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Me vi una vez más en el espejo de aquella bonita habitación y con cara suspiro sentía que aquellos nervios que llevaban atormentándome el día entero, se intensificaban, amenazando con hacerme transpirar mucho, caminar torpemente y temblar. Aunque por un momento sonreí y pensé en que si fuera mi boda con Hyungwon estaría hecho un mar de llanto y emoción en lugar de tener nervios.

Aquel pensamiento me hizo sentir más tranquilo sin motivo, y aunque lo intenté, desde que traje al delgado a mi mente, fue imposible sacarlo. Fue como si su recuerdo se enfurruñara haciendo un berrinche por quedarse ahí.

Entonces, al verme al espejo de nuevo recordé ese día en el que fuimos a buscar nuestro vestuario para ese día. La verdad yo no tenía mucha idea de trajes formales o de moda en general, pero afortunadamente me había enamorado de un chico increíble al que le agradaban esos temas, por lo que me relajé pensando en que todo sería rápido con su consejo.

¡Estaba muy equivocado!

Hyungwon era flojo para muchas cosas, pero cuando se trataba de moda y verse bien, pasaba de ser una persona tranquila a ser una de esas profesionales de los programas de TV que incluso hacen llorar a las modelos. Puedo decir que sus palabras eran... Un poco rudas.

Cosas desde “te ves como una sardina en ese” hasta cosas como “Wonho, sé que te gusta como te queda ese. Pero tu entrepierna se nota demasiado. Además, ¿por qué quieres estar tan guapo? Eres mío, no quiero que nadie más te vea” fueron las que escuché ese día. En parte me arrepentí de haber ido con él y sus exigencias, pero al final del día no podía quejarme porque realmente eligió un traje que me hacía lucir como un príncipe, o al menos eso fue lo que dijo mi madre cuando me vio.

Debido a que sería yo la persona que la entregaría en el altar a quien sería su nuevo esposo, ella elogió a Hyungwon por su elección sin importarle mis horas de sufrimiento. Como sea, no podía enojarme con mis dos personas favoritas, así que me lo tomé con humor.

De repente escuché golpecitos en la puerta que me sacaron de mis graciosos recuerdos, y de nuevo mis nervios volvieron a aparecer, tan solo de pensar que ya era la hora y que era muy probable que me cayera torpemente en camino al altar.

Abrí la puerta, pero afortunadamente no era el encargado del evento, sino que un chico muy hermoso que decía ser mi esposo según las leyes que él se inventó.

— Hola, mi amor... —susurré con una sonrisa brillante, apoyándome en el marco de la puerta— ¿No sabes que es de mala suerte que los novios se vean antes de la boda? —bromeé— Si me divorcio de ti en un par de días, no me culpes porque...

— Wow... —comentó interrumpiéndome mientras me veía  de pies a cabeza.

Antes de que yo pudiera decir algo más o siguiera con mi tontería, me empujó por el pecho con ambas manos y cerró la puerta con seguro para finalmente abalazanrse sobre mí, comiéndome la boca a besos.

No pude contener la risa por nuestra coordinación, ya que tras que él se abalanzó sobre mí, me moví automáticamente para cargarlo y dejar que enrollara sus piernas alrededor de mi cintura, sin romper el beso.

Sin esperar más, caminé hacia el sillón que había en el lugar y me senté, dejándolo sobre mi regazo mientras los besos reducían su intensidad.

Cuando se separó de mí, sus labios brillaban con intensidad, respiraba un poco agitado y miraba mi rostro con una expresión que, si no hubiera sido por el lugar y el momento, me habría hecho arrancarle la ropa ahí mismo y lo haría mío nuevamente si me lo permitía.

— No me provoques ahora... —le regañé hundiendo mi rostro en el hueco entre su cuello y su clavícula, dejando un par de besos resbaladizos por ahí.

Él soltó una risita y acarició mi cabello con cuidado de no despeinarlo demasiado.

— Lo siento. No pude evitarlo... —se sinceró— Te ves tan guapo, no quiero dejarte salir y que todos te vean así. —gruñó abrazándome fuerte— Quiero ser el único que te vea así de guapo.

Me reí contra su piel y me separé para verlo.

— ¿Qué hay de ti? —le regañé con mucho amor— ¿Quién te dio permiso de andar por ahí solo, viéndote así de hermoso? —toqué sus rulitos que había hecho de nuevo gracias a la ocasión especial— Quizá debería marcar mi territorio... —me acerqué de nuevo a su cuello y comencé a hacer cosquillas con mi nariz en aquel lugar que amaba esconder mi rostro, y a gruñir como un perro.

Él se reía a carcajadas y se retorcía en mi regazo a causa de las cosquillas que estaba haciéndole.

— Basta, Wonho... —pidió entre risitas, pero lo ignoré, al menos hasta que escuché unos golpecitos en la puerta— Oh no, es hora...

Ambos nos pusimos de pie a la velocidad de un rayo, y después de arreglar nuestros trajes, abrí la puerta para recibir las instrucciones de lo que debía hacer al momento que fuera a entregar a mi mamá. Él estuvo todo el tiempo a mi lado, escuchando atentamente, seguramente para recordármelo todo al pie de la letra antes de mi turno.

Cuando nos dejaron solos de nuevo, solté un fuerte suspiro porque a diferencia de cuando estaba viéndome al espejo en total soledad, el verlo de pie a mi lado me hacía sentir una paz indescriptible.

— ¿Qué ocurre? —preguntó al notar que no dejaba de verlo— ¿Estás nervioso?

Negué levemente.

— Todo lo contrario... —besé su frente, luego sus mejillas y finalmente le di un beso corto en los labios— Te amo. —le recordé— Por favor tómate muchas fotografías conmigo hoy, estas muy hermoso.

Él había estado viéndome fijamente todo el tiempo, pero ante mis inesperadas palabras, sus mejillas se tintaron de un rosado intenso que lo obligó a voltear.

— Bien... —susurró sin mirarme— Ya casi es momento, debo ir a mi lugar.

Asentí dándole la razón.

— Ve. —le dije después de darle otro beso en la frente.

Él asintió y se detuvo en la puerta para mirarme y sonreír de forma deslumbrante.

— Tomaré muchas fotos en tu camino al altar. —comentó con emoción.

Finalmente se dio la vuelta y salió de ahí a paso rápido sabiendo que quizá se había retrasado mucho en su travesura de visitarme sin avisar. Pero mientras lo miraba ir, así de lejos y de espalda hacia mí, pensé en algo.

— La próxima vez me esperarás en él... —le susurré al aire, respondiendo a su anterior comentario.

Y sonreí.

Quizá era muy joven para cosas como esa,
pero aunque no fuera inmediatamente,
tenía claro lo que quería para mi futuro.


Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora