Se mantuvo allí parado, notando la penetrante de unos ojos azules como el mimo cielo, mirándolo fijamente, sin dejar que nada escapara de su visita, haciendo que Naruto riera nerviosamente, mientras veía al Serafín moverse a su alrededor, escrutando su cuerpo sin pudor alguno, sintiéndose como si fuera algún animal que pronto venderían.
Se paró frente a él, tomando su rostro y obligándolo a mirar aquellos ojos azules que rivalizaban con los de ella. Mostraban una preocupación genuina, lo que hacía que el adolescente Saint se sintiera como un imbécil. Había vuelto a preocupar a su [Rey] con sus acciones.
De pronto, la calidez que le daban las manos de la Serafín, se perdieron, y la rubia ángel agarró de la oreja al pobre Dulio Gesualdo, que comenzó a gemir de dolor.
―¡Cómo se te ocurre enfrentar a un mandamiento en la ciudad, Dulio! ¿Si no eres capaz de pelear al cien, podrías morir!
―¡Itte itte itte!
―¡Nada de quejas! ¡¿Y dejaste que Naruto peleara solo?! ¡Aun no puede usar Sunshine para vencer totalmente a un Mandamiento!
―¡Lo siento Lady Gabriel! ¡Perdóneme!―rogó el exorcista más fuerte, sintiendo como el agarre sobre su oreja se hacía más fuerte, haciendo gemir de dolor al pobre Saint, lo que generaba una gota de sudor en Naruto, que se mantuvo al margen de la escena, junto a Lord Michael, el cual simplemente mantenía una conversación amena con el joven Saint portador de Sunshine.
Naruto miró al líder del cielo, que requería de su atención.
―Entonces, ¿usaste Durandal contra ese Galand?
Naruto asintió a la pregunta de Michael, recordando como tomó la espada sagrada con sus manos, sintiéndola bien mientras la sujetaba. Cuando terminó la batalla y volvió con Dulio y las exorcistas, estas se habían postrado ante ellos, hablando de lo honorable que era para ellas poder ver a dos ángeles, los hijos de Dios. Entonces, antes de que siguieran hablando, el rubio de ojos zafiro devolvió la espada a su dueña y esta misma le expresó su sorpresa al saber que la había podido usar perfectamente, algo de debería ser imposible para casi cualquiera. Un muy poco porcentaje de exorcistas, habían podido siquiera tocar el mango de Durandal, por lo que manejarla sin problemas, era algo que menos gente había logrado.
―Solamente, que no la encuentro como mía―declaró el joven Saint, apartando la atención de la discusión entre Dulio y Lady Gabriel, en la cual la Serafín estaba limpiando el suelo con el pobre [Joker]. Incluso Michael era más indulgente cuando se trataba de castigar a sus siervos―. Lamento no haber podido acabar con ellos, Lord Michael. O incluso, haberme metido en la batalla. Pero Dulio-sensei no podía usar los poderes de su Longinus al cien, y temí que muriera junto a las dos exorcistas. Y no quería eso. Mucha gente y ángeles ya habían muerto. No quería que nadie más muriera por la mano de ellos.
Michael asintió a las preguntas del muchacho, notando lo afligido que estaba por el tono de su voz. Se había convertido en la esperanza del cielo para poder pelear contra el caos que se avecinaba para las facciones, no solamente a los ángeles. Incluso, si las cosas empeoraban, otras mitologías se verían afectadas por lo que estaba por ocurrir. El Arcángel estaba seguro de ello. Lo presentía al fondo de su corazón. Y no quería, como ángel de dios que era, ver más sangre bañando la tierra, como si fueran simples ríos rojos.
―Eso se debe, a que originalmente no eres el portador de Durandal, Naruto. Por ellos, a pesar de que puedes empuñar la espada sagrada, sientes incomodidad al hacerlo y no logras extraer la totalidad del poder de la espada. Técnicamente no es tu arma, lo lamento.
Naruto asintió, no queriendo discutir con su líder. Si no podía usar bien las armas sagradas, entonces debería encontrar otra arma que pudiera usar a la perfección, aunque fuera una simple espada. Necesitaba un arma que usar contra los Primigenios, pero crear un arma sacra, no se hacía en un día. Se llevaba años, algo que ellos no tenían.
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Naruto: El As de Gabriel
FanfictionNo estaba en su agenda ser atravesado, metido entre una disputa de cuervos y murciélagos donde el recibiera la fatal herida, quedando a su merced para perderse en la oscuridad que lo había rodeado. Tampoco estaba en su agenda, que la voz más codicia...