No pude evitar soltar una carcajada al verlo tan concentrado por un dibujo tan mal hecho gracias a la textura rugosa del yeso.
— ¿Qué se supone que es eso? —pregunté entre risas.
Él suspiró abatido y se separó de mí para ver su dibujo e incluso ladeó la cabeza para intentar encontrarle un forma.
— Yo que sé... —bufó resignado— se supone que era un corazón cuando comencé.
Ambos nos reímos viendo mi brazo roto, o más bien el yeso lleno de dibujos de todos tipos y tamaños hechos por la misma persona, pues aunque volví al colegio para poder hacer el examen, Hyungwon me encomendó la difícil tarea de no dejar que nadie excepto él, manchara mi yeso.
Y un par de semanas después, aquel triste y aburrido trozo blanco se había tornado en un colorido trozo de yeso que incluso sentía pena quitarme.
Me hubiera gustado guardarlo para siempre.
— Está muy lindo —elogié a mi chico al verlo tan decepcionado por una tontería— a mi me salen peor— me encogí de hombros para restarle importancia a la situación.
Él iba a decir algo más, seguro iba a contradecir mi comentario con algo pesimista, pero la puerta abriéndose nos hizo voltear casi al mismo tiempo. Fue entonces cuando vimos a mi madre ingresar a la casa con una expresión de cansancio marcada en el rostro, casi arrastrando los pies por la sala.
— Bienvenida mamá... —saludé con una sonrisa gracias a que en ese momento me encontraba de muy buen humor.
— Buenas tardes señora... —saludó el delgado casi con la misma alegría que yo, sin embargo ella nos vio a ambos, acarició nuestros cabellos y suspiró.
— Hola, hijo. —me sonrió y luego miró a Hyungwon— Hyungwon, cariño, ve a casa.
Ambos fruncimos el ceño ante tal temprana petición por parte de ella.
— Claro iré a casa esta noche, después de que Hoseok y yo... —intentó explicar animadamente antes de ser interrumpido nuevamente por ella.
— No, Hyungwon. —dijo en tono serio— irás a casa, ahora. Es una orden.
Ella desvió su mirada hacia el suelo sabiendo que mi rostro tendría una expresión inexplicable. Ella era mi mejor amiga, mi todo y sinceramente no la reconocía en esos momentos.
— ¿Por qué lo echas? —pregunté con molestia— ¿acaso cuesta mucho esperar a que él... —Hyungwon me cubrió la boca con su delgada mano y me sonrió aún cuando sus ojitos ya se habían cristalizado.
Lo miré fijamente intentando comunicarle que iba a defenderlo, sin embargo él negó levemente con una sonrisa triste.
— Está bien, gracias por todo señora. —susurró con la voz rota— buenas noches Hoseok... —me miró y pude ver su labio inferior temblando— procura descansar mucho y no olvides que tus pastillas para el dolor están en el segundo cajón de la mesita... —sonrió a punto de llorar y miró a mi madre— buenas noches a ambos.
Yo me quedé en el sofá deseando correr hacia él y envolverlo en mis brazos, pero no podía por los momentos y sabía que él tampoco quería que lo hiciera, así que cuando la puerta de enfrente se cerró mis ojos cristalizados se posaron en mi madre.
— Wonho... —me interrumpió antes de que yo dijera algo de lo que pudiera arrepentirme— solo queremos lo mejor para ambos y aunque no estaba de acuerdo en esto, él es un menor de edad y no podemos contradecir a su padre. —me envolvió en un abrazo que parecía quemar— lo siento cariño, dime si hay algo que puedo hacer para que te sientas mejor por ahora.
Me puse de pie sin contener el llanto.
— Solo hay algo que quiero... —sollocé— quiero tenerlo aquí y que me bese cada vez que se le venga en gana.
Entonces di la vuelta y me fui directo a mi habitación.
Dolía estar sin él.
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