Miró varias veces la puerta que estaba delante de él. Aquella era su clase. Y, para su desgracia, Vali fue removido a un curso superior mientras él quedaba en segundo, completamente solo sin apoyo moral...masculino. Irina había pasado delante de él, mostrando la sonrisa inherente que siempre alegraba a todos los ángeles en Heaven con aquel caos que estaba a punto de explotar en sus caras. Los Primigenios, las Diosas y Rizevim estaban fuera moviéndose para volverse más fuertes y ellos aun estaban divididos, recurriendo a pactos para formar alianzas con panteones del extranjero.
"Si no estuviera enfermo", se reprochó mientras esperaba al profesor, frunciendo el ceño y adoptando un rostro arrugado. Estaba molesto ante la degradación de su propio cuerpo. Cada día que el sol caía por el horizonte dando paso a la noche, el dolor volvía multiplicado y comenzaba a escupir sangre como si tuviera tuberculosis. Su pecho dolía y cada fibra de su cuerpo ardía como si hierro candente la estuviera presionando.
El símbolo del cielo estaba destinado a la muerte. No sabía cuanto le quedaba. Si lord Michael estaba dando por sentado que vencerían a Rizevim y los demás con él, estaría llevando a aquella alianza al propio fracaso. Estaba muriendo. No podría volver a enfrentar a los Mandamientos y Cao Cao con el poder que lo hizo.
Era cenizas, una simple sombra de lo que había sido siendo proyectada por un sol que lo estaba quemando. Pronto no existiría más. ¿Sería acaso su fin? Podría descansar de las sombras que lo rodeaban con cada parpadeo. Su pasado, aquellas cicatrices que lo habían atormentado por años, seguían ardiendo con la misma fuerza que el convocaba un Cruel Sun contra sus enemigos.
Un dolor que no podía soportar ni un día más. Lo mandaba hacia abajo. Hacía que sus piernas no se movieran y que su alma deseara desprenderse de su cuerpo para marcharse lo más lejos posible de él, abandonándolo a su suerte.
Comparado con la degradación de su cuerpo por culpa del Sunshine; el dolor de las cicatrices era peor inmensamente, permanente.
―Pasa.
Dio un paso al frente, entrando en aquella clase de segundo año de la academia de Kuoh moviendo sus ojos hacia los asientos de aquella aula, observando a los alumnos. No fue su clase. La suya fue otra. Pero pequeños fragmentos de un pasado cercano volvieron a su mente, haciéndole apretar los dientes imperceptiblemente.
"El dolor...y la soledad seguirán eternamente".
Paseó sus orbes azulados, encontrando a la rubia Asia Argento sentada al lado de una chica de coletas y gafas y de Xenovia Quarta, aquella que fue una exorcista de la iglesia demasiado voraz a la hora de la batalla usando su Excalibur Durandal. Parecían llevarse bien, a pesar de que meses atrás aquella muchacha casi decapita a la primera.
Pasó los ojos hacia Irina, quien se sentó al lado de su ex compañera exorcista y parecieron entablar una ligera conversación, bajo la mirada extrañada y alegre de Asia.
Giró completamente su cuerpo para encarar a sus compañeros, mirándolos sin demasiado interés, mostrándose desinteresado ante los ojos de todos. Sentía los violetas de Irina y los café de su anterior compañera sobre él, perforando su cuerpo casi hasta atravesar su alma.
Antes, se hubiera sonrojado. Ahora, con el sol en el cielo con sus rayos incidiendo sobre Kuoh, sentía todo el valor y soberbia que aquel poder le daba y no estaba intimidado ante dos chicas. Apophis fue peor que ellas.
―Por favor, joven, preséntese.
Por unos segundos, sus ojos se posaron en aquel joven castaño portador de la Boosted Gear.
Apretó los labios, moviendo sus ojos sobre Irina y Xenovia, quienes seguían interesadas en él. Una por preocupación y otra por la confusión de que otro ángel estuviera allí...y de mayor poder. Quitando el Sunshine, poseía más experiencia y alas que Irina, lo que lo hacía más fuerte. Y, por si fuera poco, sus alas eran doradas.
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Naruto: El As de Gabriel
FanfictionNo estaba en su agenda ser atravesado, metido entre una disputa de cuervos y murciélagos donde el recibiera la fatal herida, quedando a su merced para perderse en la oscuridad que lo había rodeado. Tampoco estaba en su agenda, que la voz más codicia...