Adrianne tenía delante el callejón cuyo nombre estaba apuntado en una servilleta grasosa del lugar en el que había parado a comer. Esa camera desarreglada se lo había dicho tras mucha insistencia por parte de la chica.
Al parecer conseguir información por esos lugares era complicado.
Soltó un suspiro antes de adentrarse en él. No sabía dónde iba a aparecer y ni siquiera si él iba a estar ahí. No había podido conseguir un horario al que atenerse. Esos negocios siempre procedían en la clandestinidad absoluta.
Todo en aquel barrio tenía mala pinta. Las calles estaban en su mayoría desérticas, los locales desangelados y las casas contaban con un exterior recubierto de suciedad que dejaba bien claro que el ayuntamiento pocas veces mandaba a los funcionarios a limpiar.
La gente la observaba. Tal vez por sus pintas poco comunes para ellos, o puede que sólo porque su cara no se les hacía conocida.
Le divisó al final de la calle, junto a una verja y un montón de cajas de madera en las que estaba sentado mientras miraba su móvil sin prestarle mucha atención.
-Sabía que estarías aquí.-se hizo notar.
Caleb levantó la cabeza y la miró por unos segundos sin reconocerla. Cuando se percató que era ella puso los ojos en blanco.
¿Qué hacía allí? Ese sitio era peligroso, y más yendo con las pintas que iba. Sólo a ella se le ocurriría ir con un bolso de Michael Kors por esas calles.
Era muy lista para muchas cosas pero a veces era rematadamente estúpida.
El chico podía distinguir cualquier marca de bolso con tan sólo un vistazo. Eran demasiados años robando como para no saberse las marcas, cuánto costaban y si eran verdaderos o una buena falsificación.
Adrianne en cambio le miraba con una sonrisa de autosuficiencia. Estaba orgullosa de haberle encontrado y de que la señora del bar no le hubiese mentido.
-¿Cómo me has encontrado?-preguntó por fin tras unos minutos.
-Ha sido fácil.-se acercó hasta quedarse a su lado.-He buscado el callejón más oscuro y he dado contigo.
Estaba de broma pero Caleb, desacostumbrado al humor ácido de la chica, torció el gesto. No estaba para estar de cachondeo, llevaba un día muy duro.
-No pongas esa cara.-rio ante la reacción del moreno.-He preguntado por ahí.
-¿A quién?
Caleb se alarmó ante las palabras de la que había sido su hermana. Generalmente le importaba una mierda lo que la gente pensase de él, y que supieran a lo que se dedicaba. Era publicidad gratis al fin y al cabo. Pero lo que pensase ella no, lo había comprobado el día del partido de la Royal Academy Redux.
Estuvo un tiempo martirizándose por aquello.
-Vaya...-murmuró desilusionada al encontrarse con un Caleb frío y distante.-No parece que te alegres de verme.
-Tienes toda la razón. No me alegro.-zanjó la charla volviendo a la pantalla del viejo móvil.-Vete por donde has venido. Nos irá mejor a todos.
Stonewall se mordió los mofletes para no decir otra cosa más que esa. Para nada no se alegraba, es más, estaba sorprendido de que ella hubiese ido a buscarle en persona después de lo que ocurrió. Cualquier otro le habría borrado de su memoria.
El corazón de Caleb era inmenso, pero lo había ido recubriendo con una capa enorme de odio hacia el mundo desde que era pequeño y le arrebataron lo que le era familiar. Sólo una persona había llegado a tocar su verdadero ser, y esa era la chica que tenía delante mirándole de brazos cruzados y el ceño fruncido.
Seguía igual que siempre. Peleona y tozuda como ella sola.
-Ya...-asintió sin apenas creerle.-¿No será más bien que no quieres meterme en tus chanchullos?
También seguía manteniendo el ingenio. Eso no se iba con el paso de los años.
-Mira que eres pesadita.-se levantó en un intento de intimidarla.-Si te digo que te pires es porque no me interesas ni lo más mínimo, ¿comprendes?
Adrianne sonrió de manera pilla para después, en un movimiento ágil como el de una gacela, meter la mano en el bolsillo de la chaqueta del chico.
Sacó una bolsa con unas cuantas pastillas de varios colores pastel bastante pequeñas.
-¿Y esto qué es entonces?-le preguntó agitando la bolsita transparente.-¿Speed, PMA, MDA, anfetas?
Estaba levantando la bolsa y poniéndola a contraluz para mirarlas mejor.
