Nuestras miradas se cruzaron en la cafetería de sus padres, pero no pareció inmutarse ante mi presencia como en ocasiones anteriores, aún cuando no nos habíamos visto en casi una semana.
— Hyungwon... —le llamé cuando pasó cerca de mi, sin embargo no recibí ninguna respuesta a cambio. Ni siquiera un gesto— Hyungwon... —insistí, esta vez tocando suavemente el delantal que portaba cada vez que ayudaba en la cafetería— ¿Qué pasa? ¿Por qué me evitas?
Él me miró fijamente y suspiró.
— No puedo hablar aquí... —se excusó intentando irse para dejarme con la palabra en la boca.
Sin embargo ya había esperado demasiado como para seguir haciéndolo, entonces tomé su muñeca y lo detuve.
— Entonces vamos afuera... —susurré con firmeza— o a donde quieras, pero necesito que hablemos ahora.
Posó su mirada en el suelo y asintió para finalmente quitar su delantal y dejarlo en el mostrador de la cafetería. Entonces comenzó a caminar en dirección a la salida sin avisarme, así que tomé mi mochila rápidamente y corrí detrás de él.
Sus pasos se dirigieron con prisas hacia la dirección que yo conocía muy bien; su casa.
Al llegar, abrió la puerta, me dejó pasar y luego cerró detrás de él como si lo que sea que fuéramos a hablar tuviera demasiada importancia.— Bien, aquí estamos. —suspiró sin saber cómo comenzar, entonces asentí.
— ¿Vas a decirme por qué me has estado evitando durante una semana? —pregunté un poco molesto y triste— pensé que éramos amigos.
Él me miró de la misma manera que yo lo veía, entonces suspiró y se sentó en el sofá.
— Exacto, amigos. —mencionó dando énfasis a esa palabra— los amigos no se ven todos los días y se besan y todo eso.
Lo miré con confusión.
¿Acaso ya no quería hacer nada de eso?— ¿Por qué lo dices ahora? —me acerqué al sofá— ¿Te molesta?
Él negó con un poco de enfado.
— Yo solo quiero decir que... —suspiró frustrado— era mi cumpleaños...
Lo miré un poco sorprendido.
— ¿Qué? —susurré sin comprender bien a qué se refería.
— Era mi cumpleaños... —su voz se quebró— y... Y yo te dije lo que deseaba y luego tu rostro... —sollozó— yo fui un tonto por decir una tontería como esa, lo siento Hoseok... —volvió a sollozar— no debí decir mi deseo en voz alta...
Se cubrió el rostro con sus delicadas manos mientras rompía en llanto, dejándome con una mezcla de tristeza y culpa en el pecho de saber que reaccioné mal a un simple deseo inocente.
— Hyungwon... —susurré agachandome frente a él— no es lo que quise... —suspiré— yo... Lo siento, voy a compensarlo. —acaricié su cabello— ¿Quieres un beso?
Me sorprendí cuando lo vi negar.
— En la boca no... —susurró aún un poco molesto.
Yo sonreí levemente ante su tono de voz.
— ¿Ah no? —él negó de nuevo para confirmar sus palabras— ¿entonces donde? —él apartó sus manos y miró aún con su carita humedecida por el llanto y señaló su mejilla derecha en la cual me apresuré a dejar un beso— ¿puedo aquí? —señalé su otra mejilla y él sonrió levemente mientras asentía, entonces me encargué de dejar un ruidoso beso en su mejilla izquierda para finalmente mirarlo y sonreír— perdóname... Perdóname por ser un tonto, no puedo evitarlo.
Él me miró fijamente un par de segundos y finalmente asintió.
— Te perdono... —susurró— pero ya no hay pastel para darte. —comentó con tristeza.
Solté una risita e hice un puchero.
— Que mal... —fingí tristeza— aunque puedo comprar un trozo mañana y que lo compartas conmigo ¿te parece?
Él asintió levemente y no me contuve de abrazarlo para sentir un poco el calor de su delgado cuerpo contra el mío que por alguna razón me tranquilizaba.
Chae Hyungwon era una cajita de
misterios que amaba descubrir
y que entre más encontraba,
más quería buscar.
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