AVANCE PARTE VIII (EL CÓDICE MALDITO)

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Drogo

Un mes. Ha pasado ya un mes y Cris sigue en coma. Todavía no me explico cómo pudo hacer eso. Cuando conseguí darle alcance, había reducido el edificio a un montón de escombros. La encontré delante de éste, sin sentido, pero con una extraña sonrisa de satisfacción en su cara. 

Me culpo por no haberme dado cuenta, por no haber sido capaz de detenerle. Si no llega a despertar, yo... No sé que sería de mí. Soy incapaz de imaginarme mi vida sin ella.

Por suerte, llegué a tiempo de que le viera Ana. Trasladó la clínica a su cuarto y le conectó a un montón de aparatos. Desde entonces sigue igual. Se alimenta por gotero, aunque de vez en cuando le dejo caer algunas gotas de sangre en los labios. Cada vez que lo hago, ella me dedica una sonrisa y eso me hace feliz.

En todo este tiempo apenas me he movido de su lado, sólo los pocos ratos que Ana dedica a examinarla. Quiero que sienta que estoy a su lado y transmitirle algo de fuerza, aunque, la verdad, no me siento con fuerzas para nada. No si ella no está a mi lado.

—Deberías cambiarte ya Drogo. No tenemos tiempo que perder.

Miro a Ana mientras suelto un suspiro pesado. Tras dar un suave beso en los labios a Cris y acariciar su ya abultada barriguita, me dirijo al baño. Allí me esperan el gorro, la bata y la mascarilla. Muy despacio, me los coloco. No es que no me apetezca esto, pero me da mucha pena que Cris se lo vaya a perder. Estoy seguro de que estaría muerta de nervios. Por desgracia, ya no lo podemos demorar más. Sería demasiado arriesgado para ella.

Por suerte, la inquisición ha estado muy tranquila todo este tiempo. Demasiado para mi tranquilidad. Parece ser que Cris les hizo mucho daño al destruir ese edificio. No sé qué habría allí dentro, pero está claro que era algo importante para ellos. Mejor así. Tengo cosas más importantes de que preocuparme.

Cuando salgo, ya están todos preparados. Mi madre, Camile y Nicolae van a asistir a Ana. Me siento junto a la almohada y cojo la mano de Cris. Aunque esté inconsciente, voy a tratar de transmitirle todos mis sentimientos. Quiero que ella también viva este momento.

—¿Todos sabéis lo que tenéis que hacer? —pregunta Ana. Todos asentimos —. Entonces vamos a proceder. Y tranquilo, Drogo, procuraré no dejarle mucha cicatriz.

En otro momento me hubiera reído de esa broma, pero hoy sólo se me escapa una triste sonrisa. Demasiados nervios y demasiada tensión. Debo estar pendiente de Cris en todo momento. Sería horrible que le diera por despertar justo ahora. Lo pasaría muy mal. Si eso sucediera, tendría que usar mi poder mental para evitarle el dolor. Esa es principalmente mi misión.

Ana comienza la intervención. Observo impaciente todo lo que hace. Debo reconocer que tiene un pulso muy firme y sabe perfectamente cómo actuar. Eso me tranquiliza. Saber que contamos con ella hace que me sienta seguro.

Tras un buen rato, que a mi me parece una eternidad, por fin conozco a Draco. Debo reconocer que es igualito a mí. Mi madre me lo acerca y yo lo miro emocionado. Le doy un beso en la frente antes de que se lo lleve para lavarlo. Al poco viene mi abuela a presentarme a Christen. Sonrío emocionado. Tiene la misma sonrisa que su madre.

Mientras lavan a los bebés y les ponen algo de ropa, Ana se dedica a limpiar la placenta y a coser la herida. La intervención ha sido un éxito y parece que ni la madre ni los niños han sufrido en absoluto.

—Todo ha salido bien cosita. Tenemos dos hermosos bebés —le digo al oído mientras acaricio su mejilla. Eso le hace sonreír.

En ese momento entran mi madre y mi abuela con los bebés. Me levanto para cogerlos, pero antes de que pueda acercarme, las dos se echan para atrás preocupadas.

—Lo siento, Drogo. Tenemos que llevárnoslos de aquí —dice mi madre volviendo a salir de la habitación con mi abuela.

Miro a Ana y Nicolae intrigado, pero parece que ellos están igual que yo. Eso me preocupa. ¿Qué narices les pasa a los bartholitos?

DC VII: LAS MONTAÑAS DEL DESTINO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora