12. Si juegas con fuego, te acabas quemando

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REBECA

Ya estoy bañada, peinada y lista en tan solo cuarenta y cinco minutos —como si fuera poco, ¿verdad?—. Me he recogido el pelo en una ordenada cola de caballo con dos mechones a ambos lados del rostro, y el flequillo perfectamente alisado; lo que combina de maravilla con la camiseta de tirantes y la falda plisada que llevo; la bufanda negra sobra. Hay que ser muy valiente para ponerse falda para quedar con un chico así, ¿verdad? Soy una valiente imbécil que no tiene ni un puñetero pantalón limpio porque prefirió stalkear al crush, en lugar de echar la ropa sucia a lavar. A pesar de esto, estoy preparada para irme con Axel excepto por una cosilla que se me había olvidado:

—Mami...

—¿Qué? —Uy, está en plan borde. No va a ir bien...

Y la cosa se jode del todo cuando suena el timbre y mi madre se vuelve para mirarme.

—Estás castigada —espeta nada más verme. Mi intención era pedir permiso, pero parece que voy a tener que cambiar la estrategia.

—Pues díselo a él, que yo llevo toda la tarde estudiando historia y la idea ha sido suya, además, no me he podido negar —me defiendo. Cruzo los brazos delante del pecho y mi madre me imita.

—¿En qué año empezó la primera guerra mundial?

Ha ido a matar con la pregunta. Las fechas no son lo mío, y sé que me lo he leído, pero ni zorra idea.

—¿Mil... novecientos. . . catorce? —respondo dudosa. Ella asiente. ¡He acertado! Oh my God!

—Anda corre antes de que me arrepienta —dice con una suave sonrisa—. ¿A dónde vas con la bufanda? —pregunta justo cuando creía que podía irme.

La bufanda es para tapar el chupón que me hizo Axel, es tan morado, que incluso con el maquillaje se ve. Pero no puedo decirle eso a mi madre, a no ser que quiera morir esta noche; pero como no es el caso, le miento.

—Es para poder taparme la boca, por si Axel escupe mientras habla. Aún no le he pedido la analítica.

—Muy graciosa —dice con sarcasmo, a lo que río—. Te quiero aquí antes de las once. ¿Llevas el móvil?  —cuando asiento, me larga con la mano y, por fin, puedo salir huyendo por la puerta.

Al salir me topo directa con su pecho. Él sonríe y alza la ceja. Sus profundos ojos indagan en mí con diversión.

—Hey —saludo cohibida, antes de echar a andar; él me sigue pegado a mi espalda.

—Ya te dije que no tengo ninguna enfermedad —dice divertido y deja claro que ha estado escuchando la conversación con mi madre. Mi cara arde de vergüenza.

—Ya lo sé, idiota. La bufanda es para tapar el chu...

—¿Aún sigues con eso? Solo fue un chupetón de nada, un poco de maquillaje hubiera bastado para cubrirlo —echa los brazos tras la cabeza y sonríe en plan sabihondo.

—¿Un chupetón de nada? —me quito la bufanda y le muestro la mancha morada y roja que da color a mi cuello. Él sonríe orgulloso, y me quita la bufanda de las manos.

—Me quedó mucho mejor de lo que pensaba —lo admira y desliza el pulgar por encima sin borrar esa arrogante sonrisa.

—Devuélveme la bufanda —exijo nada más separarnos, a lo que niega.

—Quiero admirar mi obra de arte —dice con orgullo mientras se pone mi bufanda con diversión.

Nota mental: el color negro le favorece. ¿Hay algún color que no lo haga?

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora