17. Kaprosuchus

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Intento soltarme con todas mis fuerzas. Saco la lanza del inventario y empiezo a pegarle, pero no me suelta. Haru viene volando hacia a mí con mucha rapidez y se enzarza en una pelea que acaba ganando. Retiro con mis manos la boca del animal y me libero. Me tiro al agua y la sangre empieza a esparcirse. Me duele demasiado como para hacer algo. Hopi se acerca a mí preocupada e intenta lamerme las heridas, pero no la dejo, eso puede infectarlo aún más. Con las pocas fuerzas que me quedan me subo en Haru y cojo a Hopi y salimos de ese lugar.

El viaje es movidito, y eso no ayuda. Aprieto mis heridas con fuerza para evitar que salga más sangre y siento el sudor y el agua recorriendo todo mi cuerpo. Mi vista empieza a ser borrosa y siento que en cualquier momento me voy a caer de Haru. A su vez, puedo sentir la fuerza de voluntad que le está poniendo ella para llegar rápido a casa, todo por mí. En verdad es mi culpa, de eso no hay duda. He bajado la guardia y he sido irresponsable al salir huyendo de esa manera.

Una leve sonrisa se esboza en mi cara al ver por fin nuestro hogar. Un hogar reformado con pinchos alrededor... ¿Se ha dedicado a hacer reformas? Río para mis adentros y cuando por fin aterrizamos y lo veo salir de casa, noto mi cuerpo precipitándose al suelo y pierdo la conciencia.

***

Un fuerte dolor de cabeza me zarandea, creo que ya me estoy acostumbrando a tenerlos... Al abrir los ojos, la luz de fuera me ciega. Me cubro los ojos con una mano y con la otra me apoyo para intentar incorporarme, pero el dolor vence. Veo a Hopi a mi lado, como siempre, y escucho ruidos fuera de casa, y poco después, pasos que crujen en la madera del suelo.

–¿Hola? –digo con voz moribunda.

Él se acerca y asoma la cabeza. Está sorprendido y feliz de volver a verme.

–Ya estas despierta –dice mientras se acerca y se arrodilla a mi lado. –¿Cómo te encuentras?

–Mareada y débil.

–No me extraña...

–¿Cuánto he dormido? –estoy totalmente desorientada.

–Tres días.

Tres días... wow. Nunca me imaginé que pudiera dormir tanto. La cabeza me sigue doliendo un poco y la zona donde me mordió aún más. Parece que mi compañero se las ha apañado bien para ponerme las vendas y sanarme.

–Sé que tal vez no es el mejor momento para hablar de esto, pero ¿porqué te fuiste?

–Me enfadé...

–No hice nada malo.

–Ya lo sé... Es solo que... No sé cómo explicarlo. Sentí una fuerte conexión con ese animal y...

–Bueno no te preocupes... Ya no importa. Lo que importa es que estás aquí –su sonrisa es tranquilizadora. –¿Dónde fuiste? ¿Qué pasó? –no me importa que me acribille a preguntas, estoy muy aliviada de estar sana y salvo a su lado.

–No sé dónde iba. Cuando me quise dar cuenta, Haru nos llevó al lado del Arca Verde. Fuimos a un lago y allí me atacó aquel bicho. Un...

–¿Sabes el nombre?

–Sí... lo tengo en la punta de la lengua. Es raro, creo, largo (el nombre), un cocodrilo más rápido que los normales, y más pequeño. Kapro... Kupro... –se ríe. –Oye que es más difícil de lo que parece –y empieza a reírse más fuerte.

–Perdona, perdona –intenta contener la risa y eso me hace feliz. Ambos estamos felices.

–¡Kaprosuchus! Au –pongo mi mano encima de mi abdomen.

–¿Estás bien?

–Sí, sí... Tranquilo. Me he emocionado demasiado.

Su expresión vuelve a estar seria, preocupada. Se remueve en el sitio y carraspea un poco. Yo me quedo como embobada viéndolo y al cruzarse nuestras miradas, tarda unos segundos hasta que me sujeta la mano.

–No quiero que te pase nada malo –su intranquilidad es más que obvia, y su sinceridad también. –Sin ti, probablemente estaría muerto y sin ti, sé que sería incapaz de salir de aquí. Seguiría buscando a mi familia como un necio.

–No hace falta que hagas esto...

–No quiero perderte, tú eres quien ha conseguido traernos a donde estamos ahora y quien ha hecho que sepamos lo que sabemos. Yo... seguramente no hubiera sido tan astuto como tú.

–Para...

–La próxima vez que te enfades, prefiero mil veces que me des un puñetazo a que salgas volando vete tú a saber dónde –con eso último nos reímos un poco y animamos el ambiente.

–Gracias por cuidarme.

–Ni lo digas –se acerca a mí y me abraza con delicadeza.

–¿Y ahora qué? –pregunto.

–Pues tú descansas y yo sigo con lo mío.

–¿Lo tuyo? Y, ¿qué es lo tuyo? –digo mientras sonrío de forma interesada.

–Ya lo verás –ambos sonreímos y acto seguido se levanta y se va.

***

Estar aquí tumbada y sentada día y noche es lo más aburrido del mundo. No puedo hacer prácticamente nada, por no decir nada. Como bayas y a veces carne que él me prepara, juego con Hopi y sufro cuando me cambia las vendas. Pero las heridas están cerrándose. Es buena señal.

Por otro lado, me mata de curiosidad lo que quiera que está haciendo. Escucho cosas siendo colocadas y tampoco puedo asomarme a la ventana porque no llego, y si me levanto, puedo fastidiar mi recuperación. Pero bueno, en verdad tampoco puedo quejarme. Él me está cuidando perfectamente y además me dió una sorpresa el otro día. Fabricó unas hojas en blanco y bueno, también me entretengo con ellas. A veces dibujo con los colores de las bayas, y otras veces simplemente hago formas con el papel, lo que viene siendo la papiroflexia.

–¿Te apetece cenar ya? –dice desde el exterior asomándose por la ventana.

–Vale –sonrío.

A los pocos minutos aparece con dos tablas de madera con carne encima. Me da una de las tablas y se sienta en su cama.

–Que aproveche.

–Igualmente.

Empezamos a comer en silencio. Nos miramos de vez en cuando, pero todo esta bastante a oscuras.

–¡Ah! –exclama.

–¿Qué pasa? –digo preocupada.

–Me he dejado una cosa, dame un segundo –deja su tabla de madera en el suelo y se levanta.

Empiezo a escuchar diferentes ruidos, pisadas y el mortero funcionar. Al asomarme un poco veo unas escaleras que conducen a un segundo piso. ¿Será ese su trabajo de estos días? No puedo esperar a verlo. De repente empieza a aparecer luz por todas partes y cuando me quiero dar cuenta, lo veo en la habitación colocando un par de antorchas de pared y poniéndole combustible para encenderlas.

–Hágase la luz –dice muy animado.

–¿Qué hay arriba? –digo entusiasmada.

–Pronto lo veras querida –intenta hacerse el interesante.

No sé cuantos días más tendré que estar aquí postrada en la cama, pero tengo muchas ganas de salir y caminar. Aunque teniendo en cuenta el calor que hace fuera... aquí tampoco se está tan mal.

ARK: Tierra ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora