Se quedó sentado en su camastro, dejando Rhitta a un lado, apoyada contra la mesa, soltando fuertes suspiros. Hacía al menos una semana desde que enfrentó a los Mandamientos, llevándose consigo a unos cuatro de ellos, que el supiera, arrebatándole a ese tal Zeldris unas dos de aquellas esferas blancas, las que eran el poder de aquellos demonios Primigenios. Pero, la cuestión era ¿cómo se habían librado del Purgatorio? Aquello no era normal. Debían de haber seguido encerrados por algo más de tiempo.
Pero de un simple plumazo, aquellos pensamientos se esfumaron de su mente, dejándose caer sobre el camastro, suspirando. Su tiempo al lado de la Brigada Khaos parecía haberse alargado más de lo que él mismo había deseado, sin mucho interés en seguir allí. Debía de volver al lado de Gabriel lo antes posible, lo sabía demasiado bien. Alguien le había vendido a los Mandamientos mientras realizaba una de sus misiones para Ophis, y quien fuera, estaba claro que volvería a intentarlo. Solo que ahora, los mismos Mandamientos se habían mermado, en número y poder, mientras que el suyo parecía haber aumentado.
Aun no entendía el porqué, pero su control sobre el Sunshine parecía haber aumentado a lo largo de aquella batalla, aumentando el calor que sentía bajo su piel, su fuerza. Y con aquella batalla, había quedado a la vista la desigualdad entre el Moonshine y el Sunshine. El poder que Dios le había dado para poder pelear en las noches, era obsoleto. No alcanzaba para nada la magnitud de poder que la Gracia del Sol le otorgaba cada vez que la usaba.
Palmeó su rostro con la mano, intentando tapar la luz que estaba entrando a su habitación. Parecía haber estado divagando unos minutos, pero realmente había estado hasta el amanecer, lo que dejaba otra noche sin dormir a sus espaldas. Debía tomarse un tiempo de descanso si quería estar al cien por cien cuando los Primigenios volvieran a atacar el mundo. Sabía que lo harían. Solamente estaban lamiendo sus heridas. Tenía la certeza de que seguían vivos.
"Si los hubiera matado, ahora esto no pasaría", se dijo, mirando el techo, apartando los mechones rubios de su frente con el dorso de la mano, sintiendo la culpa por dejar vivos a seis de la fuerza de élite de los demonios, sabiendo que ello podría ser la diferencia en la batalla que se estaba avecinando. ¿Brigada Khaos? ¿Rizevim? Sabía que el descendiente del Maou Lucifer original, participaría en todo esto desde un inicio, lo que le creaba más enemigos de los que él mismo podía manejar por su cuenta. Tal vez había llegado la hora de volver a juntarse en el cielo con los suyos, algo que no agradaría demasiado a Ophis, pero que era claramente necesario, viendo lo que se estaba avecinando.
Intentó levantarse del camastro, oyéndolo crujir bajo su peso. Le costaba ver aquella cama, sin pensar como no podía terminar ardiendo. Sin él quererlo, su cuerpo irradiaba una fuerte cantidad de calor, suficiente para quemar un completo entero de pisos. Era un sol andante. Se alimentaba del sol.
Golpes se oyeron en su puerta, justo cuando estaba sentado al borde de la misma cama.
―Adelante―habló, con voz pastosa, como si hubiera estado mucho tiempo sin hablar, moviendo los ojos hacia la entrada, viendo una cabellera rubia que conocía demasiado bien―. Fay-chan. ¿Qué haces aquí?
Lentamente, la adolescente entró en el cuarto del rubio, jugueteando con sus dedos, mirando a sus pies descalzos. Naruto no entendía como la chica pudiera andar descalza por el mundo. En todo el tiempo que llevaba allí, jamás la había visto con zapatos, botas, sandalias o cualquier otro tipo de calzado. Había llevado los pies descalzos, dejando ver una piel tersa y blanca, con unos deditos pequeños a ojos del ángel. Aunque en comparación, Naruto era del doble del tamaño de la brujita de cabello dorado y ojos azules. Y no solo por crecer cuando era de día, si no que en su estado base, el descendiente de Escanor ya era grande, llegando al, metro ochenta. La sangre de Mael, parecía desterrar el lado cobarde de su antepasado tabernero.
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Naruto: El As de Gabriel
FanfictionNo estaba en su agenda ser atravesado, metido entre una disputa de cuervos y murciélagos donde el recibiera la fatal herida, quedando a su merced para perderse en la oscuridad que lo había rodeado. Tampoco estaba en su agenda, que la voz más codicia...