-Dame eso. Es peligroso.-ella las apartó de él antes de que pudiera alcanzarlas.-Te lo estoy diciendo en serio.
-Mientras no me las tome estaré bien.-argumentó.-Ahora dime, ¿por qué?
-Porque...-Caleb se quedó mudo en cuanto vio aparecer a un hombre en la entrada al callejón.
No iba solo, dos tíos enormes como castillos le acompañaban. Estaban llenos de tatuajes de la cabeza a los pies y alguna que otra cicatriz surcaban sus caras.
-Tienes que irte. Ahora.-clavó sus ojos claros en los de Adrianne.-Una vez salgas de aquí corre. Todo lo que puedas, hasta que te ahogues.
La chica se quedó helada y miró a su amigo con cara de pánico mientras veía de reojo como esos tíos se acercaban a paso lento.
-Pero...No hay salida.-murmuró buscando con la mirada algún lugar por el que se escabullirse.-Además, yo no me voy sin ti.
-Estaré bien.-la cortó en seco.-Sube la verja y vete.
-No.
Aún tenía la bolsa con la droga en la mano. La guardó en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero y aguantó la respiración.
Esos hombres tenían aún peor pinta que el resto de personas que se había encontrado por el camino. No auguraban nada bueno, y menos después de la reacción del chico que estaba a su lado.
-Vaya, vaya, Caleb...¿Quién es tu amiguita?
Adrianne les miraba con una ceja levantada sin comprender por qué Caleb les temía si se conocían.
-No es nadie. Ella ya se iba.-le pegó un empujón obligándole a avanzar.-¿A qué sí?
-Eh...
Estaba demasiado tensa y petrificada ante tales moles como para poder hablar con fluidez. Los tres la estaban mirando de manera fija e intensa.
Su cuerpo sabía de sobra que estaba en una situación peligrosa. Esto no era como enfrentarse a unos falsos extraterrestres o a unos niñatos con altivez. Era mucho más serio.
-¿Seguro? Yo no la veo avanzar.
-Seguro.-asintió con la cabeza mientras empujaba aún más a la chica.-Venga, muévete o empezarán a sospechar.
Lo último lo había dicho susurrando en la oreja de Adrianne.
-Tranquilo, ya lo hacemos.
Por primera vez el cabecilla del grupo sonrió, dejando ver su dentadura recta con varios dientes de oro. Adrianne pensó lo feo que era aquello pero no por mucho tiempo ya que otro la agarró de la mano.
-Mire jefe.-le sacó la bolsa transparente y la agitó como ella hacía un rato atrás.-Al parecer alguien ha comprado. Y mucho.
-Y seguro que Caleb tiene la pasta.-asumió el otro que aún no había abierto la boca.
Caleb cerro los ojos mientras se cagaba en todas las estampas de la chica. ¿Por qué siempre hacía lo que le daba la gana y no escuchaba a nadie?
-En realidad yo no he comprado nada.-explicó Adrianne notando como las manos le empezaban a sudar.-He venido a ver a Caleb y...a ayudarle a salir de aquí.
El moreno quería darse con una de las paredes del callejón en la cabeza repetidas veces hasta quedarse sin conocimiento. Era lo peor que podía haber soltado. Él esperaba que hubiera sacado una respuesta irónica de las suyas. Con un poco de suerte les habría hecho gracia y la habrían dejado irse con la promesa de no decirle nada a nadie sobre todo aquello.
-Ayudarle.-repitió el jefe.-Con que eres una niña buena...Y con gustos caros.-señaló el bolso.-Pues ahora las pastillas son tuyas y nos debes mucha pasta.
-Déjala irse tío.-le pidió el del mohicano.-No tiene ni idea de nada. Ni si quiera sabe como es este barrio. Mira como va vestida, por favor.
-Tentador pero...No.-sacó un cigarro, lo encendió y le dio la primera calada.-Ahora que nos conoce, no le queda otra que ser exterminada.
El hombre que le sujetaba por la muñeca la aprisionó de la cintura contra él.
-Jefe, podríamos divertirnos un poco con ella antes de hacerla desaparecer.-murmuró mirándola de arriba abajo.
Adrianne sintió una mezcla de repulsión y miedo que se presentaron en su cuerpo como unas nauseas tremendas. Vomitaría en cualquier momento, y esperaba que no fuera en los zapatos de ese tío.
Caleb al ver esa mirada notó como algo se encendía dentro de su cuerpo. Una llamarada de rabia descontrolada.
