23 - ARREPENTIMIENTO

117 16 30
                                    

Drogo

—¿Kis ta bien?

Sonrío al pequeño Pet que mira a Cris con tristeza.

—Sí, está bien —le respondo con una tierna sonrisa —. Es sólo que necesita dormir. Lo entiendes, ¿no?

El pequeño asiente satisfecho con mi respuesta.

En ese momento llaman a la puerta y ésta se abre.

—Mira lo que me he encontrado por ahí —dice Ana divertida cediendo el paso al pequeño Justin. Éste, nada más ver a Cris, corre a la cama.

—¿Qué le pasa a Cris? —pregunta preocupado.

—Nada —respondo tranquilo —. Sólo está cansada.

—Sí. Ya —contesta mirándome con mala cara —. Seguro que ha sido culpa tuya. Drogo tiene razón. Eres un inútil que no sabes cuidarla.

Mis ojos se abren como platos ante lo que acaba de decir. ¿Cómo puede ser que diga eso de mí mismo? Hago todo lo que puedo por proteger a Cris y lo que menos necesito es que vengan estos enanos a echármelo en cara.

—Tú no sabes nada —le indico molesto —. Además, ni siquiera deberías estar aquí.

—Pues mira. Estoy —responde desafiante —. Y pienso ayudar a Drogo a cuidarla.

—Suficiente —digo poniéndome en pie con el pequeño Pet en brazos —. Vamos a buscar a mi miniyo y arreglar esto ahora mismo. Ana, ¿te importa cuidarla?

Ana asiente y se acerca a la cama.

—Por supuesto —contesta tranquila —. Así aprovecho para hacerle un reconocimiento, aunque tiene mejor color. ¿Le has alimentado?

—¿Ha estado mal hacerlo? —pregunto preocupado. Lo que menos quiero ahora es meter la pata.

—No —responde con una sonrisa —. Así podré ver el efecto que tu sangre tiene en ella. Vete tranquilo.

Suelto un suspiro y, cogiendo a Justin de la mano, me llevo a los dos pequeños abajo. En cuanto llego al salón, se me escapa una pequeña risa. Mi miniyo está completamente avergonzado mientras recibe las broncas de mi madre y mi abuela. No sé qué se esperaba.

—¿Me puedes explicar esto? —digo serio soltando a los pequeños. 

Minidrogo se tensa y se vuelve hacia mí. 

—¿Me puedes explicar tú qué le ha pasado a Cris? —responde encarándose a mí. Alucino. Esto ya es lo que me faltaba.

—¿Pero qué demonios te pasa? —le grito furioso —. ¿Por qué tienes que meterte donde no te llaman? Cris es cosa mía y tú no deberías estar aquí.

—¿Ah, no? Pues no es lo que parece por como la cuidas.

Nos miramos fijamente a los ojos a pesar de que sabemos que ninguno de los dos va a ganar. Llevo mucho tiempo guardándome esto por no enfadarme conmigo mismo, pero hoy he llegado al límite.

—Deja de echarme la culpa de todo —le digo serio —. Tú no sabes nada.

—¿Eso crees? —responde en el mismo tono —. Lo único que sé es que Cris está mal porque no le has sabido cuidar.

Cierro los ojos y respiro hondo. No me conviene enfadarme en estos momentos, y menos con mi miniyo.

—Haz lo que te de la gana —concluyo dándome la vuelta y dirigiéndome a la puerta —. Lo vas a hacer de todas maneras.

Salgo de la habitación y me dirijo al jardín. Necesito un momento para pensar. Me siento en el columpio y empiezo a analizar la situación. ¿Por qué no confío en mí mismo? Es cierto que algunas veces he metido la pata, pero siempre ha sido pensando que era lo mejor para todos. No entiendo que me castigue de esa manera. No es justo.

DC VII: LAS MONTAÑAS DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora