9.

82 8 0
                                    


Las cartas que su hermana Joyce le había entregado esa mañana eran, como esta ya le había advertido, bastante dificultosas de leer. Su francés era mejor que el de su hermana, así que tardó menos tiempo en leerlas. Estas, por lo que ella entendió, trataban sobre unas cartas de un General sumerio. Estas misivas, transcritas en partes de la correspondencia del anticuario, podían revelar la localización de la ciudad de Babilonia, dada por perdida, incluso mitológica, por lo que su hallazgo sería uno de los mayores descubrimientos de la historia.

Cuando comprendió la magnitud de lo que tenía entre sus manos, Desdemona estuvo a punto de desfallecer. ¡Babilonia! ¿Cómo nadie conocía la existencia de las cartas de ese General? ¿Dónde estaban? ¿Qué había pasado para que el hallazgo de algo tan importante no se hubiese producido finalmente? Necesitaba aire, por lo que abrió la ventana. El frío aire parisino se coló en la habitación. Desdemona, todavía nerviosa, se sirvió una taza de te de la tetera que la doncella había dejado en su dormitorio. El té estaba templado, pero esto no importó a la joven, que más tranquila, prosiguió la lectura de la correspondencia del anticuario.

En una serie de cartas más tarde pudo comprender un poco más la situación. La correspondencia era entre una tal Madame Caroline y un Coronel que se hallaba en aquel entonces de misión en Persia. Había sido éste el que había hallado las supuestas cartas del general sumerio en unos jarrones de barro en una cueva cerca de Bagdad. Conocedor del interés de Madame Caroline por el mundo Clásico, este se las estaba ofreciendo desinteresadamente. El Coronel había contactado con traductor de sumerio, para que Madame Caroline pudiese leer las cartas en francés. Varias de las cartas se limitaban a transcribir del antiguo sumerio las palabras del General, seguido esto de una traducción en francés. El anticuario se había limitado a guardar las cartas en ese escritorio, quedando olvidadas hasta que fueron rescatadas por Joyce.

Las cartas finalizaban ante la imposibilidad de traducir ciertas partes sumamente importantes, pues eran estas las que revelarían la localización de la ciudad.

Las traducciones que se habían podido realizar narraban la vida del General sumerio. Al leerlas, Desdemona se sintió transportada mil años atrás. Pudo ver el mundo mesopotámico a través de los ojos de ese General. Sintió el calor del desierto, la furia de las batallas que lideró, la soledad tras llevar meses sin saber nada de su familia. Saboreó la comida preparada para celebrar las victorias, compartió las dudas del General respecto a la guerra y lloró la muerte de sus soldados.

Cuando se dio cuenta, ya era de noche. Llevaba horas encerrada en su dormitorio, habiendo tomado solo un té frío y unas pastas. Su estómago rugió, pidiendo comida. Cuando salió de su dormitorio, buscó a alguna doncella que pudiese llevarle algún alimento a su cuarto. Mientras esperaba, reflexionó acerca de lo que acababa de leer.

Era una lástima tamaña pérdida, pero sabía que sin las cartas originales, nadie la iba a creer. Podía tratarse de una estafa planeada por el anticuario, que jamás se animó a realizar, quedando las cartas olvidadas en un cajón. Sabía que en ocasiones los anticuarios añadían años a los objetos que vendían, para aumentar el precio, pero no conocía de ningún caso en el que un anticuario llegase a inventar una correspondencia entre una dama y un coronel, para hablar sobre un hallazgo como Babilonia. Tal vez, si ella lograse traducir lo que faltaba, podía mirar en un mapa si tenía sentido que la ciudad estuviese ahí, dondequiera dijese el General sumerio.

Habían pasado más de cincuenta años desde el intercambio de cartas. Desde entonces se habían producido importantes avances y descubrimientos en los lenguajes clásicos. Prueba de ello era la Piedra de Rosetta. ¿Quién habría dicho cincuenta años antes que, por fín, se podrían interpretar los jeroglíficos egipcios? Desdemona era consciente de lo absurdo de su idea. ¿Cómo iba ella, que no tenía conocimiento alguno sobre lenguas clásicas, traducir un documento del antiguo sumerio? Más que absurdo, era del todo imposible.

LA PUREZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora