28 - PELEA DE GALLOS

108 16 0
                                    

Tiff

—Bueno. ¿Qué?

—¿Qué de qué?

Sara se ríe ante mi contestación. Parece estar muy divertida con todo esto.

—Lo sabes de sobras. ¿Qué tal con Peter? ¿Se ha portado bien o esperabas algo más de él?

La mirada de asombro que le dirijo hace que se ría a carcajadas hasta casi caerse del sillón.

—¿Te parece bonito preguntarme eso? —le recrimino.

—¿Tan malo es en la cama?

Me llevo la mano a la cara desesperada. Sara no tiene remedio.

—No creo que eso sea asunto tuyo —respondo seria —, pero sí, me ha sorprendido. Gratamente.

—¡Lo sabía! —exclama emocionada —. ¿Y cómo es? Conociéndole, seguro que es muy tierno y romántico, pero sin perder la pasión. ¿Me equivoco?

Escucho a mi amiga y no sé dónde meterme. ¿Pero cómo puede ser tan bestia? Es peor que mi prima, que ya es decir.

—¿Para qué quieres saberlo? —le indico molesta —. ¡Si a ti no te va eso!

—Eso es lo que tú te crees —comenta jugando con su pelo —. A veces juego a dos bandas. Es más divertido.

El trago de whisky que me estaba bebiendo sale disparado a toda velocidad ante la poca vergüenza de mi amiga. Cada día me sorprende más.

—Vamos, Tiff —dice dándome palmaditas en la espalda para que no me atragante —. Pensaba que eras más liberal, pero ya veo que me equivocaba.

Le miro alucinada. ¿Ésta es Sara? ¿La tímida y dulce Sara?

—No es eso —contesto intentando mantener la calma —. Es que hay ciertos temas de los que me cuesta un poco hablar.

—Británica tenías que ser —dice dejándose caer aburrida en el sofá.

Me quedo tan a cuadros que una risotada se me escapa. Sara enseguida se une a mí y las dos nos reímos durante un buen rato. Debemos parecer idiotas.

—Algún día tenéis que explicarme Cris y tú que significa para vosotras ser «británica» —le indico secándome las lágrimas.

—¿Es que no lo sabes? —pregunta sorprendida —. Ser británica es ser seria, estirada, fría y aburrida.

Escuchar eso me deja pasmada. Siempre nos he considerado a los británicos como gente educada y correcta, pero parece que no es lo mismo visto desde fuera, y menos para los americanos que son todo lo contrario.

—¿Y eso creéis que soy? —inquiero alucinada.

—No, pero de vez en cuando te sale la vena y entonces...

Sara me guiña un ojo y las dos nos reímos de nuevo.

La verdad es que agradezco mucho este momento tan relajado. Aquí, junto al fuego, disfrutando de una buena bebida y mejor compañía. ¿Cuánto tiempo hacía que Sara y yo no estábamos así? Demasiado. Creo que, desde la coronación de Cris, no habíamos vuelto a tener estos momentos de intimidad.

Cris... Espero que esté bien. Me da mucha pena pensar que ha perdido a sus bebés.

—¿En qué piensas? —pregunta Sara poniéndome la cara delante de la mía. Eso me hace reír.

—Pensaba en los bartholitos. Me dan mucha pena Drogo y Cris.

—Sí, y a mí —responde con tristeza —, pero no se puede luchar contra el destino. Ya lo sabes.

DC VII: LAS MONTAÑAS DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora