25. Rayos

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Al llegar a casa se acerca a mí y empieza a darme la lata sobre lo peligroso que es haberme ido sola y los peligros del exterior y bla bla bla...

Entiendo su preocupación, pero a la vez me agobia un poco con esta forma de ser.

Le digo que sí para ir rápido y súper ilusionada empiezo a explicarle todo lo que he visto y lo que quiero que empecemos a hacer. Él me mira pensativo y parece no gustarle mucho la idea.

–No creo que sea buena idea ni siquiera intentarlo.

–Sé que suena imposible, pero si conseguimos un dinosaurio capaz de derrotarlos...

–Suena estúpido. ¿Cómo pretendes que acabemos, no con uno, sino varios Wyverns?

–Pues no lo sé, por eso tenemos que movernos y empezar a hacer algo.

–Ya te lo he dicho –me coge las manos. –Olvidémonos y quedémonos aquí, juntos.

–No lo entiendes –me suelto las manos. –A ti no te importa nada porque todavía no recuerdas, pero yo sé que ésta no es mi vida, no es mi sitio y hay gente que me espera fuera.

–¿Te crees que me gusta hacerte sufrir? Yo solo quiero protegerte, que vivas tranquila.

–Yo no quiero vivir aquí.

Con duras expresiones en el rostro me alejo de su lado y salgo fuera a reflexionar. Si no me quiere ayudar, tendré que empezar por mi cuenta hasta que lo entienda y quiera ayudar.

Voy a por papel y carbón para dibujar, y empieza a trazar mi plan y los posibles movimientos que puedo hacer. Sin duda alguna, Haru es demasiado lenta para poder volar delante de un Wyvern... Podría hacer una jaula, pero tal vez es muy peligroso y creo q no conozco otro dinosaurio que vuele más rápido que un Argentavis. Lo único más rápido que el Argentavis sería... un Wyvern. Qué irónico.

¿Es posible tener uno de esos?

***

He pasado las últimas semanas practicando y mejorando la velocidad de Haru. Se ha hecho eterno pero, valdrá la pena si consigo lo que quiero.

Mi relación con él no ha mejorado para nada. Discutimos de vez en cuando porque él quiere que desista en lo que estoy haciendo y yo intento que entienda mi punto de vista. A poder ser prefiero evitarlo todo lo que pueda, es muy incómodo estar juntos y que se pueda respirar la tensión en el ambiente.

Entro en casa después de mi rutinaria práctica con Haru y lo veo sentado en la cama haciendo cosas de inventario. Nuestras miradas se cruzan un instante y subo rápido las escaleras para sentarme en la terraza a ver el atardecer. Hopi me sigue dando brincos y se acurruca en mis piernas. Empiezo a acariciarla pero, la paz dura poco. Con la suave brisa y el sol cayendo, aparece a mi lado y se sienta. Ambos miramos fijamente al horizonte sin decirnos nada y dejamos que el tiempo pase lentamente.

Es entonces cuando por fin se rompe el silencio con unos bajos gruñidos de Hopi mientras menea la cola y baja las orejas. Es diferente a las otras veces así que intuyo que algo nuevo se avecina. Me levanto de la silla y me apoyo en la barandilla mirando al horizonte y veo como se acerca furiosa una tormenta negra cargada de rayos ruidosos y potentes.

 Me levanto de la silla y me apoyo en la barandilla mirando al horizonte y veo como se acerca furiosa una tormenta negra cargada de rayos ruidosos y potentes

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–¿Qué hacemos? –pregunta nervioso.

–Cerremos todo y esperemos que pase rápido.

–¿Y los animales?

–No creo que les pase nada... esperemos.

Bajamos rápido al piso de abajo y cerramos la ventanas y las puertas. Al moverlas y cerrarlas, me doy cuenta de que aún tenemos una casa de madera y empiezo a dudar si aguantará ésta tormenta.

–Cada vez está más cerca.

De repente, un rayo cae cerca de donde estamos y pegamos un brinco del estruendo. El ruido de la tormenta casi no deja que oiga mis pensamientos y ambos tenemos que gritar al hablar para poder escucharnos.

Por desgracia, el agujero que lleva al segundo piso, abierto, no tiene para cerrarse y el aire circula con fuerza en el interior de casa. Las ventanas y la puerta tiemblan y si no estuvieran cerradas, empezarían a dar golpes muy violentos, casi seguro que saldrían volando. La tormenta acaba de posicionarse encima de nosotros y el aire que circulaba por casa empeora. Cojo a Hopi con fuerza al ver que la pobre casi sale volando y me recojo el pelo hacia un lado para que deje de enredarse. Voy gateando rápidamente hasta su cama y nos abrazamos con fuerza protegidos entre dos paredes.

Los rayos siguen cayendo cerca de nosotros y la ventana del dormitorio no puede resistirlo más. El viento arranca la puerta que lo contenía y entra para juntarse con el viento que ya estaba dentro, creando una corriente de aire todavía mayor. Él y yo seguimos abrazados con Hopi en el medio y veo algunas chispas saltar a través de la ventana cuando el rayo impacta en el suelo. Cierro los ojos con fuerza y hundo mi cara en su pecho para protegerme. Él hace lo mismo apoyándose en mi cabeza. Solo deseamos que éste fenómeno pase rápido...

Y dicho y hecho. Notamos como el aire va menguando y el sonido de los rayos se aleja. Pasados unos largos minutos, todo vuelve a la normalidad. Nos levantamos con cuidado y salimos de casa. Los animales están bien. Habrá que arreglar la puerta de la ventana y algunas barreras de pinchos que han quedado destrozadas. Algunos árboles están ardiendo pero, están tan apartados de cualquier cosa, que las llamas se extinguiran solas.

Vamos a por algo de madera para arreglar los destrozos y cuando solo nos quedan un par de vallas por arreglar y reparar, la noche cae. Él enciende las antorchas de casa e ilumina un poco los alrededores. Sale otra vez y me ayuda para acabar más rápido.

–Menudo desastre, ¿eh? –me dice para romper el hielo.

–Ya... Por suerte no ha sido para tanto.

Entramos en casa y cerramos la puerta y las ventanas. Apagamos todas las antorchas, menos la de nuestra habitación, y cada uno se tumba en su cama mirando a la nada. Quiero hablarle pero, tampoco sé muy bien qué decir. Nuestra relación está un poco complicada últimamente.

–Oye... –empieza él. –Éstos días hemos tenido algunos encontronazos. Creo que lo que teníamos era muy bonito y no me gustaría que dejase de serlo.

–A mí tampoco pero... Ha sido difícil. Tú me lo pones difícil.

–Yo solo quiero hacerte la vida más fácil.

–Pues entonces ayúdame a salir de aquí. No me ocultes cosas. Quiero poder confiar en ti...

–Pensaba que confiabas en mi.

–Últimamente he tenido mis dudas...

Un silencio se apodera de la habitación. Él se levanta sin decir nada y apaga la última antorcha. Todo queda sumido por la oscuridad y sin decir nada más, ambos nos damos la espalda e intentamos dormir.

ARK: Tierra ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora