33. Feliz

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(Maratón 1/3)

—Axel, Axel —chasqueo los dedos en su cara hasta obtener su atención—, mis ojos están aquí arriba —digo entornándolos. Él alza las cejas con sorpresa y se echa hacia atrás, pegando la espalda al respaldo de la silla. Se estira y vuelve a inclinarse hacia delante, poniendo el codo sobre la mesa y apoyando el mentón sobre su puño.

—¿Por qué eres tan preciosa? —musita embelesado. Siento mis mejillas arder al momento. Aún no me acostumbro a que sea así, es como una persona completamente diferente.

—Céntrate, si no quieres suspender literatura —me abrocho un botón más de la camisa y me inclino de nuevo sobre el libro—. Mira, la literatura es como el arte, ¿vale? —le miro esperando que asienta, pero en lugar de eso, alza las cejas. Suspiro y pongo el dedo índice sobre uno de los enunciados de la página—. Mira, el arte barroco abarcaba pintura, escultura, arquitectura, literatura, música y etcétera. Era un estilo muy recargado, en todos los ámbitos. En la literatura se enrevesaban las cosas. Se usaba mucha ornamentación, juegos de palabras, y recursos estilísticos como la adjetivación, el hipérbaton, la elipsis, la metáfora, la perífrasis, la antítesis y las alusiones mitológicas —levanto la vista para mirarle, y él me mira embobado de nuevo, pero esta vez me está mirando a los ojos—. ¿Qué?

—Te brillan los ojos —musita con una sonrisa ladina.

Lo admito, me he emocionado. Todos lo hacemos cuando hablamos sobre algo que nos gusta.

Que Axel me mire así hace que me resulte imposible concentrarme. ¿Por qué tiene que tener unos ojos tan verdes?

Me aclaro la garganta y miro el libro.

—¿Qué estaba diciendo?

—Que te sobra toda esa ropa —responde juguetón y mete la mano bajo la mesa para acariciar mi muslo. Y basta con saber sus sucias intenciones, para prenderme.

—Axel, aquí no —le riño. Él sube la mano hasta el botón de mi short y se inclina sobre el libro.

—Entonces, en el barroco el estilo era muy recargado, ¿no? —dice con picardía al desabrocharlo.

—¿Me puedes explicar por qué hemos venido al Starbucks, si te ibas a poner en plan cochino? —pregunto con los ojos en blanco. Tomo el lápiz y muerdo el extremo redondeado.

Axel pone ambas manos sobre la mesa y bufa.

—Por qué en mi casa no estudiaríamos —dice sin sonar del todo convencido.

—Si igual te ibas a poner en este plan, hubiésemos estado mejor en tu apartamento. Al menos así no habrías tirado el dinero —digo mordiendo mi croissant. Admitámoslo, no es un lugar barato, aunque este quizá sea el mejor croissant que he probado en mi vida.

Él bufa de nuevo y se recuesta hacia atrás.

—Relájate. Tengo dinero suficiente como para...

—Axel, madura —me abrocho el botón del pantalón de forma disimulada, y apoyo el mentón sobre mi puño. Miro hacia la ventana un par de segundos, hasta que el ricitos vuelve a abrir la boca.

—Eres una aburrida. ¿Estás en tus días? —se incorpora interesado y acerca su rostro al mío. Abro la boca para protestar, pero entonces acaricia mi nariz con la suya y sonríe. Me rindo con esa sonrisa.

—No, no estoy en mis días —vuelvo la vista de nuevo hacia la ventana y, tras meditarlo unos segundos, agrego—. Es que no entiendo cómo puedes estar tan tranquilo y derrochando dinero, cuando ahora dependes de ti mismo.

Él me mira incrédulo mientras procesa mis palabras, y comienza a reír de forma exagerada.

—Muy bien, si no vas a tomarte esto en serio, no tiene ningún sentido que yo esté aquí —busco la cartera en mi mochila y saco dinero para pagar lo de ambos; lo dejo sobre la mesa.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora