Capítulo 3: Maldito matrimonio.

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La boda llegó antes de que ninguno se diera cuenta. Y creo que él que mejor se lo tomó fue Mason, que estaba invitado a ella. Nuestros padres se conocían desde hacía mucho tiempo, y eran como una especie de amigos de la infancia parecidos a nosotros. Tanto Dafne como mi padre querían una boda pequeña de no más de cincuenta personas y en un juzgado.

No me preguntéis porqué.

El coche con el padre de Mason, que curiosamente era el padrino llegó puntual a la puerta de nuestra casa. Abrí la puerta, después de mirarme al espejo, ya peinado y con mi esmoquin negro puesto.

-Hola, tío Marcus.

El padre de Mason me sonrío y me dio un medio abrazo.

Técnicamente él no era mi tío, pero era lo más parecido a serlo. Mi padre jamás tuvo hermanos, y como Marcus era su amigo de la infancia pues se convirtió en eso.

Exactamente fue Marcus el motivo por el que nos mudamos, y vinimos aquí cuando tenía ocho años. Mamá quería cambiar de lugar, y a mi realmente no me importaba y si lo hacía pues tampoco lo manifesté, no tenía demasiados amigos en aquel colegio. Y luego conocí a Mason, y después me enteré de que era el hijo del mejor amigo de mi padre, y bueno venían tanto a casa y nosotros a la suya que acabe considerando a Mason mi primo, y al matrimonio Ritcher mis tíos.

Mason venía detrás de su padre, con un esmoquin azul oscuro en su caso, que le quedaba estupendamente, y con su rebelde pelo puntiagudo y estiloso, engominado hacía atrás, dándole la impresión de niño bueno. ¡Ja!

Nos sonreímos.

-Bueno, Ryan. ¿Preparado?-Dijo Marcus alegre dándome una palmaditas en la espalda como si fuera yo quién se iba a casar.

Asentí.

Porque no podía decir nada más. Estaba totalmente asustado por la boda, al fin iba a conocer a la mujer que haría de mi madre y a mi hermanastra, y sería en el mismísimo día de la boda.

Conocería a mi nueva familia.

Tendría otros abuelos, tíos e inclusos primos. Y eso era extraño, a la única que recordaba como de mi familia por sangre era mi abuela Maggie y al abuelo Clark. La familia de mi verdadera madre no tenía contacto con nosotros, no desde el accidente de mi madre.

Y me dolía, realmente me dolía, porque mi propia familia me echaba la culpa de su muerte.

-¡Henry! ¡Baja ya, o será el novio quién llegará tarde en vez de la novia! -gritó Marcus desde debajo de las escaleras para la planta de arriba dónde mi padre llevaba más de tres horas arreglándose.

Escuché unos pasos acelerados bajando por la escalera, y me encontré a mi padre. Más elegante de lo que nunca le había visto, con esmoquin blanco y pajarita negra, zapatos negros brillantes y el pelo marrón canoso repeinado y echado para atrás. Y aunque tuviera cincuenta años, estoy seguro que a cualquier mujer le hubiera parecido muy atractivo. Solo le faltaba la pistola, y la tía buena, para parecer un 007.

-¡Ya estoy aquí! ¡Ya estoy aquí! - gritó el apresurado.

-Bien machote. Pues marchémonos. Chicos ir yendo al coche, que les tengo que decir unas palabras al novio.

Mason y yo hicimos caso, seguramente se echarían un rollo de esos sobre como había pasado el tiempo, etc...

El coche, era, el coche de los Ritcher. Un coche plateado y amplio con cinco plazas y un buen maletero. Estaba brillante, y lucía limpio, y casi nuevo. No tenía ninguno de los arañazos y abolladuras que le habíamos echo Mason y yo el año pasado intentando aprender conducir. Recuerdo que fue un desastre. Chocamos contra todo, señales, cubos de basura, árboles, nos subíamos por los bordillos y el coche iba haciendo eses, consiguiendo que todos los de alrededor nos pitasen o gritasen. Y lo peor fue la bronca que nos echaron después por haber cogido el coche sin permiso y además dejarlo así de estropeado. Fuimos castigados, y bastante. Pero ahora que lo pensaba no podía reprimir una pequeña carcajada.

Jamás pensé en ti: Mentira. EN PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora