31.

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Habían pasado un par de días desde que tenía a Hyungwon conmigo. No me arrepentía en lo absoluto aunque no podía negar el hecho de que me sentía muy mal al ver a su madre tan preocupada.

No es que la vigilara, sino que después de "la desaparición" de su hijo, ella y mi madre se hicieron más cercanas e incluso compartían cenas en las cuales me obligaban a estar, o búsquedas en las cuales tenía que participar. Sin duda me sentía como un Judas, pero pensar en el rostro de adormilado de Hyungwon cada mañana me era suficiente motivo para mantener la boca cerrada.

Ese día fui obligado a una de las cenas después del largo día que tuve en la universidad y sinceramente sentía que no cabía en aquella casa que hasta hace poco tiempo había sido mi casa también.

— ¿Te sientes bien, hijo? —preguntó mi madre al notar que todas mis extremidades estaban inquietas golpeando algo.

La miré un poco asustado de que notara mi nerviosismo, sin embargo le sonreí intentando disimular.

— Ah, nada mamá... —susurré con una sonrisa— es solo que... Creo que se me está haciendo tarde para volver al apartamento, recuerda que tú necesitas el auto mañana y ya no hay transporte público a estas horas, así que tengo que correr...

Miré el reloj y ella también miró en la dirección que yo estaba viendo y efectivamente notó que era muy tarde y que me había estado reteniendo demasiado.

— Perdón hijo... Entre platicas el tiempo se me va volando... —me acarició el hombro y me vio preocupada— deberías quedarte entonces, ya es muy peligroso para que estés en la calle.

Claro que esa sería una muy buena opción de no ser porque en el apartamento me esperaba un asustadizo muchacho delgado que a esas alturas seguramente ya estaría llorando pensando en que me habían pasado mil cosas por el camino.

— Mamá, tengo cosas de la universidad que hacer, no puedo quedarme... —respondí viéndolas a ambas— espero que me comprendan...

La señora Chae asintió con su sonrisa triste que ya era tan característica en ella y me dolió el corazón una vez más.

— Supongo que los hijos crecen y cada uno debe buscar su camino... —comentó con un tono de tristeza.

Ni mi madre ni yo quisimos responder a aquel comentario, aunque por razones diferentes. Entonces me levanté dispuesto a irme, seguido de mi madre dándome mucha comida para llevar.

— Cuídate hijo... —dio un beso en mi frente y me acarició los hombros— llámame cuando estés en casa, duerme bien y por favor sé un buen chico ¿si? Recuerda que tienes recompensas monetarias por eso... —regañó.

Sonreí y asentí al recordarlo. Necesitaba más que nunca ese dinero extra porque aunque no necesitáramos la gran cosa, sentía que era necesario tener algo guardado para consentir a mi Hyungwon.

En ese momento mis pensamientos fueron interrumpidos por una cálida mano posandose en uno de mis hombros.

— Cuídate mucho. —susurró la señora Chae sonriendo sinceramente.

Sabía que ella no me odiaba y tampoco lo haría si le dijera que Hyungwon estaba conmigo, pero si las cosas salían a la luz podrían empeorar debido a que ella no le guardaría ese secreto a su esposo y aunque mi boca doliera por hablar, siempre me contenía.

— Usted también... —le respondí amablemente atreviéndome a darle un abrazo, entonces cuando estuve cerca de su oído le susurré— estoy seguro de que Hyungwon está bien ahora y la querría ver sonriendo...

Entonces me separé de ella y vi sus ojos cristalizados, pero manteniendo la sonrisa bonita que me había dedicado.

Era jodido de mi parte decirle algo así, pero me alegraba darle un consuelo, así que después de aquella emotiva despedida me dispuse a correr durante todo el camino.

No fue nada fácil correr casi 30 minutos sin parar. Cuando llegué apenas podía respirar y sentía mis piernas como una gelatina, pero decidí que no habría descanso hasta estar en la cama con Hyungwon.

Ingresé en el apartamento y lo primero que vi fue que las luces estaban apagadas, al menos la mayoría. Sentí un poco de temor al ver aquello sabiendo que Hyungwon era una persona demasiado hiperactiva como para estar durmiendo a esas horas y menos si era solo.

— Hyungwon... —le llamé mientras avanzaba por el lugar con mucha cautela— Hyungwon... ¿Donde estás?

Abrí la puerta de la habitación muy lentamente y mi corazón dio un vuelco al notar la televisión encendida, recipientes de comida en el suelo, la cama literalmente hecha un desastre y nada de rastros de Hyungwon.

Si mi respiración estaba agitada antes de ver aquello, cuando vi la escena sentía que no podía respirar.

Mi cautela se fue a dar un paseo y corrí hacia el lugar, deseando encontrarlo, no importaba si era debajo de la cama o en el armario. Pero necesitaba hacerlo, aunque no había rastro de él.

— ¡Hyungwon! —volví a llamarle temiendo lo peor, entonces me dirigí a la puerta del baño y la abrí sin pensarlo. Estaba ahí, sentado en el suelo con la cara húmeda, envuelto en una sábana y semidesnudo— ¿Qué demonios pasó? —pregunté tirándome al suelo de rodillas para abrazarlo automáticamente.

— ¡Wonho! —gritó y me abrazó por el cuello con mucha fuerza, llorando a mares— ¿donde estabas? Estaba muy asustado...

Se separó un poco de mi, entonces le limpié las lágrimas.

— Estaba con mi madre, lo siento... —me disculpe— ¿Qué ha pasado? ¿Qué es todo eso de allá?

Su carita triste se mantenía fuera de mi rango visión, su mirada clavada en el suelo y sus lágrimas fluyendo.

No quería alarmarme demasiado porque sabía que aquella era una reacción más que normal de su comportamiento, pero el contexto de todo me hacía sentir inseguro.

— Eso... —guardó silencio un rato y luego soltó una risita que me desconcertó— es una larga historia.

Fruncí el ceño confundido mientras lo miraba cubrirse con la sabana como si fuera una pequeña magdalena llorona.

— Entonces, cuéntame... —le pedí en tono suave cuidando que mi petición no sonara a regaño— tengo toda la noche.

Él asintió sosteniendo muy bien la sabana dejando apenas libre su rostro mientras cubría todo su cuerpo, que parecía minúsculo al estar sentado en el suelo.

— Es que yo... —me miró con ojitos suplicantes— ¿Recuerdas que me dijiste que podía utilizar tu tarjeta para comprar si necesitaba algo? —asentí intentando atar cabos en mi mente— tú... Tú te tardabas mucho y... Y yo estaba aburrido, así que empecé a escribir en la libreta pero mi mano dolía así que no pude y luego intenté ordenar pero aún así seguía aburrido —comentó en segundos delatando que su verborrea era a causa de sus propios nervios— y, y luego yo pensé en qué haría de cenar pero tú no venías, entonces era tarde, el sol se escondía, mi mano seguía doliendo y...

Había dicho tanto tan rápido que no estaba entendiendo nada.

— Hyungwon... —toqué su rostro suavemente— dime qué ha pasado.

Él me miró fijamente a los ojos y suspiró.

— Utilicé tu tarjeta... —confesó, entonces yo asentí sin molestia alguna sabiendo que era muy probable que él necesitara algo— y bueno...

Me quedé expectante esperando la continuación de aquella frase, sin embargo no fue necesaria porque en ese momento mi pequeña magdalena llorona dejó caer la sabana que lo cubría y me dejó ver el secreto que escondía.

Chae Hyungwon era perfecto sin importar nada, pero en cuanto mi pequeña magdalena se convirtió frente a mis ojos en mi chico Sakura y lo vi por primera vez con su cabello teñido en rosa me provocó mil mini infartos, una sonrisa involuntaria y unas ganas inexplicables de besarlo hasta el cansancio.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora