Sara

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Cada año los pasillos de este lugar cambian de tono. Todo es gris, igual que las miradas de aquellos que deambulan por aquí.

Personajes con esquizofrenia, delirios de persecución, pervertidos que se creen poetas. Este hospital tiene toda clase de locura y aberración que la sociedad ha desechado. Todos los olvidados residen en este lugar.

Yo llevo varios años aquí, pudriéndome lentamente, sintiendo que la vida se estrella contra mi. Quiero matar a alguien...en serio quiero hacerlo. Uno de estos días así será.

Hace meses que pienso en ello, mis fantasías son tan nítidas que me aterran y emocionan al mismo tiempo.

Esta fiebre, esta rabia...necesito aplastar la cabeza de alguien. Detesto a los doctores de este hospital, con sus risitas, sus palabras hipócritas y sus coqueteos mal disfrazados.

Me he imaginado asesinando a varios de ellos, a veces cambio el escenario, la situación, el momento. ¿Lo haría de día o de noche? ¿Lento o rápido? Me gusta jugar con esas ideas.

Sé exactamente con quién empezaría: la enfermera Beatriz. Sí...ella sería la primera. Es una pequeña perra, intenta actuar como una mosca muerta, pero yo la conozco...yo la he visto.

La he visto cuando se encierra con el doctor Ramos en esa pequeña sala, he escuchado lo que hacen dentro, la forma en que la madera rechina, sus estúpidas caras de complicidad al salir, las miradas que intercambian mientras ella se acomoda la falda y él se anuda la corbata.

Los vi...de todos los doctores de este hospital, tenía que elegirlo a él. ¿Por qué con Ramos? Hace años que estoy enamorada de él, hace años que le platico mis cosas. Y de repente llega esta perra y se enreda con ella. Maldita, ella será la primera. La primera de muchos.

Mierda, ahí viene, se está acercando con su provocativa falda corta y su estupida sonrisa coqueta. Me está viendo fijamente. Puedo matarla ahora. Sí, sí que puedo. ¿Cómo lo haría? ¡La mesa! En la mesa hay una pluma.

Podría encajársela en el cuello y retorcerla placenteramente. ¡Sí! Voy a manchar con su sangre las paredes de este hospital, voy a soltar carcajadas mientras todos gritan. Voy a hacer pedazos a esa perra, voy a destrozarla, voy a...»

—Buenos días —dice la enfermera Beatriz—. Disculpe, me dijeron que usted podía decirme la fecha de llegada del paciente 417.

—Llegó el 23 de marzo —responde Sara BERNAL.

—Ok, déjeme apuntarlo...23 de Marzo. Muchas gracias, doctora BERNAL. Una cosa más, ¿podría firmar esta autorización para medicar al paciente?

—Claro —Sara BERNAL toma la pluma de la mesa y traza su firma en el papel.

—Gracias doctora, que tenga buen turno.

«Uno de estos días, idiota. Uno de estos días» se escucha dentro de la cabeza de Sara.

Entre tanto, una bocina lanza su rugido:

—Doctora BERNAL, se le requiere en el pasillo número tres.

«Maldita sea», gruñe ella mientras coloca la pluma de nuevo en su lugar...

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