Había visto muchas veces esa mirada por parte de esos tipos puestas en otras chicas y sabía como acababa perfectamente. No quería que eso mismo pasase con la que aún consideraba su hermana.
Sin pensárselo dos veces arremetió con su puño en la cara del que sujetaba a Adrianne consiguiendo que esta se soltase aún en shock.
El chico era mucho más hábil que los otros tres juntos y deshacerse de sus golpes era algo realmente fácil para él, pero con lo que no contaba era con el hecho de que sacasen unas navajas de plata.
-¡Cuidado!-grito la chica cuando las vio.
Eran demasiado grandes para él. Su cuerpo de chico de dieciocho años no podía competir contra unos mazados de gimnasio por muy bien que él estuviera.
-Hay que correr.-dijo tirando del brazo de ella para que le siguiera.
Más que correr parecía que volaban. Caleb, pese al dolor que sentía en un costado de su torso no paró por nada del mundo. Tampoco soltó la mano de la chica.
-Por aquí.
Hicieron un giro brusco metiéndose dentro de una callejuela oscura cuya entrada estaba medio tapada por un cúmulo de bolsas de basura.
Él buscó las llaves en uno de sus bolsillos. Cuando las encontró abrió la puerta de su casa y de un tirón la metió dentro junto a él para después cerrar y poner todos los cerrojos que la puerta poseía.
Una vez la situación se calmó este se tiró al suelo muerto de dolor mientras intentaba sostenerse la herida con una mano.
-Oh, Dios mío, estás sangrando.-Adri se acercó preocupada.
-Sí, suele pasar cuando te pinchan.-murmuró sarcástico casi sin voz.-Joder...
-Hay que llevarte al hospital.
-¿Al hospital?¿Qué quieres?¿Qué nos encuentren de nuevo?
Adrianne se quedó callada mirando a Caleb. No sabía que hacer, la situación se había descontrolado por completo.
Esto no era la idea que tenía ella en su cabeza.
-¿Tienes algo con lo que la pueda curar?-preguntó recordando que había sido la enfermera no oficial de la Royal.-¿Agua oxigenada, alcohol?
-Mira en el baño.
Le dolía demasiado como para mantenerse sentado así que se tumbó en el suelo y se quitó la chaqueta como pudo.
La casa no era muy grande y apenas contaba con unos cuantos muebles roñosos y la luz, por mucho que la chica apretase el interruptor, no funcionaba.
Tuvo que alumbrarse con la linterna del móvil para poder encontrar algo entre tanta caja dentro del armarito de medicinas que estaba encima de la taza del váter.
La mayoría era pastillas, pero no como las de antes, sino antidepresivos. Se vio tentada a cogerlos y pedir explicaciones pero prefirió dejarlos donde estaban. Ya le había causado demasiados problemas a Caleb.
Volvió al salón con lo necesario. Unas vendas, algo para desinfectar y puntos de sutura de papel.
-¿Caleb, sigues vivo?-le preguntó viendo que estaba tirado y con los ojos cerrados.-A mí no me asustes, ¿eh?
-Morirme no entra en mis planes.-habló con voz baja.-No de momento.
La chica se agachó hasta quedar encima del moreno. La chaqueta estaba tirada al lado del sofá pero su camiseta seguía puesta con un gran corroncho de sangre a un lado que cada vez iba haciéndose más grande.
-Hay que quitarte esto.-le explicó comenzando a levantar la tela.
Adrianne no vio ningún problema en mancharse las manos de sangre y comenzó a curar la herida. En cambio Caleb estaba más centrado en mirar cada movimiento que esta hacía sin darle mayor importancia al dolor que el alcohol sobre su carne rajada le hacía sentir.
No quería que ella se metiera en líos por su culpa. Bastante mal se sentía por su último encontronazo.
-Deja de mirarme así.-le dijo seria.-Si hago esto es porque quiero. Y me da igual el resto de cosas que puedan pasar.
-Pero tú...
-Yo he venido aquí por un motivo Caleb. Y ese motivo eres tú.
-¿Yo?
-Sí.-asintió.-Desde que nos reencontramos no he dejado de pensar en todo el tiempo que hemos perdido por culpa de la asquerosa distancia.
Caleb se había mudado hace muchos años, y con ello perdió el contacto tanto con la chica como con el padre de esta.
-Lo sé pero las cosas han cambiado mucho Adri.-murmuró mirando la herida.-No soy ese niño que te caía bien.
-Anda, ni yo soy la misma.-exclamó.-Todos evolucionamos.
