Bajó el brazo, admirando el inmenso mar de llamas naranjas que asolaba toda la planicie, convirtiendo en cenizas toda hierba y árboles a unos cien kilómetros a la redonda. Le quedaba claro que, si nadie había visto su batalla antes de eso, ahora lo verían. Acababa de convertir en fuego, lo que antes había sido un bosque, haciendo que un inmenso humo negro, se alzara en el cielo, mezclándose con las nubes.
Colocó a Rhitta sobre su hombro, dejando que los cabellos dorados de su pelo, se agitaran con el viento que lo golpeaba, a la vez que una densa lluvia caía, en contraste con el fuego, haciendo que vapor escapara del cuerpo del ángel cuando las gotas lo golpeaban. Con un simple chasquido, su cuerpo fue cubierto por un pantalón blanco, a la vez que un peto cubría su torso, dejando libre sus alas, que se agitaban en el cielo, soltando plumas doradas que caían al suelo con cada movimiento de sus alas.
Por unos segundos miró su mano. Recordaba la sensación, todo aquel calor, poder, que lo había desbordado. Al liberarlo en aquel movimiento, quedó tan satisfecho, que no podía reprimir una sonrisa sobre su rostro.
Realmente, era el Arma de Dios, su última baza contra el Rey Demonio y la Deidad Suprema. Él era, quien portaba el poder del mismo sol.
―Realmente, hace calor―declaró la voz de Estarossa, llamando la atención del ángel de alas doradas. Naruto miró, viendo al Mandamiento con el torso desnudo, con ligeras marcas de quemaduras que iban cerrando por todo su cuerpo―. Has matado a Fraudrin.
―Es lo que quería―señaló Naruto, moviendo su arma―. Con vuestra muerte, una espina será arrancada de este mundo.
Estarossa sacó su quebrada espada, mirando sonriente a su enemigo. Hizo crujir su cuello, a la vez que llamas negras lo rodeaban.
―¿Realmente piensas en ganarnos? ¡Realmente lo haces!―rió, señalando al ángel, con la espada―. Eres muy divertido. ¿De dónde has sacado ese peto dorado y la extraña vestimenta?
Naruto no contestó. Vestía un peto dorado, con una gema en el centro, roja, semejante a un rubí. Llevaba un faldar granate, sobre unos pantalones negros que llegaban hasta sus grebas doradas. Había obtenido una armadura de ángel, que el mismo Dios le dio cuando tuvo aquella conversación donde obtuvo su poder completo, hace ya unos días atrás.
―Me la dio mi padre―declaró Naruto, agitando sus alas, mirando al Mandamiento del Amor con sus ojos, que habían dejado de ser azules, para tomar aquel dorado pudo que a veces tomaban sus orbes, cuando peleaba al cien por cien―. Es resistente.
―¡Lo veremos!
Estarossa apareció tras el ángel, descargando un tajo de espada, riendo. Su arma chocó contra Rhitta, haciendo que la misma, terminara de romperse ante el choque con el tesoro sagrado. Aprovechando el hueco, Naruto pateó al demonio contra el mar de llamas, a la vez que dejaba pasar una garra oscura como la noche y un arpón.
Derieri y Galand se habían lanzado a la batalla, mirando como su compañero era derribado. Naruto se defendió, moviendo Rhitta para bloquear a Halberd con toda su fuerza y usando el brazo izquierdo para detener las garras del otro Mandamiento.
―¡Gokuenchō (Pájaro de Llamas del Purgatorio)!
Viendo que Naruto estaba con diversos huecos en su defensa abiertos, Monspeet lanzó un poderoso hechizo llameante, que tomó la forma de un poderoso pájaro con llamas del purgatorio mismas, cayendo desde el cielo contra los tres que allí estaban. Sus compañeros se apartaron, y el ave golpeó al alado ángel, mandándolo al suelo, rodeado de fuego, estrellándolo contra el mismo.
Galand cayó, tomando Halberd, y asestó una estocada en contra de Naruto, esperando dar en el cuerpo del ángel. Sangre salpicó el lugar, pero no era la del rubio. El quinto corazón, fue arrancado del cuerpo del Mandamiento de la Verdad, por la misma Halberd, cuando el portador de la Gracia, revertió el movimiento del demonio, haciendo fuerza, y atravesando al mismo con su propia arma.
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Naruto: El As de Gabriel
FanfictionNo estaba en su agenda ser atravesado, metido entre una disputa de cuervos y murciélagos donde el recibiera la fatal herida, quedando a su merced para perderse en la oscuridad que lo había rodeado. Tampoco estaba en su agenda, que la voz más codicia...