22. Una sesión de fotos gratis

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REBECA

Juro que no voy a volver a beber alcohol en mi puta vida. Esto es horrible; nada más despertarme, he tenido que ir al baño a vomitar. No recuerdo cuanto bebí anoche, Nerea me presentó a unos amigos y, después del vaso de ginebra, llegó uno de vodka, y no sé cuántos de anís, pero fueron suficientes como para dejarme K.O en el sofá. Y teniendo en cuenta que me he despertado en el sofá, estoy segura de que mi madre llegó tan tarde, que ni siquiera se percató de mi presencia. Eso también explica que siga durmiendo a estas horas. Aunque ni siquiera sé qué hora es.

Después de vomitar como una bulímica, me he dado una ducha en profundidad para eliminar el asqueroso olor que se crea al mezclar alcohol y sudor de mi piel. Me he frotado como si intentase eliminar un tatuaje, pero ahora huelo bien y ya no me siento tan sucia como anoche.

Tengo escenas borrosas, pero, desgraciadamente, recuerdo a la perfección haberle dado el bofetón a Axel, y no me arrepiento de nada. Excepto de haber entrado en su juego.

Ahora que puedo pensar con claridad, me siento mucho más abrumada. Anoche tan solo llegué a mi casa y lloré; o al menos lo hice hasta que me llamó Axel. Estaba abrumada por los hechos, por haber perdido la virginidad con semejante cabronazo y haber permitido que me lastimase de esta manera. Estaba mal, al borde de un ataque de nervios, pero, tras finalizar la llamada, me invadió una sensación de alivio; supongo que es lo que se siente cuando cortas por lo sano y largas a la mierda a quien te lastima. Así debe sentirse una mujer al denunciar a su maltratador.

«Qué te jodan, Gallagher». Ese debería ser mi mantra.

Lo peor de todo es que no odio a Axel, simplemente estoy decepcionada.

Bebo un sorbo de café y vuelvo los ojos al ver a mi madre entrar en la cocina.

—¿Tú tomando café? ¿Qué santo se ha caído? —bromea sirviéndose un poco en una taza. Está sonriente y volvió jodidamente tarde, lo que quiere decir que su cita de anoche fue bien, y la verdad es que me alegro mucho por ella.

—Anoche no pude dormir bien y necesitaba despejarme —me limito a decir; lo cual no es mentira, pero tampoco es toda la verdad. Mi madre no debe saber que salí, y mucho menos que me emborraché de lo lindo.

—Oh —responde antes de beber del ardiente café.

Imito a mi madre, pero una punzada de dolor me obliga a tragar el ardiente café. La muela.

¿No os ha pasado que estáis perfectamente y, de repente, os empieza a doler una muela que hacía tiempo que no os dolía? Los dientes son una cosa sería, y no hay que dejarlo pasar; pero me aterra el dentista. Lo bueno es que, con antibióticos, todo se puede sobrellevar.

—Mamá, ¿dónde está la Amoxicilina? —me llevo la mano a la mejilla rezando porque no vuelva a dolerme.

—En el cajón de las medicinas, tómate un lbuprofeno y el antibiótico a las once y ya redondeas —dice con desinterés. Ya no le importa ni su propia hija.

Voy a por el Ibuprofeno y regreso a la cocina, bebo agua del grifo y me trago la pastilla con un par de arcadas.

Conforme pasan los minutos, la pastilla hace su efecto.

—¿Mejor? —pregunta sonriente y yo asiento.

La verdad es que me gustaría contarle a mi madre todo lo que ha pasado, desahogarme y que me perdone, porque realmente la culpa me pesa y tengo miedo de que me salga chepa.

Abro la boca para confesarme, pero el timbre me interrumpe; lo cual debe ser obra de Dios. Voy a abrir la puerta, me descompongo al ver que se trata de Melinda.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora