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Cuando Midoriya llegó a la cocina dejó salir un suspiro al ver que Todoroki giraba la cabeza para no mirarlo y a Mina y Uraraka intentando hacer que comiera.

Dándole las gracias a las chicas se acercó para tomar en brazos a Shōto, quien no cambió su expresión y tampoco se movió. El peliverde tomó unas galletas de chispas de chocolate.

Cuando llegó a su salón abrió la puerta viendo a aquel hombre de cabello negro revisando sus exámenes.

—Midoriya ¿Qué haces aquí?

Preguntó el vagabundo que tenían como maestro, el pecoso abrió más la puerta y entró a el salón tomando la mano del pequeño Shōto.

—Bueno, como verá...

Comenzó a contarle lo que a Todoroki le había sucedido, lo tomó en brazos acercándose a su profesor y seguidamente lo sentó sobre el escritorio dejando el paquete de galletas, ya abierto, a un lado de este.

El adulto comenzó a examinar con la mirada a Todoroki mientras escuchaba a Izuku hablar, una de sus manos fue a parar hasta las orejitas peludas del pequeño sobre el escritorio, el cual subió la mirada y cuando vio que no era Midoriya quien lo estaba tocando comenzó a ronronear.

—Bueno, está ronroneando, probablemente llegue a tener más comportamientos felinos, no tengo idea sobre los quirks que utilizaron en él sólo es una suposición

Midoriya agradeció a su profesor antes de acercarse a Shōto para tomarlo en brazos e irse, cosa que no fue posible pues el de cabello bicolor saltó del escritorio evitando el contacto con el pecoso y seguidamente fue a esconderse detrás de su profesor.

—Está así desde el desayuno, creo que se enojó

Cuando el peliverde logró cargar a el de ojos heterocromáticos sin que este intentara salir corriendo volvió a despedirse de su maestro.

—Todoroki, deja de hacer berrinches. Podrás ser un niño pero sigo siendo tu profesor y puedo castigarte

¿¡Shōto!? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora