40. ¿Vale la pena?

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AXEL

Han pasado tres días desde que se marchó Melinda, tres días desde la última vez que vi a Rebeca.

He tenido mucho tiempo a solas en mi apartamento para pensar, con lo cual he pensado demasiado, y eso no trae nada bueno.

No dejo de preguntarme si todo esto vale la pena.

Pienso en todo lo que ha sucedido, en cómo nos hemos jodido la vida, y en todas las cosas malas que hemos hecho, y eso me hace pensar en la sonrisa de Rebeca.

¿Vale la pena?

Necesito aclararme porque, ahora mismo, solo puedo pensar en la maldita muchacha del cabello azulado, y así no puedo ser objetivo.

Y es precisamente para aclararme, el motivo por el cual he quedado con mi hermana; estaba tan ensimismado con la peliazul, que no he dejado de pasar cosas por alto y ser un puto egoísta. Y eso ha dado lugar a esta situación.

La rubia llega tarde, pero por cómo contonea las caderas en busca de atención, no parece importarle.

—Hermanito —dice con falso entusiasmo, delatado por su repelente voz, y se acerca para darme dos besos en la mejilla. Tantos modales me dan asco.

—Lisa.

Estoy molesto con ella por todo lo que ha pasado, pero ahora mismo, tal y como están las cosas, creo que es la única posible aliada que me queda.

—¿Cómo estás? —musita tomando asiento frente a mí y clavando sus iris verdes en los míos. Se ha maquillado de forma muy llamativa, lo que incluye los labios rojos que gran parte de la clientela del local ha mirado nada más entrar ella. Eso también explica por qué ha elegido esta cafetería para vernos.

—Bien —respondo sistemáticamente antes de darle un sorbo a mi café. Me ha tenido demasiado tiempo esperando, como para no pedir.

—No lo parece —entorna los ojos y estira sus manos para coger una de las mías y acariciarlas—. Axel, soy tu hermana mayor, estoy de tu parte.

Ojalá fuese verdad, pero también es la hermana mayor de Melinda, y es responsable de lo que ha ocurrido.

Antes de que ocurriera todo esto, antes de que Mel se cambiase de escuela, Lisa y yo sí que éramos como cómplices, nos llevábamos bien y pasábamos mucho tiempo juntos; tiempo que Melinda pasaba sola. Cuando éramos pequeños, era al revés, Lisa y Mel eran inseparables, y yo no estaba incluido en sus juegos. Por eso quería pasar tiempo con Mel y defenderla en todo lo posible, no quería que se sintiera sola.

—Estoy bien, en serio —insisto alejando mi mano de las suyas.

—¿Has discutido con Rebeca? —cuestiona con fingido interés y, ante mi silencio, sonríe—. Axel, ninguna mujer vale tanto. Tienes una familia que te quiere y te apoya; mujeres hay muchas, pero familia no hay más que una.

Venir ha sido un error.

—Elisabeth, nosotros no tenemos familia.

La rubia agranda los ojos y sonríe.

—Sabes tan bien como yo, que eso no es culpa nuestra —responde irguiéndose en la silla. Parece que al fin nos ponemos serios—. Siempre tuvimos que mirar por nosotros mismos, porque si no, nadie lo hacía. Pensé que tú estabas de mi parte, pero siempre defendías a Melinda, cuando ella ya lo tenía todo —conforme habla, va bajando el tono como si se lamentara.

—Melinda siempre ha sido la más débil...

—¡No! —estalla—. ¿No te das cuenta? Melinda siempre ha tenido la atención de todos, mientras que nosotros hemos tenido que matarnos por un poco de atención. ¿Crees que a mí me gusta hacer dietas de mierda y exhibirme? ¡Pues no! Pero lo hago por el cariño de mamá, porque quería ser su favorita; pero aún así ella prefiere a Mel, porque es diferente, porque no se desvive por un poco de atención.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora