19. Calor

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Hoy hace más calor de lo habitual. He salido a beber agua más de cinco veces en la última hora. Hopi está en el suelo patas arriba y él en la cama, separando todas sus extremidades del cuerpo lo máximo que puede.

Es el día perfecto para no hacer nada, no salir de casa y sobretodo no encender los hornos. Me abanico con la mano, pero no sirve de nada. Me pongo en pie y abro la puerta de casa para salir a beber agua. Al girarme, veo a Hopi salir de casa lentamente, atenta a lo que sienta a su alrededor.

–¿Qué pasa chica?

De repente empieza a emitir un gruñido un poco más grave que la última vez y se pone a cavar y patear el suelo. Algo se acerca, pero sus señales son diferentes esta vez. ¿Contra qué golpe de la naturaleza tendremos que enfrentarnos? A los pocos minutos Hopi deja de hacer ruidos. No veo ningún tipo de tormenta, pero... empiezo a notar todo mi cuerpo ardiendo y sudoroso. El sol es abrasador. Es en ese momento cuando me doy cuenta del horrible suceso en el que nos encontramos. Un golpe de calor.

Corriendo me mojo todo el cuerpo con el agua del pozo, agua que se evapora en nada, y entro a casa cerrando la puerta. Hopi me sigue a todas partes y mi compañero parece que se levanta curioso al oír tanto ruido.

–¿Pasa algo?

–Tenemos un golpe de calor. Cierra las ventanas.

Ambos cerramos todas las ventanas de casa. Busco en los armarios apresuradamente y creo dos techos. Tapio los agujeros donde van las escaleras para subir a la terraza y al poner el último techo, nos quedamos un poco a oscuras. Me siento en mi cama y me apoyo en la pared.

–De todos los sitios en los que podríamos estar... estamos en un desierto infernal –él se limita a mirarme.

–¿Por qué estamos aquí? No lo entiendo...

La verdad es que yo tampoco, pero con este calor no tengo ganas ni de pensar ni de hablar, no tengo ganas de hacer nada. Nos limitamos a ponernos de diferentes formas en la cama y en el suelo para evitar sentir una pizca de sofoco. Comemos bayas en vez de carne porque son más refrescantes y sobretodo, evitamos el contacto.

Los minutos pasan y pasan, el aburrimiento crece desmesuradamente. Tengo muchas ganas de salir a beber agua, pero si aquí ya hace calor, lo de fuera tiene que ser el mismísimo infierno. Me quito los zapatos y dejo los pies al aire. Él me ve y se quita el gorro y los zapatos. Esto es inaguantable y nuestras expresiones... parece que estemos moribundos. Mi cuerpo sigue sudando, estoy empapada y pegajosa, un asco. Los odres están secos y pronto lo estaremos nosotros si esto no pasa ya.

Le veo de reojo incorporarse y sentarse sobre la cama. Se quita la camisa y se limpia el sudor en ella. Yo también quiero quitarme la ropa... No puedo más. Me saco los pantalones y los lanzo con asco a la esquina de mi cama. No pasa mucho rato hasta que también me quito la camisa y me quedo en ropa interior. Veo como me mira. Eso solo hace que mi vergüenza incremente y con ello la temperatura de mi cuerpo.

–Deja de mirarme...

–P-perdona... –balbucea y a mí me hace gracia.

Sonrío levemente y lo miro de reojo cuando va a quitarse los pantalones. Ahora estamos igual y seguimos muertos de calor.

–Podríamos ir al lago.

–Morirás de camino o al tener contacto con el agua.

–¿Tú crees? El agua del pozo estaba fresca, ¿no?

–Porque viene del subsuelo.

–Pero puede que esté bien. A lo mejor no le da el sol.

Tenemos conversaciones de besugos. Lentas, sin ganas, sin saber lo que decimos. Éste clima nos está dejando tontos. Solo quiero que termine ya... Me pongo de pie y empiezo a caminar dando vueltas por casa mientras me abanico con una mano y a veces las dos. Tengo el pelo por la nuca mojado en sudor y algunas gotas resbalan por mi piel.

–Necesito agua...

–¿De verdad vas a salir?

–Quiero... agua... –empiezo a ver borroso.

Mi cuerpo se tambalea hacia los lados y me apoyo en una pared con la mano mientras con la otra me sujeto la cabeza.

–Diana ¿estás bien? –se levanta.

Sin previo aviso me desplomo en el suelo. No estoy inconsciente. Oigo y veo distorsionadamente lo que pasa a mi alrededor. Él se acerca corriendo hacia mí y me sujeta.

–Vamos al agua.

Me levanta del suelo y me coge en brazos. Da una suave patada en la puerta para abrirla y me acerca a Haru. Me sienta como puede y con las pocas fuerzas que tengo, hecho mi cuerpo hacia delante y me agarro en Haru. El se sube detrás mío y siento su pecho contra mi espalda, apretando levemente para no caerme. Nos ponemos en marcha y de poco sirve el aire que nos da, ya que es totalmente caliente. El ambiente es mortal y nauseabundo... Es simplemente insoportable, sentir que te derrites...

–Va que ya llegamos, nos vendrá bien a los dos... –su voz se apaga por momentos.

–¿Estás bien?

De pronto noto todo su peso encima mío. No me lo creo... Al salir, le ha acabado de afectar el calor lo suficiente para desmayarse. Siento que se va a caer y sin pensarlo ni un instante, cojo sus manos y me las pongo alrededor de mi cintura, cogiéndolo con fuerza para que no se vaya hacia los lados. Todo su cuerpo expulsa sudor, al igual que el mío. Su piel arde y hace arder más aún la mía. Es ciclo que se repite. Expuestos al sol, el mareo aumenta, las gotas de sudor incrementan y la temperatura del cuerpo se siente a punto de explotar. El lago está cerca, pero me está pareciendo un suplicio llegar a él. El viaje más largo de la historia. Siento que me voy a desmayar en cualquier momento y si yo caigo, él también. Por favor Haru, date prisa. Los ojos se me cierran y pierdo fuerza en los brazos. No puedo soltarlo, si lo hago caerá. Tengo... que aguantar... un poco más...

Abro los ojos de golpe al notar que Haru se inclina hacia la derecha hasta tal punto que ambos caemos. Grito todo lo que la caída me permite hasta que entro en contacto con el agua del lago. Al tener la boca abierta, me ha entrado un poco de agua y al salir a la superfície empiezo a toser y a frotarme los ojos para poder ver. Mi compañero vuelve en sí y empieza a toser. Nado hacia él e intento sujetarlo un poco para estabilizarlo. Llego al suelo un poco de puntillas, él, por suerte, llega de sobras poniendo los pies planos y aún le faltan centímetros hasta que le llegue el agua a la barbilla. Creo que hasta este momento no me había fascinado lo alto que es.

El ambiente empieza a relajarse. El golpe de calor se desvanece poco a poco y empieza a correr una suave brisa.

–Tenías razón –digo mirándolo a los ojos. –El agua no está ardiendo y podríamos haber venido antes.

–¿Siempre has sido así de bajita?

Su pregunta me pilla por sorpresa. Pongo cara de enfadada y le hecho agua en la cara con las dos manos.

–Vete a la mierda –él se echa a reír.

Se acerca a mi y me rodea con su brazo por mis hombros.

–Era broma, no te lo tomes a pecho, mujer –sigue riendo mientras yo intento soltarme, pero es imposible. –No pasa nada... Para la próxima ya sabemos que podemos meternos en el agua sin problema –su tono de voz ha cambiado a dulce, mientras me rodea con la otra mano y me abraza.

Inconscientemente, dejo de pelear por intentar salir de sus garras y paso a devolverle el abrazo. No sé si es porque estamos viviendo la misma pesadilla juntos, si es la única persona que recuerdo y conozco y con la que mantengo contacto desde hace semanas o qué, pero para cuando me quiero dar cuenta, nuestros labios ya están unidos y los segundos pasan lenta y deliciosamente.

ARK: Tierra ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora