.

— Aquí está. —comentó tomando su pantalón que lo había dejado doblado sobre algún mueble de mi apartamento— antes que se me olvide... —buscó en sus bolsillos y sacó un papel que finalmente lo extendió a mi, tomando asiento en la cama a mi lado— yo... No estoy pidiendo nada de eso ahora... —susurró avergonzado— pero deberías guardarlo por si acaso.

Mis ojos se clavaron con tristeza en él después de ver aquel papel.

— ¿Por qué una receta? —pregunté entristecido— ¿por qué no me pides alguna prenda de vestir o algo así antes de todo?

Él se encogió de hombros totalmente cabizbajo y comenzó a jugar con las sábanas, enrollandolas en sus dedos. Quizá tratando de contener su verborrea y su llanto.

— Yo... Es que... —intentó decir algo pero las palabras parecían no querer salir de su boca— s-si algún día yo estoy mal, entonces tú... —soltó un largo suspiro— es una receta original y verificada, no habrá problema en conseguir lo que necesito para estar bien...

Lo miré adolorido.
¿Por qué le habían hecho creer que él necesitaba depender de ese tipo de cosas cuando en realidad era tan fácil hacerlo feliz?

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora