El vampiro de Barranca

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La Barranca del Muerto va de la mano con el Río Mixcoac: era una hondonada de 7 kilómetros que viene desde el Cerro de San Miguel, pasaba por el Desierto de los Leones y torcía en la zona de San Ángel. Poco a poco se fue secando y en 1910 los revolucionarios la usaban para echar los cadáveres de las batallas (de ahí su nombre). Numerosas leyendas dicen que en las noches se oyen los gritos de esos muertos en los túneles del metro.
Ratas gigantes, estaciones secretas, niñas y trenes fantasmas son algunas de las leyendas que, se rumora, pasan dentro del Metro de la Ciudad de México.
No cabe duda que los oscuros túneles del metro guardan una cantidad incontable de historias y secretos. Una de esas historias, es la que gira alrededor del vampiro de la estación Barranca del Muerto, en Ciudad de México.
Cuenta la historia que un pasajero se quedó dormido en el último tren de la línea 7, la que va del Rosario a Barranca del Muerto (una estación conocida por su gran profundidad); y despierta durante la madrugada, cuando el tren avanza y solo ve el letrero del andén que dice "Barranca del Muerto".
Se asustó al ver como la luz del túnel se hace más pequeña y desaparece, y a medida que el tren se adentra en el túnel, hace cambio de vía y se apaga la luz. El vagón queda envuelto en las penumbras y el perturbador silencio del túnel del metro.
El hombre prendió su encendedor y suspiró aliviado al ver que no estaba solo, pues un vagabundo dormía en el otro extremo del vagón. Buscando compañía, lo despertó y comenzaron a buscar auxilio.
O al menos, hasta que algo o alguien aterrizó en el techo del vagón y caminó por él, hasta meterse por una ventana.
Acto seguido, el indigente comenzó a gritarle insultos pensando que era el conductor o algún empleado del sistema de transporte, y le recriminó que porqué los asustaba así. Al ver al indigente, el ser misterioso se abalanzó sobre él. La luz del encendedor le permitió al primer usuario ver que el ser estaba mordiéndole el cuello al indigente, y se acercó un poco más para mirar la escena, pero no contaba con lo que vio.
El atacante era delgado, de dos metros de altura, piel de un color amarillento, ojos rojos brillantes, garras huesudas y alargadas; y su rostro era similar al de un murciélago.
El ser lo miró con furia, soltó al indigente y lanzó un chillido mostrando sus afilados colmillos.
El pasajero escapó saltando por una ventana del vagón, y corrió como alma que lleva el diablo hasta que llegó a la luz del andén, sin dejar de escuchar los chillidos inhumanos del ser tras él. Cuando logró llegar al andén, subió y con horror pudo sentir que la criatura lo sujetaba de la pierna derecha; un horror que lo llevó a desmayarse.
Al volver en sí, despertó en un hospital y narró su testimonio a las autoridades, que indudablemente no creyeron en su historia. Desde entonces, el pasajero evita subirse al metro, pasar cerca de los sumideros (coladeras) o los respiraderos del sistema de transporte.
...
Y ahora sabe, porqué los vagones del metro siempre son limpiados al final de cada recorrido.

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