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•25 de enero del 2020•

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•25 de enero del 2020•

—¿Me tengo que presentar aquí? —inquiero nerviosa, mordiendo el cuerito de mi labio inferior.

Miro todo a mi alrededor, observando la gran oficina con sus paredes de color naranja y, creo que es beige, no lo sé con exactitud porque no me sé el nombre de los colores aparte de los primarios y secundarios.

Debo de admitir que el lugar es agradable, incluso el aroma a lavanda hace que te sientas cómodo, el gran ventanal con una vista a la ciudad, los cuadros minimalista que le dan un toque delicado a las paredes para que estas no queden tan vacías y los muebles de color negro y gris, es muy bonito todo. Sin contar lo cómodo que es el sofá en el cual me encuentro sentada ahora mismo.

Esta mañana mi abuelo llegó a mi casa, diciendo que debía de acompañarlo a un lugar y por ser la persona que es, obviamente acepté.

Viajamos como tres horas en autobús, ya que él no puede conducir y a mí por obvias razones no me quieren dar la licencia.

Antes de ingresar al establecimiento, logré leer el nombre en lo alto del edificio:

CYMA

No tengo idea qué hago aquí, o por qué mi abuelo me trajo a este lugar. Pero mientras era guiada por una amable señora hasta la oficina, me dediqué a investigar sobre este lugar en internet y, según Google, dice que es una empresa que se dedica a redactar historias, que luego llegan a ser libros, películas o series.

De todas formas, no tengo la menor idea del por qué estoy aquí, porque según esto, dice que para una entrevista previa, se debe de enviar algo y si te eligen, eres evaluado para ver si te contratan o no.

Y yo no envié nada.

—¿Y...? —comenta la entrevistadora, acomodándose mejor en el sofá de cuero negro en el que nos encontramos sentadas.

Es guapa. Debe tener un poco más de cuarenta, tal vez. Rubia y con unos preciosos ojos celestes. Me recuerda a mi hermana, ¿será que ella de grande se parecerá a ésta señora?

Sarah Vancouver, creo que me dijo que se llama. No lo sé, soy pésima recordando nombres y más si no me lo repiten.

—Eh... Me llamo Ely, bueno no, así no me llamo, así me dicen —me corrijo de inmediato y la puedo ver retener las ganas de inhalar profundamente, haciendo que me ponga el doble de nerviosa—. ¿Qué tengo que de...?

No puedo terminar de preguntar, porque comienzo a toser a causa de que me trago un bicho.

Cómo la tos no se me va y ya siento como mis ojos se llenan de lágrimas a causa del esfuerzo que estoy haciendo, y empiezo a desesperarme por no poder controlar la tos, la señora me pasa un vaso con agua y se lo agradezco mentalmente.

Una vez que logro regular mi respiración y después de hacer mil ruidos extraños con la garganta para quitar la comezón que me quedó, le sonrío apenada y le devuelvo el vaso vacío.

Mala suerte | #SS1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora