27. Personas tóxicas

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Esto se veía venir. Ya estoy cansada de escuchar esto, no han pasado ni dos días completos y ya hay problemas. Pero se veía venir, sí, porque las personas no cambian sin una razón de peso, y las personas tóxicas simplemente no pueden cambiar.

—Y ya estoy cansada. Sabe que aún no me han pagado y que tenemos el dinero justo para llegar a fin de mes, y aún así me ha cogido dinero de la cartera para irse a tomar algo con sus amigos —resopla mi madre con molestia y toma asiento en una de las sillas. Suspiro, creo que es la octava o la novena vez que lo hago—. Es que este hombre solo piensa en sí mismo.

—Ya lo sabes, mamá. Lleváis años así y él no ha cambiado —digo con cansancio mientras voy deslizando el dedo por la quebrada pantalla en busca de algún libro entretenido para descargar en PDF.

Sí, ya sé que me estoy pasando los derechos de autor por el forro, pero los pobres también merecemos leer y culturizarnos. Además, admitámoslo, somos el futuro del mundo.

—No, si ya. Si es que yo no sé porque le dejé volver.

Yo entiendo que mi madre ya tiene una edad y no quiere estar sola, pero puede aspirar a algo mejor.

—Pues si no lo sabes tú... —murmuro con relente.

—Es que no tenía donde ir y me dijo que estaba mal...

—Y tú que eres tonta, le creíste —suspiro con exageración y alzo la vista para toparme con el ceño fruncido de mi madre—. ¿Qué? Sabes que tengo razón. Lleváis así cinco años. Llevo cinco años escuchando tus quejas, consolándote cuando lo dejáis, y aguantando a ese señor; pero mi opinión nunca la tienes en cuenta y haces lo que te da la ganas —me encojo de hombros y suspiro—. ¿Le quieres echar de la casa? Pues échale, aunque luego volveréis a estar juntos y él volverá. Así que haz lo que quieras, igual harás lo que te dé la gana.

—Que no, Rebeca. Esta es la última vez —dice con ligera molestia.

—Llevas cinco años diciendo eso. Igual haz lo que quieras, pero no me lo cuentes. No quiero saber nada sobre ese señor. Ya estoy cansada de estar entre vosotros y tragarme todos los marrones —replico y vuelvo la vista al móvil.

—Ese señor tiene nombre. Y si tan cansada estás de estar en medio, vete. Ahí tienes la puerta —dice señalando con la mano.

Resoplo y me paso la mano por la cara con hastío. Las cosas entre ellos van mal y las repercusiones son para mí. ¿Por qué no me sorprende? Ah, sí, porque es lo que pasa siempre.

—No tengo porque llamar a ese despreciable ser por su nombre, además él me dice «niña» —agito la mano con desprecio y suspiro. Contrólate, Rebeca. Me tomo el puente de la nariz y respiro profundamente—. Y créeme que estoy deseando salir de esta casa de desquiciados.

Mi madre me mira con la boca abierta, pero me marcho antes de que pueda decir nada. Con el móvil en la mano y tal cual estoy, tomo la puerta y me largo.

Seguramente luego esté enfadada y no me deje entrar hasta que me disculpe, pero yo soy la víctima. Y no me voy a disculpar, prefiero dormir en la calle.

Aunque debería haberlo pensado dos veces antes de salir así a la calle. Llevo una camiseta negra, ancha, de manga corta muy simple con manchas de lejía, y unos leggins desgastados. Y eso por no hablar de mi cabello, tengo tantos nudos, que parecen rastas.

Pero a lo hecho, pecho.

O eso piensas, hasta que te caes de bruces al barro. Entonces te da la desesperación, la ansiedad, la depresión y toda la mala hostia que intentabas evitar.

Y te sientas en un banco del parque a llorar porque tu vida es una mierda, porque la relación con tus padres a veces es pésima, porque eres pobre, porque tu futuro se ve demasiado negro y porque el que crees que es el amor de tu vida, no te corresponde. Y entonces lloras, y te mortificas pensando en lo desgraciada que eres, y eres egoísta al pensar que a nadie le pasan esas cosas, que todo lo malo te pasa a ti; aunque sabes que hay gente muriendo en tanto que tú haces tu rabieta. Pero tú lloras desconsolada, y tienes razón, porque todo te sobrepasa, porque te sientes traicionada por la persona que más valoras, y la odias por hacerte daño, a sabiendas de que la perdonarás, porque la quieres más que a nadie. Y piensas que todo mejorará, que serás alguien importante y que ese amor no correspondido te suplicará, y tendrás el poder de rechazarlo. Pero seamos realistas.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora