#1 parte de la trilogía Sin Suerte!
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"Hay veces que sin querer, te caes, y sin notarlo... Pierdes tu suerte"
Emily Vescovi intenta sobrevivir a la caótica vida de ser una adolescente con mala suerte y no morir en el proceso.
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2017
Querido Diario:
Lo más importante en esta vida, es el saber pedir perdón, aunque también, para muchos, es lo más difícil.
Es difícil, porque no todos aceptan sus errores. No todos aceptan que se equivocan.
Pero todavía hay algo aún más difícil que pedir perdón. El saber perdonar. Pero perdonar de verdad, no ese en dónde dices: "sí, te perdono", pero dentro tuyo aún hay rencor guardado.
El saber perdonar, para mí, es lo más difícil que hay. Porque uno siempre podrá decir que sí, que decide perdonar, pero no siempre es así.
Perdonar, es no tener más rencor en tu vida, no más dolor, decepción o incluso odio. Es aprender a ver a esa persona y no sentir ningún sentimiento negativo. Poder sonreirle de verdad y no con un toque de hipocresía. No tener ganas de "pagar con la misma moneda".
También es aprender a no sentirte tonta/o por haber perdonado. No enojarte contigo, por haber decidido perdonar, cuando todos te decían que esa persona no se lo merecía. Luego de tanto hate que es metida a tu cabeza de tantas personas, que odian a esa persona por haberte lastimado, entiendo que puedes sentirte un tremendo idiota por haber decidido perdonar, pero eso no está mal.
Saber perdonar, jamás está mal. Así sea que la persona no se lo merezca, no está mal.
Saber perdonar, es saber apreciar la paz mental. La tranquilidad emocional.
Es lo mismo que cuando te perdonan. Cuando al fin, eres perdonado por esa persona a la cual le has pedido perdón de todas las formas posibles, porque sabes, que hiciste un mal.
Es ahora que entiendo que siempre te toca estar del otro lado. Perdonar y ser perdonado.
Perdonas a esa persona que, a veces, no se lo merece. Por el contrario, en ocasiones, hay personas que te perdonan cuando eres tú quién no se merece su perdón en lo más mínimo.
Perdonar y ser perdonado, esa es la clave de una vida tranquila, según yo.
—¡Emily! —gritó mi mamá desde la planta baja—. ¡Ya levántate, que tienes escuela! —Como odio ir a la escuela de verano, pero por suerte solo me queda ir hoy y mañana— ¡Emily!
