12 - PREPARANDO EL TERRENO

96 14 6
                                    

Tiff

Cojo aire ante la puerta. Me da miedo lo que me puedo encontrar ahí dentro. Peter es una persona bastante reservada y sé que no le gusta mostrar sus sentimientos. Ahora mismo debe estar hecho polvo y sé de sobras que no querrá que le vea así.

Muy despacio llamo a la puerta y espero. Nada. Vuelvo a llamar con el mismo resultado. Al final, me decido por hablar.

—¿Peter? —le llamo tímidamente —. ¿Estás ahí? Soy yo, Tiff. Ábreme, por favor.

Espero un rato, pero no obtengo respuesta. Acerco la oreja a la puerta y no escucho absolutamente nada. Eso me preocupa.

Decido entrar por las malas, ya que por las buenas está claro que no voy a conseguir nada. Hago un gesto con la mano y la puerta se abre. La habitación está completamente a oscuras, por lo que me asusta un poco entrar. Cojo aire y avanzo cerrando la puerta tras de mí. No puedo ver a Peter, pero puedo sentir su olor, por lo que sé perfectamente que está en la habitación.

—¿Cómo estás? —pregunto dirigiéndome a la nada. No obtengo respuesta, lo que ya me está empezando a preocupar demasiado. Suspiro y vuelvo a intentarlo. —Escucha, Peter. Sé como te sientes.

—Tú no sabes nada —obtengo por respuesta. Respiro aliviada. Por lo menos me ha contestado.

—¿Y por qué no me lo explicas? —le reto. Creo que es la mejor manera de hacerle hablar.

Una risotada irónica resuena por toda la habitación poniéndome los pelos de punta.

—¿Crees que vas a llegar a entenderlo? —pregunta mientras siento cómo se pone de pie y pasea por la habitación —. Nunca podrías hacerlo y te diré porqué. Tú eres humana, hace mucho tiempo que has asumido la muerte, en cambio yo... Tengo toda la eternidad por delante y mi hijo era lo único que me ayudaba a sobrellevarla. ¿Crees saber lo que se siente? Pues estás muy equivocada.

Intento mantener la calma mientras las palabras de Peter resuenan por toda la habitación. Soy incapaz de verle y cada vez me cuesta más localizarle. Se mueve demasiado rápido para mis sentidos.

—Déjame ayudarte, Peter —le pido un poco nerviosa —. No estás solo.

—¿Seguro? —Eso suena pegado a mi espalda. Me mantengo firme. No quiero que note que me está empezando a asustar. —También te equivocas en eso, Tiff. Soy un vampiro. Mi castigo es la soledad.

—¿Y tus amigos? ¿Tu familia? ¿Y yo? —pregunto un poco desesperada.

—Mis amigos y mi familia ya tienen su vida hecha —suena un poco más lejos. ¿Por qué no se está quieto? Me pone nerviosa. —Y en cuanto a ti... Me tienes miedo, ¿verdad?

Nuevamente habla pegado a mi cuello. Eso me asusta. ¿Por qué se comporta así? ¿Acaso quiere alejarme de nuevo? Eso es algo que no le pienso consentir.

—¿De qué crees que tengo miedo, Peter? —pregunto con calma. Sé a lo que juega, pero no va a poder conmigo.

Siento como pasa su nariz por mi cuello y me estremezco. Me resulta un gesto tan sensual... Aunque sé que esa no es su intención, no lo puedo evitar. Su lengua lame mi piel provocando que se me escape un gemido. Eso le hace reír.

—Sabes lo que viene ahora, ¿verdad? —susurra en mi oído. Mi respiración se agita. Aunque sé que pretende asustarme, lo que está consiguiendo en excitarme y ahora mismo le dejaría hacer conmigo lo que quisiera.

—Lo sé de sobras —respondo con voz sensual.

—¿Y no te da miedo?

—No. Confío en ti.

DC VII: LAS MONTAÑAS DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora