El Mimo

68 13 0
                                    

Hubo una vez, un mimo llamado Charlie que quiso hacer feliz a los niños. Hacía sus actos en la calle a medida que la gente pasaba, no era muy bien pagado, pero él lo hacía para hacer feliz a las personas.

Charlie nació sordomudo, y su familia lo amo a pesar de haber nacido así.

Mientras creció, fue discriminado por sus compañeros, lo que no le afectó en nada, pues Charlie sonreía cuando veía en la esquina de su colegio a un mimo que siempre lo saludaba con felicidad.

Tal fue su emoción por agradarle al resto, que empezó a imitar al mimo de la esquina.

Cuando se inició, a muy pocos les pareció gracioso, y con el correr de los años se fue perfeccionando, hasta llegar a los veinte años de edad, en que se convirtió en un mimo profesional, que siempre rondaba por la ciudad.

Un día, Charlie vio que el mimo que alguna vez había visto en su infancia, y que inspiró su profesión, se encontraba frente a su casa, sonriéndole, pero había algo en él que lo hacía poner nervioso.

Aquel mimo saludó a Charlie, le copió el gesto, pero no mostró ningún signo de sentimientos hacia él.

Al acercarse a su puerta, el mimo le ofreció a Charlie una flor de color negro, Charlie se negó a aceptarla, se dispuso a abrir la puerta, y al hacerlo, el mimo ya no estaba.

Cuando se hizo de noche, Charlie miraba con insistencia su puerta, tratando de encontrar una explicación de porquè el mimo de su infancia habìa desaparecido misteriosamente. Algo le decía que si se dormía, ese mimo aparecería nuevamente.

Ya en su cama, cerró los ojos y suspiró. De pronto, percibío la vibración de un golpe que provenía de la puerta de su habitación, al parecer, alguien tocaba con insistencia.

Se acercó a la puerta con miedo, sentía que su corazón se le saldría del pecho.

Cuando abrió la puerta, para su sorpresa, no vio más que una rosa negra en el suelo, con algunos pétalos salidos a su alrededor. La tomó y la dejó en su mesa de noche. Se sentía tan cansado, que apenas apoyó la cabeza en la almohada, se durmió.

Al día siguiente, Charlie hizo su rutina diaria en el parque de diversiones de la cuidad, deleitando a los niños como de costumbre.

En algún momento, le pareció haber visto a lo lejos a otro mimo. Cuando termino su acto, se acercó al otro mimo, lo miró entre el tumulto como los demás, y supo rápidamente de quién se trataba.

Era el mimo de su infancia, quien le sonrió otra vez y le indicó que se acercase más.

Para seguirle el juego, Charlie lo acompañó, ambos hicieron un acto en que manejaban una bicicleta y luego viajaban en un barco, hubo muchos aplausos, la gente los ovacionó y les dio abundante dinero.

Cuando el público se fue, el mimo atacò a Charlie por detrás y se lo llevó lejos. Charlie intentó defenderse, pero el mimo lo silenció con un arma invisible.

Charlie comprendió que el tipo estaba loco, y que lo mejor sería no alterarlo.

Como se encontraba indefenso, el mimo condujo a Charlie a una casa cercana, y allí lo sentó en una silla.

El mimo notó que Charlie no reaccionaba, y con una sonrisa, le abrió los párpados.

—Fue hace mucho tiempo, Charlie - ¿recuerdas?

Su voz era tenebrosa, ronca, casi diabólica. No se trataba de un mimo, y tampoco era humano.

Charlie se lo quitó de encima con un empujón, agarró el picaporte para escapar, pero no había llave. El mimo la tenía.

—Hasta que no termine la función, no te irás Charlie.

Los padres de Charlie no lograron encontrarlo. Solo hubo algunos testigos que afirmaron que se había ido con otro sujeto que vestía como él.

Durante la búsqueda, la madre se encargaba de distribuir la imagen de su hijo.

Pasaron semanas, y no hubo noticias, Charlie no aparecía. Estaban desolados, hasta que un día alguien tocó a la puerta.
La madre de Charlie fue a abrir.

—¿Sí?

Era un joven de unos veinte años con un gorro negro, vestido con el disfraz de un mimo. Le ofreció una rosa negra. Al fijar su mirada en él, su piel se erizó.

—¿Charlie, eres tu?

El joven le sonrió de forma macabra, dejando ver sus dientes filosos. Su ropa estaba bañada de sangre y en su otra mano sostenía un machete.

—¡Hijo! ¿Cómo fue que desapareciste? ¿en dónde estabas?
—Charlie ya no está señora, él me dejó entrar. ¿Quiere ver un show? ¡Prepárese!

La madre quedó estupefacta al oírlo. Su hijo era mudo.

La policía encontró los cuerpos mutilados de los padres de Charlie y con rosas negras encima.

Nunca comprendieron su significado, pero ciertamente cuando ocurrían asesinatos sin explicación y con rosas en el medio, sabían que se trataba del "MIMO DE LA MUERTE".

Historias De Terror Donde viven las historias. Descúbrelo ahora