El chico dejó salir una sonrisa de medio lado. Por mucho que ella dijese que había evolucionado seguía siendo la misma. Un "no" no le valía como respuesta.
-Necesitas puntos.-le explicó la chica.-¿Estás seguro de que no quieres ir a un hospital?
-Seguro.-asintió decidido.
Le vendó la herida, no sin antes ponerle unos cuantos puntos de papel para mantener la carne unida el mayor tiempo posible.
Caleb se quedó sin camiseta recostado en la parte baja del sofá. Su ropa estaba para el arrastre.
-Dudo que la sangre se vaya...-le sonrió la chica sintiéndose culpable.-Esos hombres...
Él sabía por dónde iban los tiros así que decidió cortarla antes de que comenzase a hacer el millón de preguntas que borboteaban en su cabeza.
-Trabajo para ellos.-afirmó dejando callada a la chica.-Por eso no puedo irme contigo. Estaría poniéndote en peligro.
-Si me pagasen por cada vez que escucho esa frase...-suspiró mientras cruzaba las piernas como un indio.
-Son de un gran cartel de droga.-pronunció.-Si me piro y les dejo tirados me matan.
La chica empalideció y volvió a sentir nauseas. Conocía a Caleb, y nunca imaginó que llegaría hasta tales extremos.
-¿Pero cómo...?
-Cuando mi madre se suicidó...-le costaba hablar. Relatar esa historia era muy duro.-el año pasado, tuve que aprender a apañármelas solo económicamente. Antes, con la manutención del ayuntamiento y las ayudas sociales íbamos tirando pero una vez me quedé...
La coraza de Stonewall comenzaba a derruirse dejando salir al verdadero chico a flote. Ese dolor que llevaba por dentro se materializaba en forma de lágrimas que Adrianne no tardó en limpiar con el dorso de su manos.
-Por eso has visto las pastillas.-murmuró.-He sido incapaz de tirarlas.
En esos momentos no había nada que decir. Sólo la calidez de un abrazo sincero hizo que Caleb supiera que ella siempre fue y sería su ángel de la guarda y que la protegería con su propia vida si hiciese falta.
-Tu padre contactó conmigo.-le continuó contando.-Me prometió protección a cambio de unos cuantos favores, uno de ellos librarle de la pasma. Y acepté.
-¿Fuiste tú?
-Sí. Me dijo que tenía que atraer al Raimon hasta aquí pero nunca comentó nada de que tú formaras parte. Cuando te vi...
-No te quedó otra que continuar.-se encogió de hombros acertando por completo.-De lo contrario las consecuencias serían nefastas.
-Exacto. Además, la Piedra Alius era bastante controladora.-ambos lo sabían muy bien.-No sé si podrás perdonarme algún día.
-Ya lo he hecho, Caleb.
-Hablas muy rápido.-le dijo poniendo una de sus manos sobre otra de la chica. Estaba helada.-Te han visto, y tú a ellos. Si no te saco de aquí rápido puede que...
-No.-le empujó de nuevo para que mantuviera su culo en el suelo.-Saldremos de esta cuando te haga efecto el analgésico.
-¿Qué analgésico?
Del carísimo bolso sacó una pastilla y se la enseñó. Por algún motivo que desconocía el detective Smith se lo había dado antes de que partiera en el autobús. Como si se oliese lo que iba a suceder.
-¿Siempre llevas uno en el bolso?-se rio.-Vaya, y luego el que pasa droga soy yo.
-Me lo han dado.-comentó mientras iba a la cocina a coger un vaso de agua.
Por suerte el grifo seguía funcionando y le permitió llenar un vaso de cristal.
Retrocedió sobre sus pasos y se lo tendió a Caleb junto con la pastilla. Eso calmaría el dolor de su herida.
-Gracias.
Se la tomó de un golpe. Adrianne habría apostado porque él era capaz de tomársela sin necesidad del agua pero que no le había dicho nada.
-Puedo liberarte de esto.-la chica habló con solemnidad.-Pero a cambio tienes que prometerme una cosa.
-¿El qué?
-Que aceptarás ser parte de la selección juvenil de Japón y que no volverás a meterte en líos.-de su bolso sacó el móvil.-Dime que sí y haré la llamada.
-Está bien. Acepto.

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Fuerza (Inazuma Eleven)
FanfictionEra necesario acabar con él, y eso solo iba a ser posible gracias a su fuerza, pero no a una física si no mas bien a la de voluntad y de espíritu. Millones de aventuras le esperan a la vuelta de la esquina y no piensa vivirlas sola.