#1 parte de la trilogía Sin Suerte!
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"Hay veces que sin querer, te caes, y sin notarlo... Pierdes tu suerte"
Emily Vescovi intenta sobrevivir a la caótica vida de ser una adolescente con mala suerte y no morir en el proceso.
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2017.
Querido diario:
En esta etapa de mi vida, me doy cuenta que el amor, enamorarse no duele. Duele que no seas correspondido, que el amor no sea por igual, que no te den la misma cantidad que tú das.
No duele el amor; duelen las personas que no saben amar.
Es tan jodido eso, porque el corazón se te estruja cada que ves a la persona que te gusta mirar a otra, como tú la ves.
Porque si vamos por el hecho de amar y ser correspondido, es hermoso. Sientes que te acarician el alma, que de repente le dan calor a tu corazón. Empiezas a ver todo de distinta manera, a comprender cosas que antes no comprendías. Miras todo desde otra perspectiva. Ves todo un poco más optimista. Las canciones de amor, sus letras, empiezan a cobrar sentido de repente.
Lástima que yo tengo que pasar por el dolor de que, la persona que me gusta, no le guste yo.
Ver como esa persona, mira a otra como yo la miro, con anhelo y dolor.
Por suerte sólo es un simple gusto, sino ahora mismo sería un mar de lágrimas. Pero de todas formas, duele.
Duele aún más, cuando esa persona es muy cercana a ti, como por ejemplo, el mejor amigo de tu hermano.
Ignacio Larla, o mejor conocido como Nacho. Hace ya un mes que me di cuenta que me gusta, y tal vez siempre me gustó pero nunca lo noté, por querer tapar estos sentimientos. ¿Por qué no continué así? ¿Ocultando estos sentimientos para que yo no lo sepa? Ahora lo sé y es jodidamente doloroso.
Es aún más doloroso, cuando ves cómo él se muere por tu hermana. Ver cómo sufre por Renata, mientras que Renata sufre por otro.
Ahora que lo pienso, el amor puede ser un círculo vicioso de dolor.
Estás enamorado de una persona que no está enamorado de ti, sino de otra y tal vez esa persona esté enamorada de otra y así sucesivamente, uno tras otro, hasta formar un círculo.
Creo que todo en esta vida es un círculo vicioso, porque nuestro corazón, casi siempre, quiere lo que no puede tener.
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