Mi Suegra Me Enveneno

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La mayoría experimenta pesadillas particulares con las suegras, aunque jamás imaginé que la mía pudiera resultar tan espeluznante. Lo más aterrador de esta historia no fue que mi suegra decidiera envenenarme, sino descubrir los motivos que la llevaron a esto.

Craig llegó a mi vida durante una de mis escasas vacaciones y, desde el comienzo, nuestra relación fue como un rayo. Nos enamoramos perdidamente uno del otro y en apenas ocho semanas estábamos contrayendo matrimonio en el registro civil, todo sin haber conocido previamente a las familias. La mía tuvo la cortesía de visitarnos algunas semanas después y, tras esa impresión inicial, realmente terminaron aprobando a Craig.

Cuando empezamos a vivir en pareja y experimentar la vida de un matrimonio, obviamente me contaba sobre sus padres, que vivían muy cerca a su enorme familia a tan solo unas horas de camino, pero jamás los conocí. Tengo una agenda bastante apretada. Mis jornadas laborales oscilan entre 6 y 7 días por semana, además que los días de descanso básicamente consisten en atender citas y recados. Antes de conocer a Craig había trabajado durante un par de años, y creo que en ese lapso salí de la ciudad una sola vez.

Seis meses después de casarnos, finalmente me dieron unos días libres y tuve la posibilidad de visitar a mi familia política. Todos se dieron cita y parecían auténticamente emocionados de conocerme, excepto por mi suegra, Betsy. Era esa clase de mujer fría y distante capaz de sentarse frente a ti sin decir una sola palabra. Fue una situación muy incómoda, pero seguí buscando hacerle plática.

Para el último día, Craig me dijo que haríamos una caminata por la tarde en el parque nacional próximo a la casa de sus padres. Betsy había preparado el almuerzo y, cuando me cambiaba para empezar el recorrido, fui invadida por una intensa oleada de nauseas. Toda la tarde estuve metida en el baño, vomitando.

Creí que algún alimento me había caído mal. Unos meses después regresamos y la experiencia fue encantadora, excepto por el comportamiento de Betsy. La mujer no me dirigía la palabra, aunque Craig le restaba importancia a esta situación y se excusaba diciendo que su madre me estaba conociendo. Para hacerme sentir mejor, propuso que alquiláramos motos acuáticas y diéramos un paseo en un lago próximo. Me emocioné tanto que no dudé en contarles a todos sobre el paseo. Pero las cosas volvieron a salir mal y, después de comer, terminé tan enferma que apenas y pude levantarme de la cama en dos días.

En ese punto ya empezaba a sospechar: todos ingerían la misma comida y nadie más enfermaba. Aparentemente, Betsy estaba tramando algo muy malo pero no llegaría a descubrirlo sino hasta nuestra próxima visita. En esa ocasión, un recorrido por los senderos y una noche romántica con Craig en una cabaña fueron cancelados pues volví a enfermar y esta vez estaba segura: Betsy me estaba envenenando.

Craig me dijo que estaba loca. Argumentó que probablemente era una reacción alérgica a algún ingrediente o utensilio que su madre empleaba en la cocina, una situación posible, aunque jamás tuve oportunidad de revisarla. A pesar de esto, para el próximo viaje decidí llevar una cacerola. Si yo misma cocinaba la comida y la servía, era imposible que le añadieran algo.

Ni siquiera había dado el segundo bocado cuando me di cuenta que había perdido de vista el vino mientras calentaba la comida, lo que explicaba ese malestar en mi estómago. Ya sabemos lo que pasó después, y no fue nada agradable.

Estaba tan convencida de que mi suegra me había estado envenenando que enfrenté a Craig. Le dije que mientras ella estuviera ahí, jamás volvería a visitar a su familia. Aquella fue nuestra primera gran discusión, aunque finalmente terminó accediendo a que no fuera a las visitas, y me dijo que con el tiempo encontraríamos una forma cordial de lidiar con esta situación. Esa mujer jamás había mostrado amabilidad hacía mi persona, por lo que no tuvo mucha importancia para mí.

La próxima vez que tuve vacaciones, tomamos la decisión de ir a esa cabaña que alquilamos antes y a la que no pudimos asistir. La residencia de su familia nos quedaba de paso, y me pareció grosero no detenernos a saludar, así que llegamos a un acuerdo y compramos algunas pizzas. Le dije que no bebería nada más que agua directo del grifo.

Llegamos y repartimos las rebanadas de pizza en los platos cuando uno de los primos llegó y todos fuimos a saludarlo, dejando brevemente la comida sin supervisión. Casi de inmediato me di cuenta del error, por lo que decidí cambiarle la jugada a mi suegra. Craig, al igual que yo, tenía dos rebanadas, así que cambié el plato mientras todos estaban en la sala.

Craig se enfermó tanto que realmente llegué a preocuparme por él. El viaje de regreso fue aterrador, tuvimos que parar muchas veces y venía hecho un completo desastre. Apenas habían transcurrido tres días cuando me derrumbé y terminé confesándole que había cambiado la comida.

Nunca lo había visto tan molesto, la rabia en sus ojos es algo que me acompañará el resto de mi existencia. Me empujo y se abalanzó sobre mí. Me tiró en el sofá y, de alguna forma, me las arreglé para zafarme, tomar las llaves, el teléfono y salir corriendo completamente descalza.

Tuve suerte de que el ascensor estuviera cerca y logré ponerme a salvo en casa de un amigo. Decidí apagar el teléfono cuando el total de llamadas perdidas casi llegaba a 50. No sabía qué hacer ni mucho menos si era seguro regresar a casa. Fue una de las experiencias más deprimentes de mi vida.

A los dos días finalmente decidí volver a encender mi teléfono, y cuando escuché el mensaje de la policía rápidamente me dirigí hacia el norte. Craig había muerto, Betsy le había disparado después que irrumpiera en la casa para atacarla con un cuchillo.

También supe que Craig estuvo casado con otra mujer, misma que perdió la vida durante un trágico accidente en una caminata. Craig obtuvo una fuerte cantidad de dinero por el seguro de vida y Betsy siempre sospechó que su hijo la había asesinado a propósito, por eso evitaba a toda costa que saliéramos a lugares remotos, especialmente a esos senderos con los que él estaba tan familiarizado desde pequeño.

Entonces, Betsy se aseguró de que cada vez que él planeaba una excursión, yo me enfermara. No fue nada fácil, pero mi suegra creyó que jamás le creería, ya que nadie más en la familia compartía sus sospechas respecto a Craig.

Al poco tiempo, encontré las pólizas de seguro de vida que mi esposo había contratado a mis espaldas, y decidí no presentar cargos contra Betsy pues solo intentaba salvar mi vida. Todavía suelo visitarla ocasionalmente cuando salgo de la ciudad, me encanta su comida.

Autor desconocido.

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