Capítulo 12: Luna de miel

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Aria. 

Esperé en el mismo lugar en el que me había dejado él, un kilómetro más allá del instituto. Las clases, me habían ido bien, tenía solo una con Ryan, y eso en parte me hacía feliz, cuanto menos tuviera que verle mejor, había algo en él que me hacía recordar, y eso, no me gustaba, nada. 

En Física se encontraba Mason, creo que se llamaba, el mejor amigo de mi hermanastro que me dedicó alguna que otra sonrisa amigable, así que supongo que gracias, y en dibujo se encontraba Clay, con otro amigo suyo que había visto que desgraciadamente pertenecía a la banda de Ryan. Y para que negarlo, los cuatro al menos me alegraban la vista, eran guapos, pero tenían pinta de idiotas. 

Por suerte, no me habían echo presentarme en ninguna clase, solo me habíand dejado sentarme, no tenían tiempo para esas tonterías. Este insituto iba ganando puntos poco a poco 

Aparte de eso, no me había relacionado ni molestado en saber el nombre de alguien más. Mi misión en el instituto no era precisamente hacer amigos, ¿Para qué? 

Solo quería terminar de una vez con buenas notas, y alejarme de este lugar, de este país, e irme a algún remoto sitio que apenas nadie conociese. Ese era mi sueño, algún día lo cumpliría.

Media hora después aún estaba sentada en el bordillo de la acera, y suspirando resignada me levanté. No iba a venir. 

Comencé a andar dirección a casa, o lo intentaría. 

La noche anterior había buscado las rutas para ir al instituto y volver, ya que no contaba que Ryan me llevara en su coche, pero no las había memorizado apenas. Supongo, que habría que echarle imaginación y algo de espiritú aventurero. 

Observé las calles mojadas, con pequeñas capas de hielo formandose en las aceras, los árboles sin hojas moviendose ritmicamente al son del vaivén de una fría brisa, el cielo gris prediciendo una buena tormenta, quizás algún copo cayese. 

Me abracé más a mi misma, respiré profundo.

Me encantaba ese tiempo.

Escuché el simple silencio que se formaba sin voces humanas alrededor.

Cerré los ojos momentáneamente premitiéndome relajarme como hacía tiempo que no ocurría, incluso estaba dispuesta a dejar florecer una pequeña sonrisa por mis labios. 

No ocurrió. 

El pitido del coche, de su coche, hizo eco y rompió aquel clima.

La cara de desagrado fue la mayor posible. Me giré lentamente, para verle ahí, parandose cerca de mí. 

-Sube- me ordenó sin ningún tipo de saludo. Se le veía enfadado. 

 No me molesté en decir que no, era cierto que aún me quedaba más de un kilómetro por recorrer y por muy relajante o calmado que fuera, hacía demasiado frío. 

Noté el calor justo al entrar en el coche, y lo recibí agradecida. 

No hablamos. 

No nos dirigimos la palabra. 

Me fijé en que Ryan llevaba el volante muy apretado, tenía los nudillos blancos. Sí, sin duda algo le había pasado. 

Una extraña y mínima preocupación se instaló en mí. 

Espera... 

Sacudí mi cabeza. ¿Preocupación por Ryan? 

Eso no estaba en mi lista de sentimientos. La eliminé. No me importaba lo que le pasara, al igual que él a mí. Éramos hermanos por obligación, debíamos convivir por obligación.  

Jamás pensé en ti: Mentira. EN PAUSA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora