Turnos.

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Comenzaba Henry, el dormiría la mitad de la madrugada en el sofá y luego iría a la cama de Julia.
Julia colocó su despertador, el cuál comenzó a sonar a mitad de madrugada.
Henry lo escuchó también, así que decidió levantarse.
Ambos se encontraron en la sala.
Henry: - No es buena idea, regresa a tu cama.
Julia: - Habíamos llegado a un acuerdo, me toca a mí el sofá.
Henry: - Te dará un resfrío.
Julia: - ¿Y eso a quién le interesa?
Henry: - A mí.
Ambos de quedaron callados ocultando las sonrisas, cuando de pronto, Ben apareció.
Ben: - ¿Por qué no se quedaron conmigo?
Julia: - Discúlpanos.
Henry: - Ahí voy.
Ben: - Yo quiero que vengan los dos.
Henry: - Pero...
Ben: - Papá y Mamá se quedan conmigo.
Al escuchar eso, ambos se conmovieron y acompañaron a Ben a la cama.
Ben se recostó.
Henry: - Ya puedes irte, se quedó dormido.
Julia: - Era mi turno.
Henry: - Pero te dará un resfrío, no me molesta usar el sofá.
Julia: - Haremos algo, nos quedaremos aquí con Ben, nadie va a discutir.
Después de un rato, Henry decidió romper el silencio.
Henry: - Oye, sobre el otro día, perdón.
Julia: - Está bien, te entiendo.
Henry: - Gracias por entender.
Y allí comenzó, la segunda noche llena de charlas, la única diferencia fue que debieron susurrar por qué un niño dormía a su lado.
Ambos se dieron cuenta.
Encontraron a ese alguien.
Ese alguien que podía hacerlos llorar y reír.
Ese alguien que tal vez sea para siempre.
Por dentro pensaban, pero no lo decían.
Tal vez era miedo, o entusiasmo.
Esa mujer se había enamorado de ese hombre.
Ese hombre se había enamorado de esa mujer.
Ambos se habían enamorado.
¿Cómo era posible sentirse tan cómodos?
¿Cómo era posible que una simple conversación fuera tan interesante?
¿Cómo era posible que una sencilla equivocación en el papeleo podría unir a dos personas?

Novios por accidente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora