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La tarde la pasaron visitando anticuarios donde comprar muebles para enviar a su hogar en Londres. Desdemona pidió en varias ocasiones a su madre el poder acercarse a alguna librería para adquirir alguno de los libros recomendados por Liebermann, pero esta se negaba.

– Bastante que hayamos pasado toda la mañana con él. Tanto jarrón y tanta escultura.

– Madre, yo pensaba que había disfrutado de la visita con él y que en cuanto llegásemos al hotel le escribiría a padre contándole la maravillosa visita– Joyce miró a su hermana. Sabía que en cuanto nombrase a su padre, la Condesa se iba a retractar y con suerte dejaría que Desdemona adquiriese alguno de los libros.

– Por supuesto que he disfrutado, pero por hoy ya estoy cansada. Hemos andando sin descanso alguno desde que hemos salido del hotel. Y tener que tratar con esos anticuarios tan desagradables me ha levantado dolor de cabeza. Que se queden con sus muebles, que yo me quedaré con mi dinero. – el resto del camino al hotel la Condesa fue refunfuñando sobre la tarde, los vendedores, los franceses, el tiempo y lo mucho que echaba de menos Inglaterra y a su esposo. Cuando entraron en el hotel, el recepcionista le tendió a la mujer las llaves de las habitaciones y la correspondencia que había llegado para ella ese día.– Niñas, una carta de vuestro padre. Seguro que me pregunta cuando volvemos. Me echará tanto de menos...

– Echará de menos el dinero que estás gastando– murmuró Joyce.

– ¡Y una carta de Lady Ashworth!– Lady Virginia ignoró el comentario de su hija y rasgó el sobre para leer la carta de su amiga. Permaneció unos momentos en silencio, mientras sus hijas se iban despojando de sus abrigos.– ¡Señor! ¡Qué escándalo! ¡Y nosotras aquí perdiéndonoslo!

– ¿Ha ocurrido algo grave, madre?– preguntó Desdemona. Ante el silencio de su madre, Joyce y ella esperaron a que acabase de leer la carta para que les contase el escándalo por el que Lady Ashworth consideraba que merecía la pena escribir en una carta a su amiga.

– Seguro que vuestro padre no me comenta nada de esto en su carta.– la Condesa dio la carta a sus hijas, que se lanzaron a leerla.

Querida Virginia,

Siento escribirte en estos momentos, pues sé que estás disfrutando de un merecido viaje con tus hermosas hijas a París. Ardo en deseos de que vuelvas para que me cuentes las últimas modas que hay en la capital francesa. Por mucho que nos empeñemos de lo contrario, ellos están a años luz de nosotros en cuanto a moda se refiere. Por algo es la capital mundial de la moda. Mientras nosotros nos limitamos a copiarles como bien podamos.

Te escribo esta carta pues, como me hiciste prometer antes de nuestra despedida, en caso de algún escándalo te tenía que tener informada. Espero que mi juicio sea acertado al considerar esto lo suficientemente escandaloso como para contártelo por carta y no en persona cuando volváis.

Como bien sabrás, el hijo mayor del Marqués de Salisbury, Lord William, estaba cortejando a la hija mayor del Barón Astley, una muchacha con el único talento de poseer una gran dote. Su padre es un zopenco y de grado mucho menor al del Marqués, por lo que, como bien comentamos antes de tu partida, esa era una relación de interés. Lo más triste de este compromiso es la pérdida de los buenos genes de Lord William. Seguro que la escasa belleza y falta de toda inteligencia y buena educación de Lady Anette vencerían sobre lo apuesto y exquisitez de Lord William. ¿Recuerdas que comentábamos cómo serían sus hijos? Una lástima, por desgracia (o por fortuna, según se vea), ya jamás lo sabremos.

Lady Anette, que parecía tonta, pero en realidad no lo era, huyó hace unos días con un príncipe ruso y se han casado. ¡Un príncipe ni más ni menos! Es verdad que en Rusia das una patada a una piedra y te sale un príncipe, pero ante la sociedad británica, Lady Anette ha conseguido todo un triunfo. Ahora será el Marqués el que tenga que hacer una reverencia a la que iba a ser su nuera. Ardo en deseos de ver esa escena.

Te preguntarás, porque te conozco, qué ha sucedido con Lord William. Tal vez estés haciendo ya tus cábalas mentales para juntarle con alguna de tus hijas, pero lamento informarte de que esto ya no va a ser posible. Amiga, si creías que el escándalo era la huída y matrimonio de Lady Anette, estabas confundida. Según comenta todo Londres, Lord William, al saber la noticia, huyó de Londres, pero no a buscar a Lady Anette, no. ¡Se ha ido al Imperio Otomano! Al parecer se peleó con su padre y ha decidido irse a tan lejano lugar a ser guerrillero. ¡Guerrillero! Como un español pobre en las Guerras Napoleónicas. En cierto modo, tiene un punto romántico, casi medieval. El soldado que va a la guerra a olvidar a su amor.

Como comprenderás, desde que ha saltado el escándalo no se ha visto en ningún acontecimiento a nadie relacionado con el marquesado. Ni a los amigos de Lord William, pues se rumorea que han salido detrás de él, o bien para unirse en su guerra, o bien para traerle de vuelta. No está del todo claro.

Lo extraño de todo el asunto es que, según cuchicheaban en uno de los bailes, Lord William nunca ha destacado por su pericia en las artes de la guerra. Se rumorea que no sabe ni disparar un arma. Todo un descerebrado. Lo lamento por el Marqués, pero sobre todo lo lamento por ti, que no podrás juntarle con tu querida hija. ¡Habrían formado una pareja tan atractiva! Una desgracia que el día que Lord William hizo su primera aparición en uno de los bailes, el Barón se lanzó sobre él como un pulpo. Tal vez si tu hija le hubiese conquistado, nada de esto habría pasado. Demasiadas suposiciones que ya no vale hacerse.

Estoy deseando que vuelvas, pues ahora mismo Londres está ardiendo con todos los rumores que corren.

Tu querida Amelia.

Cuando Desdemona y Joyce acabaron de leer la carta, estaban estupefactas. Se habían ido unas semanas de Londres y ocurría el mayor escándalo en años. ¡Un futuro Marqués se había hecho guerrillero! Miraron a su madre con la intención de hacerle miles de preguntas, pero esta seguía enfrascada en la lectura de la carta del Conde. Su cara, que antes reflejaba las ganas de comentar con sus hijas semejante escándalo, mostraba ahora un gran ceño fruncido.

– Vuestro padre me va a matar de un disgusto.– Lady Virginia se tumbó sobre el sofá, abanicándose con la carta.– Queridas, alcanzadme un vaso de agua, o me desmayo aquí mismo.

– ¿Ha ocurrido algo grave, madre?– las jóvenes estaban preocupadas ante el cambio de actitud de Lady Virginia.

– Leedlo vosotras mismas. Yo estoy sin palabras, aún habiendo releído la carta varias veces. Un día un disgusto de estos me va a matar.

Las muchachas arrancaron de las manos de la madre la carta y se dispusieron a leerla.

Lady Virginia,

No volváis todavía a Inglaterra. Como seguro que alguna de tus amigas os habrá contado, ha ocurrido una desgracia en la familia del Marqués de Salisbury. Este me ha pedido que ayude a localizar a su hijo. Parto hoy mismo a París, desde donde seguiré su rastro. Por ello os pido que me esperéis así podremos vernos unos días antes de continuar mi investigación allá donde me lleve.

Un saludo,

Lord Charles

LA PUREZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora