#1 parte de la trilogía Sin Suerte!
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"Hay veces que sin querer, te caes, y sin notarlo... Pierdes tu suerte"
Emily Vescovi intenta sobrevivir a la caótica vida de ser una adolescente con mala suerte y no morir en el proceso.
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2018
Querido Diario:
Cuando piensas en algo que te da miedo, es porque en realidad ese pensamiento está intentando salvarte. Es como un instinto de supervivencia. Cuando te asustas, la adrenalina irrumpe en tu organismo para protegerte a costa del peligro. Pero, si vivimos con tanto miedo, ¿estamos viviendo o sobreviviendo?
A veces, cuando nuestra vida está yendo por un camino correcto, por un rumbo magnífico, nos angustia la idea de que pueda suceder algo malo que nos quite aquella sensación de paz, aquel sentimiento de regocijo y felicidad. Yo a ese sentimiento lo denomino <<angustia gratuita>>.
Sentimos angustia, para ocultar el miedo y eso hace que no confiemos en nosotros mismos, porque no queremos reconocer que lo que realmente sentimos es miedo, terror, pánico. Los humanos estamos llenos de orgullo y ese sentimiento hace que se nos haga casi imposible admitir cuando algo realmente nos asusta, quizá nuestro cuerpo nos delate sin querer, pero nosotros no lo diríamos en voz alta por ello, por orgullo. Hay que limitarse a reconocerla como la parte que está acostumbrada a que siempre te inquietes por algo -o por todo-.
A veces hay que darle las gracias a tu organismo por preocuparse, por intentar protegerte y dejar que se vayan esas emociones, para poder armarte de valor y dejar de sobrevivir, para comenzar a vivir.
—Ely —me llama mi mamá entrando a la cocina. Sacudí mi cabeza, para que sepa que le estoy prestando atención, ya que no puedo hablar porque tengo la boca llena con comida y como dice Renata: «el que habla con la boca llena tiene cara de ballena» y yo no quiero tener cara de una—, dice Amy ¿si puedes ir a jugar con ella?
Al escuchar el nombre de esa niñita del mal, mi sistema se puso en alerta y la miro a mi mamá con los ojos abiertos de par en par, rogando porque ella no haya respondido por mí.
—Obvio le dijiste que no, ¿cierto? —inquiero, después de tragar mi desayuno.
—Al contrario, le dije que sí podías ir —contesta despreocupada—. Esa niña te quiere mucho. Yo creo que te tiene como referente, tal vez y algún día quiera ser como tú. ¿Eso no te alegra, hija?
