9.

1.5K 348 25
                                        

Sus hermosos ojos brillaron de emoción y su boca se abrió en sorpresa cuando le di la noticia.

— ¿Es verdad? —cuestionó como si le estuviera mintiendo.

Yo asentí sin comprender a qué se debía tanta emoción por una cosa tan vanal.

— Claro... ¿Por qué mentiría con algo así? —lo miré con una sonrisa y revolví su cabello— mi mamá me dijo que quería invitarte a almorzar... —me quedé pensativo dejando mi cuaderno de lado por un momento— ella nunca invita a almorzar a nadie, sobre todo porque nunca almuerzo con ella —me encogí de hombros— pero mañana estará en casa así que bueno... Ya te invité.

Él asintió efusivamente y se dispuso a garabatear algo en el cuaderno que yo le había dado hace unos días para que no me interrumpiera mientras yo hacía mis tareas.

Su acción me pareció de lo más tierna. Estaba emocionado por algo tan simple y en vez de comunicarlo, luchaba contra sí mismo por contenerse y mejor drenaba su efusividad escribiendo.

— Uff... —se quejó apretando su mano derecha con una expresión de dolor.

Entonces le sonreí y apreté una de sus mejillas.

— He terminado mi tarea... —mentí guardando el cuaderno en mi mochila antes de que fuera a parar al agua del riachuelo— puedes decirme lo que quieras...

Su rostro brilló nuevamente y en fracciones de segundos tenía al efusivo Hyungwon dándome un abrazo tan fuerte que acabó por dejarme acostado en el suave pasto del lugar.

— ¡Es genial! —exclamó sin soltarme— es muy genial... —se separó de mí poniendo sus manos en mis hombros para impulsarse hacia arriba— conoceré tu casa y... y... Tu barrio y tu madre y... Todo.

Sonreí como un bobo al ver su felicidad tan pura.

— No te emociones tanto... —susurré correspondiendo su abrazo al pasar mis brazos por su espalda a la altura de cintura— mi madre no cocina tan bien como tus padres, así que... Si mi consejo vale, lleva algo de tu casa, escondido en tu mochila.

El sonrió nuevamente al escuchar mi broma y me ayudó a sentarme, sin embargo no sé apartó de mí regazo.

— Yo creo que tu madre cocina genial... —susurró más tranquilo— ya quiero que se llegue mañana para compartir contigo.

Sin preguntarmelo, sus rosados labios me besaron varias veces. Eran besos cortos pero muy amorosos, que delataban lo profundo que era su corazón.

Yo simplemente me quedé estático, dejando que él me besara cuanto quisiera, pues si él estaba feliz, yo también.

Y cuando ya terminó con la sesión de besos, sonreí.

— ¿Para qué quieres que se haga mañana si me tienes aquí y ahora? —susurré arqueando una ceja.

Él sonrió como si me ocultara algo y negó.

— Para besarte nuevamente... —susurró un poco avergonzado, tintando sus mejillas de un cálido color rojizo que solo yo podía apreciar con tanto detalle.

Fue entonces cuando me di
cuenta que aquellos cortos besos
sin un motivo, me hacían más
feliz que nadie.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora