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El día después de la boda de mi madre, experimenté por primera vez lo que significaba tener una resaca, lo cuál me pareció un poco absurdo ya que bebí menos de la mitad de lo que Hyungwon bebió, sin embargo cuando abrí los ojos y experimenté el agudo dolor de cabeza, él estaba a mi lado, viéndome tranquilamente como si estuviera preparado para cualquier reacción que yo tuviera al despertar.

Ese día vomité más que cuando estuve enfermo del estómago a los diez años. Pero Hyungwon estuvo a mi lado todo el tiempo, ayudando en lo que podía, cocinando cosas suaves para calmar mis síntomas y todo mientras estaba perfectamente bien, explicándome que había colapsado dentro de mi propio auto y que él tuvo que llevarme de regreso a mi apartamento, pero que no le había dicho a nadie para no arruinar la luna de miel de mi madre.

A partir de ese día juré que no volvería a beber en exceso ni aunque Hyungwon me lo pidiera.

¿Cómo era posible que él tuviera tanta resistencia al alcohol aún cuando había probado el alcohol en menos ocasiones que yo?

Ni siquiera él mismo lo sabía, sin embargo por acuerdo mutuo decidimos que el alcohol no estaría permitido en nuestras vidas. Después de todo, fue bueno experimentar una nueva primera vez con él, aunque no fue una tan agradable como las anteriores.

En los próximos meses me dediqué del todo a mi estudio. Estaba cerca de graduarme de la universidad por fin y eso era un alivio, pero al mismo tiempo era agobiante tener tanto por hacer que no me diera tiempo ni siquiera de dormir. Dejé los trabajos de medio tiempo que tenía, estudiaba mucho, y sin quererlo, también me vi obligado a "abandonar" mucho a mi chico.

A veces me concentraba tanto en mis trabajos que me olvidaba del mundo exterior, y apenas tocaba el celular en la madrugada justo después de terminar todos mis pendientes. Entonces me daba cuenta que a veces él me escribía uno o dos mensajes preguntándome si estaba bien y si ya había cenado o algo por estilo, pero nunca más que eso para no llenarme el chat de mensajes que pudieran frustrarme más de lo que estaba.

Por momentos mi corazón se sentía adolorido tan solo de pensar en lo mucho que seguramente él había esperado una respuesta a sus mensajes, pero al notar que yo no respondía simplemente asumía en que tendría la misma respuesta de siempre, que había estado ocupado, por lo que no insistía.

Esa madrugada, al igual que algunas otras en las que no pude responderle a tiempo, le envié un largo audio que sabía que escucharía al despertar si es que había podido conciliar el sueño esa noche. Le hablé de mi día, de cómo iban mis trabajos finales y de lo mucho que lo extrañaba, sin embargo, sabía que eso no lo contentaba, sobretodo porque no nos habíamos visto en toda la semana y en las últimas semanas apenas lo había visto una vez cada tantos días.

Después de sincerarme respecto a cómo me sentía con su ausencia, deposité el celular en el escritorio y peiné mi alborotado cabello con cansancio mientras miraba como a través de la ventana empezaban a aparecer los primeros rayos de luz diurna. Entonces me levanté y fui al baño para cepillarme los dientes para por fin acostarme a dormir todo el día y reponer el cansancio de una semana entera de trabajo, pero en ese momento mi celular comenzó a timbrar, dándome un buen susto.

Ya que no era normal que alguien me llamara a esas horas, corrí hacia el escritorio para ver de quien se trataba y el nombre de la persona que menos esperaba, apareció en la pantalla.

— ¿Cariño? —pregunté preocupado al escuchar sus sollozos tras contestar— ¿Qué ocurre? ¿Qué haces despierto? —mi corazón estaba frenético al recibir tanto silencio a cambio— Hyungwon, por favor contéstame, estoy asustado.

De nuevo hubo sólo silencio.

— T-te extraño mucho... —me dijo entre sollozos y con la voz temblorosa— de verdad te extraño.

Solté un largo suspiro.
Realmente me dolía escucharlo así.

— Yo también te extraño, pero debes descansar... —le sugerí suavemente— Iré a verte en la tarde, así que deberíamos dormir un poco ahora y...

— No puedo. —contestó con más firmeza que antes— Estoy en la calle.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar la última frase. Es decir, no era nuevo que Hyungwon se escapara de casa, lo hacía casi siempre, la diferencia es que lo hacía conmigo y no solo. La única vez que lo hizo solo, ambos terminamos metidos en muchos problemas y él en peligro.

— ¡¿En la calle?! ¡Eso es muy peligroso! Tú... ¿Qué planeas hacer? —corrí por todo el apartamento buscando mis zapatos y una chaqueta que me protegiera de la fresca brisa de la mañana— Dame la dirección, iré a recogerte.

Mientras buscaba mi billetera y las llaves del auto en el lugar que juraba que las había dejado, escuché un ruido del otro lado.

— Voy en camino a tu casa. —informó.

De alguna manera eso me tranquilizó pero no tanto, ya que él seguía en la calle y nuestras casas no estaban precisamente cerca. Y si agregaba el hecho de que seguramente habrían muy pocas personas en la calle a esa hora, sentía que cualquier cosa podría pasarle y yo no me enteraría.

— ¿Te escapaste de nuevo? —pregunté sabiendo que la respuesta era afirmativa— Ah... Mi Hyungwonnie, te amo mucho. —dije con preocupación encontrando por fin las llaves del auto— Por favor busca un lugar seguro donde esperarme y no te muevas de ahí, ya voy en camino.

Abrí la puerta del lugar para salir a toda prisa, pero él fue más rápido y me detuvo.

— No te preocupes, tomé un taxi hace rato... —susurró— Llegaré en unos tres minutos. Espérame en la puerta.

Suspiré sintiéndome todavía más intranquilo. No podía confiar la seguridad de mi amado en nadie más que no fuera su familia, la mía o yo mismo. Tenía tanto miedo en ese momento que sentía que el cuerpo entero me temblaba.

— No cortes la llamada. —le pedí con la voz temblorosa— Quédate en línea, así podré estar más tranquilo.

Lo escuchaba sollozar de vez en cuando y una radio de fondo, dando las noticias para la gente que madrugaba a trabajar.

— ¿Puedes pagarme el taxi? Por favor... —me pidió con una voz que casi me derritió entero.

Sonreí en medio de mi preocupación y no supe en qué momento había empezado a soltar lágrimas, pero ya tenía el rostro empapado.

— Claro, no te preocupes. —susurré— Te estoy esperando...

En ese momento el taxi se detuvo frente a la puerta de mi edificio y salí como loco a encontrarlo.

Le pagué al taxista y ni siquiera quise que me devolviera el cambio, sólo abrí la puerta para por fin poder tener al amor de mi vida finalmente a salvo en mis brazos, y él se abalanzó hacia mí con los brazos abiertos.

Lo abracé tan fuerte que seguramente se sintió sofocado en algún momento, pero quería sentir que estaba bien, aspirar su aroma y dejar que me amara tanto como quisiera hacerlo.

— Te extrañé... —susurró entre el llanto.

Me aparté lo suficiente para ver su carita mojada por el llanto, y con mucha paciencia aparté los mechones de cabello que se habían posado en su rostro, para poder apreciarlo mejor.

— No llores más... —besé sus mejillas una y otra vez— Estoy aquí... Te amo.

Y finalmente besé sus labios.

Cada vez era más difícil tenerlo lejos.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora