Alianza

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Postró la espalda en la cálida pared de oro que lo rodeaba, echando la cabeza hacia atrás, golpeando la nuca contra la misma, mirando la lámpara que colgaba del techo con sus ojos azules. Suspiró entre dientes, mientras daba vueltas a las ideas, a las palabras que Apophis había soltado, su estado físico descubierto por Raphael y la aparición e implicación de Rizevim en todo aquello, con la liberación de los Mandamientos del Purgatorio y todo el Clan de los Demonios, que estaban arrasando el mundo sobrenatural, sesgando las almas de los inocentes.

Pasó la mano por su rostro, y cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes y notando la sangre que escurría por su encía. Había empezado a sentirse mal hacía unos días, y parecía ir a peor. ¿De verdad su cuerpo se estaba degradando? A veces sentía temblores y dolores con que él mismo no podía manejar. Cerró la mano derecha, volviendo a abrirla un par de veces, sintiendo los tendones del brazo crujiendo con sus movimientos. Paseó la lengua, mojando sus labios, notando el sabor metálico de la misma y escupió a un lado, moviendo su rostro, enterrándolo en sus manos. Quería un descanso, poder manejar todo aquello; pero el orgullo parecía caer lentamente por su propio peso. Pronto no quedaría nada más de él. ¿Solo era un guerrero? ¿No había tiempo para amar? ¿No había un descanso? Rechinó los dientes, e intentó levantarse, consiguiéndolo lentamente, con ligeros tirones. Parecía que el límite de Sunshine, había sido sobrepasado por él mismo. Su cuerpo estaba pasando por un mal momento, ahora que era el atardecer. Solo se encontraba bien, cuando el día se formaba, creciendo con el sol en el cielo diurno.

Gruñó, posando sus ojos sobre el pesado tomo polvoriento de su mesilla. Dio dos zancadas, pesadas, que le hicieron gemir un poco, y lo tomó con sus manos, abriéndolo por el medio, notando la rugosidad de la cubierta y el polvo en las hojas. Parecía que en Heaven el polvo no existiría; pero aquel tomo mostraba milenios de desuso, con verdaderos restos de polvo en él.

Movió la mano, pasan la hoja a la siguiente, viendo un símbolo que reconocía perfectamente: la marca de Ouroboros, de Ophis. Apophis le había dicho que ella sería de ayuda, y estaba buscando información.

"¿Cuánto tiempo llevas existiendo...Ophis?", se dijo, moviendo la hoja, pasando a la siguiente. Ladeó los labios, torciéndolos, mostrando una débil sonrisa cansada. La verdad, es que el Dios Dragón del Infinito, no era como muchos esperarían. No hablaba mucho, y los humanos le eran indiferentes, algo extraño. Hubiera creído que Ophis sería alguien altanero, mostrando poder a raudales; pero casi parecía como si no le importara lo que los seres vivos pensaran de ella. "¿Y esto?". Detuvo su dedo índice en la línea superior, leyendo sobre Ddraig y Albion, los dos dragones emperador, poderosos, combatientes. Pasó a la siguiente línea, viendo al dragón Tiamat, o más bien dragona. ¿Sería ella uno de los que formó Sunshine? Era un Rey Dragón.

―Naruto―parpadeó un par de veces, moviendo sus ojos hacia la persona que lo había interrumpido, cortando su línea de pensamientos. Movió sus ojos, mirando a Irina con aquel traje tan revelador―. Lord Michael te necesita.

Cerró el libro y lo dejó nuevamente en la mesilla, comenzando a caminar detrás de la muchacha. No habían hablado demasiado. Él no quería hablar con nadie. Tras Khaos, ahora necesitaba relajares, alejarse de toda batalla hasta poder detener la degradación de su cuerpo.

La cuestión seria, ¿lo lograría? ¿Podría detener su inminente muerte? No quería dejar aquel mundo tan desprotegido. Los Mandamientos. Rizevim. Había demasiados males, como para poder mantener una paz perpetua. Y él quería destruir a aquellos que la rompieran, mandarlos a la inexistencia. Pero no era poderoso. No ahora que su cuerpo estaba demasiado roto para seguir manejando el Sunshine al cien por cien. El alarde de poder ante Apophis, fue significativo para él, rompiéndolo ligeramente, mandándolo más aun hacia la tumba; una tumba que no debería de esperarle. Debía ser inmortal. Pero pronto, más de lo que le gustaría, dejaría aquel mundo, dejaría a lady Gabriel.

Naruto: El As de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora