Empieza un nuevo día y una nueva rutina.
Salgo de la tienda de campaña y veo a algunos de los dinos durmiendo y a otros paseando. Me desperezo y voy a la hoguera a por carne. No hay... Las existencias de carne se agotan por el Wyvern y necesito ir a buscar más.
Paso a paso.
Salgo de la cueva con cuidado y precaución y voy de matorral en matorral, por temor a que él me encuentre, hasta llegar a la charca del Arca Roja. Bebo agua, me lavo la cara y lleno el odre. El agua es una de las cosas que voy a echar de menos tener cerca. Siendo lógicos, el laguito éste, está relativamente cerca, a unos metros de la entrada de la cueva. No me puedo quejar mucho.
Después de refrescarme, monto a Ridar y salgo a conseguir bayas con él. Como sería una tortura tener que ir dándole bayas siempre a cada uno, voy a construir un comedero y solucionaré un problema. Todavía me quedan materiales para poder construir uno, así que por eso no hay problema. Volvemos dentro del refugio y al llegar a nuestro pequeño y seguro campamento me pongo a crear el comedero. A los pocos segundos, lo saco del inventario y lo coloco cerca de los cimientos. Recolecto todas las bayas que tienen todos los herbívoros en sus inventarios y las coloco en el comedero. Ahora hay que hacer lo mismo con la carne.
Salgo del refugio con Haru y empezamos a cazar unos cuantos animales más débiles que ella. No es divertido ver cómo la madre naturaleza hace su trabajo, però es cuestión de supervivencia. Pasados unos minutos largos, volvemos a casa con el botín. Pongo toda la carne en el comedero y enseguida van los dos Argentavis y el Wyvern a comer. Me quedo un rato mirando hasta que mi estómago empieza a rugir. Todavía no he comido nada desde que me he levantado y estoy algo hambrienta. Me hago con unas bayas y un trozo de carne que cocino y, devoro sin compasión mi comida. No es que estuviera muerta de hambre ni nada por el estilo, pero es más difícil seguir un horario para comer viviendo aquí. Juraría que hay días que no como lo suficiente.
Me quedo mirando al Wyvern mientras termino de comer y empiezo a verlo un poco más grande que anoche. ¿Es posible que vaya a crecer tan rápido? Por mi mejor, la verdad. Tengo algo de prisa por salir de aquí a pesar de que les he cogido muchísimo cariño a Haru y Hopi. Suspiro.
Me levanto del suelo y empiezo con mi rutina de fabricación de munición, entre otras cosas. Tengo que reponer la que usé en la cueva del Artefacto y hacer unas cuantas más. Reparar el arma, reparar la armadura de metal... No me llevará mucho trabajo, todo es automático. De pronto, las horas vuelven a pasar lentamente, el aburrimiento se apodera de mí otra vez y me quedo sin trabajo que hacer. De vez en cuando me paseo por la cueva, recolecto nuevos minerales que han aparecido, mato a escopetazos algunos dinosaurios que se han colado por la entrada trasera con el respaldo de Haru por protección y le doy mi especial atención al Wyvern.
Me siento en el suelo con las piernas cruzadas y juego con todos ellos. Es como volver al primer día, si estuviera sola me volvería loca. Pero al menos los tengo a ellos.
–Ya va siendo hora de ponerte un nombre, amiguito –digo acariciando al Wyvern.
Sus escamas tienen un tono violeta precioso y sus alas son más oscuras que el cuerpo. La verdad es que es precioso y más todavía de cómo me lo imaginaba, ya que el huevo era de un azul súper brillante. Y bueno, supongo que no hay que ser un científico para saber que éste bichito escupirá rayos, como ya he visto que hacían otros Wyverns. En fin, un nombre... un nombre... Zeus sería muy típico. Relámpago muy poco imaginativo. ¿Por qué es tan difícil poner nombres? Si una vez le puse Cacahuete a mi Raptor, le podría poner Arándano.
Arándano... ¿Estoy bien de la cabeza? Aún así es bastante adorable.
–Arándano, ¿te gusta? –le digo mientras lo acaricio.
Él empieza a mover de un lado para otro la cola y bate un poco sus alas apoyándose sobre sus patas traseras. En un segundo, manda a volar a Hopi y crea un pequeño caos azotando a algunos de sus compañeros. Me levanto rápidamente e intento calmarlo haciendo que pare.
–Vale, vale. No hace falta que te emociones tanto –me río. –Ten cuidado a ver si vas a hacer daño a alguien.
Mira a su alrededor y agacha la cabeza. Lo abrazo para que sepa que no pasa nada y todo está bien y decido dar una vuelta con él por dentro del refugio para que se mueva un poco. Al llegar al extremo que da al interior de la montaña, Arándano sigue avanzando y antes de que pueda decirle que pare para que no lo vean y lo ataquen, me doy cuenta de que nadie se le acerca, es más, algunos hasta se alejan de la zona. Me quedo allí de pie, impactada por lo que acabo de presenciar y todo mi cuerpo grita de alegría. Arándano impone al resto de dinosaurios. No sé si a todos, pero al menos los que rondan por aquí sí, y eso es lo que importa. Cuando crezca, podría quedarse aquí vigilando o incluso, tal vez, es posible que pueda entrar y salir del refugio por aquí. No me gustaría que estuviera siempre solo. Volvemos hacia atrás y seguimos dando vueltas de un extremo al otro sin parar, poco a poco, mientras pienso en las ganas que tengo de qué Arándano sea mayor y poder volar con él.
Algunos de mis dinos se unen a nosotros en el paseo. Y yo de mientras sigo pensando rodeada de todos ellos y mirándolos de vez en cuando. En muy poco tiempo han pasado muchísimas cosas. No hemos llegado al medio año y he conocido a un ser repulsivo, he recuperado la memoria, a excepción de las personas con las que compartía los días en The Island, tengo mi primer Artefacto y tengo un Wyvern. Si todo va bien, debería poder salir de aquí muchísimo antes de llegar al año. Tengo muchas ganas de salir de aquí y poder recuperar todos mis recuerdos, ver quién me espera ahí fuera... No puedo esperar.
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ARK: Tierra Ardiente
Hayran KurguUna vez más, Diana se ve envuelta en un extraño suceso que la lleva a Scorched Earth, otro mapa de ARK. Un viaje salvaje y peligroso la espera, y más todavía estando en un gigantesco desierto.