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Shōto frunció su ceño con molestia, no sólo porque la conversación se iba alargando y él ya no quería estar de pie, sino que notaba cuales eran las intenciones de aquel chico con su Izuku. Sí, era suyo desde que se bañaron juntos.

Dio un leve tirón a la mano del pecoso y cuando este lo miró formó un pequeño puchero soltando un quejido, recibiendo sólo una caricia en sus orejitas.

—Sólo unos minutos más, Todoroki-kun —Respuesta incorrecta, aquí viene otro berrinche.

Tomando con sus dos manitas la mano del peliverde comenzó a jalarlo en dirección a la cafetería, como si se tratara de un niño queriendo que su madre le comprara algo.

Claro que aquello no funcionó, sólo logró mover a el ojiesmeralda unos centímetros.

—Midoriyaaa... —Volvió a quejarse soltando un gimoteo.

Al ver que el mencionado sólo lo apegaba a él dando un par de caricias miró a Hitoshi con enojo antes de volver a quejarse y las lágrimas no tardaron en salir de sus ojitos bicolores asustando a Izuku. El efecto del medicamento estaba pasando y comenzaba a sentirse mal nuevamente.

Midoriya lo tomó en brazos colocando su cabecita sobre su hombro a la vez en la que comenzaba a pasear una de sus manos por la espalda del sus manos comenzando a mecerlo levemente en un intento de calmarlo y disculpándose con el pelimorado comenzó a caminar hacia la cafetería escuchando ahora los suaves hipidos del bicolor.

Cuando llegó a la mesa donde habitualmente se sentaba su pequeño grupo comenzó a limpiar la carita del heterocromático ignorando las preguntas de sus dos amigos.

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Ya no sé qué estoy haciendo, ah

¿¡Shōto!? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora