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Después de haber estado con la mente inundada de proyectos, tareas y muchísimas cosas acerca de la graduación, el hecho de tener tan sólo un fin de semana libre sabía a gloria. Ya había olvidado lo bien que se sentía dormir más de seis horas, despertar tarde sin sentir culpabilidad y beber café mirando a la nada, con la mente vacía de preocupaciones.

Ese día era un domingo y debía ir a casa de mis suegros, ya que el día anterior había estado compartiendo un día de paseo con mi madre y su esposo, ahora era mi turno de ver al mío, quien me esperaba ansiosamente en casa de sus padres.

Debido a que tenía la mente tan desocupada, decidí llenarla de aquellos pensamientos imaginativos que me hacían visualizar a mi Hyungwon despertando a mi lado cada mañana, con su cabello alborotado y sus ojitos negándose a abrirse. Estaba increíblemente emocionado de saber que lo que antes se categorizaba simplemente como un sueño, en poco tiempo sería una contundente realidad, aunque el precio a pagar era bastante alto.

Ese día me arreglé casualmente pero no tan informal. Ya había dicho la verdad a mi madre el día anterior y se había llegado el momento de decir la verdad a los padres de mi esposo también, es sólo que no sabía como resultaría esa situación. Ya que, si bien no podrían separarnos como la primera vez, no quería ver a Hyungwon con el corazón roto, obligado a romper la relación con sus padres por mi culpa, y eso era lo que más temía.

Cuando estacioné el auto frente a la casa que había visitado en demasiadas ocasiones antes, sentía que ninguna de esas veces se sintió como en ese momento. De alguna forma sentía como si estaba yendo a un juicio del cual no podría salir ileso, sin embargo moría por ver a mi chico y no me importaba romper un par de reglas más por él.

Tan pronto como bajé del auto, lo vi esperándome de pie en la entrada, vestido de manera casual también pero sencillamente hermoso a su manera. Ninguno se pudo contener de las ganas y terminamos corriendo al encuentro del otro para darnos muchos besos y un fuerte abrazo que nos duró un par de segundos más de lo que a su padre le hubiera gustado, ya que carraspeó la garganta a unos pasos de distancia de nosotros para que no fueramos demasiado cariñosos en su presencia.

— Señor Chae... —le saludé haciendo una reverencia un poco avergonzado y nervioso— Un gusto volver a verlo.

— Hoseok, pasa adelante. —me invitó con una leve sonrisa, señalando al patio trasero de la casa— Hoy almorzaremos al aire libre.

Asentí y le hice caso, fui a la parte trasera tomando la mano de mi chico, quien empezó a comentarme muchísimas cosas debido a su emoción y desbordante energía. Poco después apareció en el lugar la señora Chae con unos recipientes de comida que Hyungwon y yo ayudamos a colocar sobre la mesa, para finalmente sentarnos uno al lado del otro.

El almuerzo transcurrió sin más inconvenientes, charlamos de muchas cosas, sobretodo estuve resolviendo las dudas que ellos tenían acerca de mi carrera y de como sobrellevaba la carga de los proyectos finales, pero a fin de cuentas, todavía tenía que decir aquello que probablemente les molestaría.

Sinceramente no sabía cómo empezar a hacerlo, pero en un momento cuando Hyungwon apoyó su cabeza en mi hombro y recibió una mirada seria de su celoso padre para que no fuera demasiado cariñoso conmigo en su casa, supe que no podía privar más a mi chico de profesarme todo el amor que quisiera, cuando quisiera. Entonces decidí hacerlo.

— Señores... —llamé su atención que poco tiempo antes se había desviado a una ensalada de frutas que habían servido de postre— Yo... Tengo algo que decirles. O más bien, tenemos algo que decirles.

En el momento que abracé a Hyungwon por la cintura y lo apegué a mí, las cejas de su padre se fruncieron, delatando la sospecha que sintió al ver la acción sumada al comentario.

— Somos todo oídos... —comentó poniendo los codos sobre la mesa y apoyando la barbilla en sus puños.

Pude sentir el miedo que sintió Hyungwon al ver esa reacción, porque se acurrucó contra mí y agarró mi camisa con fuerza, cómo si necesitara de un sustento en ese momento. Y ni hablar del ritmo de su corazón que podía sentir debido a la cercanía.

— Bueno... Esto... —suspiré— Probablemente no les va a gustar sin importar la forma en que lo diga asi que iré directo al grano... —carraspeé mi garganta— Sé que hemos pasado por muchas cosas desde que Hyungwon y yo nos conocimos, sin embargo mi amor hacia él siempre ha sido puro y él también me ha amado sin condiciones, así que... Por acuerdo mutuo, hemos decidido vivir juntos después de mi graduación.

Tan pronto como terminé de decir aquello, se escuchó un golpe en la mesa y el señor Chae se puso de pie, mientras que la señora Chae me miraba totalmente asustada.

— ¡¿Qué quieres decir con eso?! —me preguntó mientras el color de su rostro se tornaba de pálido a rojo— ¡No toleraré de nuevo tus jueguitos de llevarte a Hyungwon de mi casa cómo si fuera cualquier cosa! —en ese momento miró a su hijo y rodeó la mesa, provocando que nosotros también nos pusieramos de pie y yo escondiera a Hyungwon detrás mío— Hyungwon, he hablado contigo, ¡ya conoces mis condiciones!

Suspiré sintiéndome un poco mal por Hyungwon sabiendo lo mal que seguramente se sentía en ese momento.

— Conozco sus condiciones y soy consciente de que lo hace por el bien de su hijo... —susurré intentando mantenerme calmado— Pero no tiene que preocuparse por eso, yo amo a Hyungwon y se lo he demostrado de todas las maneras posibles. Además... —suspiré— Hyungwon y yo hemos contraído matrimonio legalmente un par de semanas atrás.

Mi suegra, quien hace un momento tenía una expresión de susto, palideció y se quedó inmóvil mirando a su esposo, mientras que el señor Chae simplemente guardó silencio, miró a Hyungwon por un largo rato, luego se dio la vuelta y se fue a la otra punta del patio. No fue hasta después de un tiempo que me di cuenta que bajó la cabeza porque estaba llorando, pues él sabía perfectamente que con todas las cosas respecto a Hyungwon, yo no estaría bromeando.

La señora Chae corrió hacia él intentando consolarlo, mientras que Hyungwon y yo nos quedamos en nuestros lugares, mirando en su dirección. Sin embargo, el corazón de Hyungwon ya se había roto, por lo que hizo lo único que podía hacer para tranquilizarse.

Corrió hacia su habitación, y claramente yo fui tras él. Todo parecía ser un desastre en ese momento, pero lo que más me preocupaba era mi esposo. Lo demás se arreglaría de cualquier manera.

— Hyungwon... —le llamé yendo detrás de él— Mi amor...

Cuando entré a la habitación, lo vi sentado en la cama llorando, abrazando su almohada y con las lágrimas empapando su rostro. Odiaba esa imagen, realmente la odiaba.

Me senté a su lado y lo estreché entre mis brazos dejando una lluvia de besos en su cabello, susurrándole que todo estaría bien.

Aunque ni siquiera podía asegurarle eso.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora