29. «Di que me quieres»

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REBECA

Es un alivio ver que mi madre está mucho mejor, y saber que no tendrá secuelas graves por el accidente. De cierto modo, aligera el sentimiento de culpa, haciéndolo mucho más liviano. De haberle quedado alguna secuela o algo peor, no me lo habría perdonado en la vida.

Cuando el doctor sale de la habitación y cierra la puerta, aprovecho para sentarme en el borde de la cama en la que descansa mi madre, y tomar su mano, la cual está jodidamente fría. Hace un rato que mi madre se quedó dormida, pero hemos estado charlando toda la mañana y, a pesar de que no dejaba de decir: «No fue culpa tuya, no sabías que eso sucedería», yo no dejo de sentirme responsable

Balanceo los pies y suspiro, estoy cansada emocionalmente, y ahora mismo solo puedo pensar en dormir con Axel. Sé siente tan bien...

Y hablando del rey de Roma...

Hola, preciosa —me da un rápido beso en los labios y separa mis rodillas para situarse entre mis piernas. Esto me pilla por sorpresa, es como si Axel hubiera cambiado el chip; quiero decir, está siendo demasiado meloso, y es muy raro.

—Hola... —le doy una dulce sonrisa y alzo el rostro permitiendo que me bese de nuevo. Pero lo detengo al recordar que estamos en el hospital, y con mi madre durmiendo al lado.

Empujo ligeramente su pecho hasta que se aparta y me mira con las cejas arrugadas. Vuelve los ojos hacia mi madre y sonríe.

—Vamos a comer —dice ilusionado y entrelaza nuestros dedos. ¿A qué se debe esa ilusión?

—No tengo hambre —me encojo de hombros y suspiro.

—Te dejo elegir.

Le miro incrédula y sonrío. No me lo puedo creer.

—¿Incluso si quiero ir al Burger? —pregunto con malicia. Su mandíbula se tensa, y estoy segura de que va a negar, pero accede a regañadientes.

—Sí.

—¿En serio? —pregunto con incredulidad. Axel alza la ceja como advertencia—. Está bien, está bien —digo con las manos en alto y me bajo de la cama.

Había pensado en elegir el Burger para fastidiar a Axel y, efectivamente, hemos ido al Burger; pero no por esa razón, sino porque no tengo dinero y no quiero que pague demasiado.

—Se te van a marcar las arrugas —digo llevándome una patata a la boca sin apartar la vista de su ceño fruncido.

—Insisto en que a esto no se le puede llamar comida —resopla y apoya el mentón en su puño, con el codo sobre la mesa.

—Ricitos, tienes que ver las cosas desde otra perspectiva —musito ganándome su atención. Pone el otro codo sobre la mesa y se sostiene el mentón con ambas manos. Entonces infla las mejillas con resignación—. ¿Dónde quedaron tus modales? —bromeo.

—No sé, pregúntale a la peliazul que mastica con la boca abierta —responde tomando una de mis patatas y sonriendo.

—Es que, si mastico con la boca cerrada, me duele la muela —mentira, dejó de dolerme hace días.

—Entonces no me quejo —dice mostrándome las palmas de sus manos—. Oye.

Levanto la vista de mi hamburguesa y le miro curiosa, mientras me limpio el kétchup de la comisura de los labios.

—¿Umn?

—¿Podemos ir hoy a por tu ropa? —pregunta con una sonrisa traviesa y le da un sorbo a su Coca-Cola.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora