18 - SON MIS HIJOS

96 16 14
                                    

Drogo

—Me tomas el pelo, ¿verdad? —pregunto ya mosqueado. Todavía no me creo lo que acaba de soltar.

—En absoluto —responde seria.

—¿Cómo puedes pedirme eso? —grito alterado y ya consciente de la situación —. ¿Cómo puedes pedirme que renuncie a lo que hemos creado Cris y yo? A una parte de mí. Son mis hijos y no pienso permitir que nadie les haga nada.

—Veo que no eres consciente de la situación —contesta sin abandonar su actitud seria.

Me vuelvo hacia ella y le miro con odio.

—Eres tú la que no es consciente —le indico intentando mantener la calma —. ¿Por qué no queréis que nazcan? ¿Qué es lo que tanto miedo os da?

—No se trata de eso.

—Entonces, ¿de qué se trata?

Ella suspira y, poniéndose de pie, comienza a pasear por la habitación. Está pensativa, como si tratara de buscar las palabras adecuadas, pero a mí no me engaña. Sospecho que hay algo más oculto, algo que no nos quiere contar.

—No te voy a engañar —dice mirando al fuego —. Vuestros hijos poseen un poder sin igual y tienes razón, eso nos asusta. —Sonrío satisfecho. Sabía que había una segunda intención. —En vuestra otra vida pudimos lograr que no nacieran cambiándolo todo, pero ahora... ¿Tanto te costaba usar protección? —me grita volviéndose hacia mí. Yo me río.

—A mi no me eches la culpa —contesto burlón —. Si no os hubierais empeñado en juntarnos a toda costa.

—Sabes de sobras que era necesario —responde.

- Y tú sabes de sobras la atracción que existe entre nosotros. ¿O acaso se os fue la mano?

Levanto la ceja divertido mientras que ella me mira con el rostro desencajado. No le ha gustado nada el dardo que le acabo de lanzar, pero no pienso consentir que cargue todas las culpas sobre nosotros. Ha sido el destino quien nos ha unido y, por tanto, la culpa es sólo suya.

Suspira de nuevo y vuelve a sentarse en el trono apoyando su cabeza en la mano en un gesto de derrota.

—Me da igual lo que digas —me indica seria —. Mientras esté embarazada, Cris no va a poder usar su poder, así que debe abortar. Y no hay nada más que decir. —Si las miradas matasen... —Ana —continúa volviéndose hacia ella —. Estás aquí por algo. Mi sirviente te acompañará a donde está Cris. Procura que sea rápido.

Mientras todos la miramos alucinados, aparece un sirviente y se dirige hacia Ana. Ésta se niega a moverse.

—¿Por qué me haces esto? —pregunta mirando a Ananké con súplica —. ¿No se supone que me enviasteis para cuidarles y protegerles? Lo siento, pero soy incapaz de eso.

—Sabía que reaccionarías así —responde Ananké con media sonrisa en su rostro —. ¿Por qué crees que he traído también a tus amigos? ¿Sólo para informarles de la misión? Pues no. Harás lo que te digo o no volverás a ver a ninguno de ellos.

Ana y yo nos damos la vuelta para comprobar que nuestros amigos han desparecido. Me llevo las manos a la cara desesperado. ¿Hasta donde llega la crueldad de esta mujer? ¿Es que no tiene sentimientos?

—No pongas esa cara, Drogo —me indica con condescendencia —. Ya tendréis más hijos.

—No me tomes el pelo —respondo furioso —. Sabes de sobra que su lado vampiro se está apoderando de ella. Una vez se convierta, perderá la capacidad de engendrar. 

DC VII: LAS MONTAÑAS DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora