No Me Abraces

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Mi hijo Pedro desapareció de mi casa, solo cuando tenía cuatro años, no sé si está vivo o muerto, pero después de tanto tiempo, espero que nos reencontremos.

Alcancé a vivir con el cáncer al pulmón durante dos años, los últimos meses fueron demasiado dolorosos, dejé de asistir a las quimioterapias por decisión propia, mi señora jamás lo comprendió, pero yo insistí en que solo quería morir.

Desde la cama la miraba, ella me acompañó hasta el último suspiro.

– Amor, no te mueras por favor – me suplicó.
– Úrsula, yo voy a estar bien, tengo la seguridad de que en el más allá me voy a encontrar con mi hijo. – le respondí tranquilo.
– No digas esas cosas, yo aún te quiero acá conmigo.
– Fuiste la mejor esposa que pude tener, no llores, te amo – fueron mis últimas palabras.

Tomado de su mano me marché.
Mientras moría, no sentí dolor alguno, por el contrario, fue un gran placer que adormeció todo mi cuerpo, dejé de respirar unos largos segundos, jamás desesperé.
Cuando llegué al otro lado, logré soltar un suspiro.
Me levanté de la cama, y salí por la puerta a buscar a mi hijo.
Cuando salí, observé dos caminos, uno decía a Olvido, y el otro a Recuerdo.
Por lo demás, me esperaba un Guía:

– ¿Cuál es el camino que debo tomar? – le pregunté.
– A Recuerdo por favor – me respondió.

Hice caso, y vi a muchas personas, todos se veían muy vivos.
Así, empecé con la búsqueda de mi hijo:

– Hola, señor, disculpe, quisiera saber si ha visto a un niñito de al menos unos cuatro años, se llama Pedro, tiene un lunar debajo de la boca – le pregunté a un hombre.
– ¡Yo lo único que quiero es matar a esa mujer, no sabes cuánto la odio, espérate que llegue a la casa, ni te imaginas lo que le voy a hacer! – me respondió ofuscado.

El tipo se veía agresivo, tomaba un cinturón con su mano derecha, y solo repetía que quería matar a una mujer, un tanto confundido con su respuesta decidí acercarme a una muchacha:

– Yo no me quería morir, mi mamá me necesita, no puede vivir sin mí – dijo llorando desesperadamente.

No entendía la forma de ser de las personas, hasta que hablé con un Guardia del lugar.

– ¿Por qué las personas actúan así?– le pregunté al tipo.
– Es simple, es porque su personalidad la marcan sus seres queridos según como los recuerden, por ejemplo, al primer tipo que saludaste y solo te habló de querer matar a una mujer, es porque lo recuerdan como un ser violento con su familia, a la segunda, su madre la recuerda con pena, seguramente piensa que ella no quería morir y la necesita.

Entonces entendí que mi mujer me recordaba con las ganas incontenibles de encontrar a mi hijo en el más allá, lo que hacía que yo tuviese esa decisión de lograrlo. Al darme cuenta que el Guardia entendía de qué se trataba todo esto, pensé que quizás sabría el paradero de mi hijo:

– Disculpa, sabes que estoy buscando a un niño, morenito, se llama Pedro, tiene cuatro años, de ojos cafés y…
– ….. ¿Tiene un lunar debajo de su boca? – me interrumpió.
– ¡Sí! ¡él! ¡¿Dónde está!?
– Hace algunos días lo trasladaron al sector de “El Olvido”

No entendí porque estaba allá, si yo aún lo recordaba, imaginaba que Úrsula en vida también hacía lo mismo.

– No es posible, debe haber un error, mi hijo está en mi memoria– le dije al Guardia.
– Su memoria no vale nada acá señor: “porque usted es un recuerdo”, desde que usted llegó acá coincidentemente nos llevamos a su hijo, al parecer era el único ser querido que lo recordaba. – me cuenta.
– ¡Eso es imposible! mi señora está viva y piensa en él, estoy seguro de eso. – le expliqué.
– Creo que su mujer ha empezado a olvidar a su hijo, o bien, ha dejado de quererlo, o puede que ambas – concluyó.
– No entiendo porque se lo han llevado, si sé que Úrsula al menos me recuerda intentando encontrar a Pedro, eso hace que indirectamente se acuerde de él – le dije.

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